... y un repaso.












... y tú prepárate, que en cuanto recupere el resuello te voy a dar trabajito, guapo.
No son ganas.
Esto ya entra en el capítulo de necesidad/urgencia.

[...]


Es bastante probable que durante el tiempo que duran las vacaciones escolares este lugar quede abandonadito.
Quizá le llegue algo de frío y bastante de soledad.
Será una soledad más evidente pero menos consolidada que la que sufre el personaje que aquí se muestra casi a diario. Una soledad pasajera que no me preocupa mucho.

Aquí se van a quedar ratos muertos, fantasmas, personajes en construcción y breves intercambios de palabras siempre amables, siempre cálidas.
No quiero escribir estos días. Quiero dedicarme a no hacer nada, a disfrutar de mi media docena de sobrinos y a descansar.
Sufro desde hace algunas semanas un cansancio muy hondo, en lo físico mucho y en lo emocional más aún.
Estoy agotada de bregar con las princesas, estoy agotada de tirar de este carro que no se mueve ni a tiros, estoy agotada de sostener sobre mis hombros el peso de una vida que se da de bruces contra todo sin remedio. Harta de no tener tiempo ni para darme pena a mí misma, ni para un par de lagrimillas de vez en cuando. Harta de comprobar con dolor que es cierto. Que estoy completamente sola (y fané, y descangallá, como en el tango) en esto y que así va a ser siempre. Que todo lo que consiga hacer en esta puta vida va a ser a golpe de no dormir, de no salir, de no poder perder el control ni un instante.

Necesito un tiempo de recomponerme, de coger aire, de leer tranquilamente, durante horas, de dejarme cuidar (sigo sin saber muy bien en qué consiste) de abrir las puertas en algún momento y dejar salir en confesión un torrente desbordado de frustraciones, decepciones, sueños rotos, impotencia y una mala suerte endémica que hace que, despaciosa y calladamente, se me quiebren la voluntad y los riñones.

Debería poner un gracioso Christmas navideño.
Mis lectores más antiguos saben bien que la Navidad y yo no hacemos buenas migas.
Las ausencias se me apoderan y me acongojan.
DEDITOS, dile a Pau que ese gilipollas de Mauricín, su familia de postín y yo misma mejorada volveremos. Dale mi palabra de honor.

Es sólo un momento...
Feliz Navidad.
Feliz Año Nuevo.
Y todo eso.




Me dicen que nuestras vidas no valen gran cosa,
pasan en un instante como se secan las rosas,
me dicen que el tiempo que transcurre es un cabrón,
que de nuestras tristezas se hace abrigos.
Sin embargo alguien me dijo que...

Mujeres


Hay muchas clases de mujeres.
Mami era una de esas mujeres que se había pasado la vida haciendo eso que llaman "lo que se debe hacer".
Fue una buena niña, una jovencita aplicada en sus estudios y perfectamente integrada en un estilo de vida establecido y francamente cómodo.
No sufrió los ataques de rebeldía propios de la adolescencia, no mezcló sus burgueses huesos con los de personas de hueso proletario, salvo las dos chicas de servicio que mantenían la plata impecable en la casa familiar. No sufrió de desamor ni disfrutó de lo contrario.

Fue perfectamente entrenada para perpetuar un statu quo que nunca cuestionó.
Fue una pájara boba bien adiestrada para no contrariar a su esposo, criar a su hijo en los sólidos principios de "siempre que sea posible, que te lo den hecho" y hacer la vista gorda ante todo lo que la incomodaba.
Sólo le frustraba no haber sido madre de hija, para poder ir juntas a comprar trapos.
Pero hasta en eso había tenido suerte, y Mauricín le salió complaciente, y era él quien hacía de "agente de bolsa", con lo que pesaban todos aquellos paquetes.

Hay muchas clases de mujeres, pero las mujeres como Mami aportan al mundo un toque insufriblemente inmovilista, monótono y asfixiante, estrecho de miras, insuficiente, egoísta, corto de vista, patizambo, frívolo, escaso, difícil.

Muerte a las Mamis que convierten a los mauricines de turno en peleles eternamente insatisfechos.
Muerte a las hijas de las Mamis, que convierten a los peleles en autómatas.
Muerte a quien convierte a los hombres en mercancía por miedo a querer, porque la vida es un puto boomerang.
Y la mierda acaba siempre en la cara de quien sólo pasaba por allí.

Del resto de mujeres, dejemos hablar a los expertos:



Grietas


Cuando por fin tuvo la lucidez de mirar hacia afuera, dudó.
Demasiado tiempo poniendo parches para parecer aquello que quería ser y que no era, sujeto por andamiajes tambaleantes... había que salir a la calle.

Se afeitó con mimo y recordó que la única mujer por quien hubiera dejado el cálido nido de mami sin mirar atrás se mantenía inmóvil cada vez que realizaba aquel ritual mágico. Enjabonarse la cara, llenar de agua caliente el lavabo, contemplarse de esa guisa, desnudo, adormilado aún, frente al espejo, verla en segundo plano, callada, encantada, atenta a cada pasada de la cuchilla por su cara, conteniendo la respiración para evitar accidentes...
Sabía prolongar la liturgia para regalarle y regalarse miradas silenciosas y complicidad a raudales.
Indefectiblemente, tras el aclarado, ella restregaba la nariz por su cara qué bien hueles, a jabón, a limpito, a recién planchado, y se entregaban a un curioso intercambio de inspiraciones, en busca de olores nuevos, matices en la piel del otro, gruñidos de animalillos en celo y protestas por la dureza de esta vida que nos hace trabajar cada lunes y cada martes.

Se fue harta de afeitarse los cuernos, de reprimir las ganas de empitonarle la femoral, una buena cornada con dos trayectorias en el triángulo de Scarpa habrían hecho mejor justicia. Harta de comerse los faroles, las manoletinas y las revoleras, harta de sus cambios de tercio, de sus espantás, y de aquella horrible costumbre de torear-la con el pico, alejándola con la menor de las elegancias. Zafio.
Harta de escuchar los olés de sus palmeros, herida de muerte ya, dejó un leve rastro de Eau de Rochas en el ambiente y desapareció subida en unos tacones de vértigo.

Afeitarse recordando todo aquello fue dejando un par de surcos longitudinales que labraban el jabón de su rostro inexpresivo.
El hueco que ella había dejado a la izquierda del espejo le resultaba un abismo insondable.
Si no fuera porque era quien era, se podría haber pensado que tenía sentimientos, y que aquello era un llanto callado por quien le hacía sentirse bueno, cálido, humano.
Aprovechando que era abril, decidió diagnosticarse un potente acceso de alergia.

Regalo


No se lo digas a nadie...

Ayer nos contó que las dos únicas veces que participó en esa chorrada del amigo invisible, se quedó sin regalo. Desilusión.
Por eso nunca participa, da igual cuánto insistas.
Me rompió el corazón... me quedé triste y perpleja.

Este año, aunque odio el amigo invisible y me parece una chorrada de primer orden a la que me apunto por no dar la nota, haré dos regalos.
El que me toque por papelito y el de él.

Pero calla, eh? que es un secreto. Y esta vez sí que me hace ilusión.

Bombero


... que no sé cómo haré para compensarte.
Pero sólo en cables, cuerdas y botas de pocero debes de gastarte un dineral todos los meses.
Esta costumbre arraigada de caerme en los pozos de mierda empieza a irritarme.

Supongo que debería graduarme la vista, llevar chaleco antibalas, casco y escudo.
Supongo que ir a pecho descubierto para volver a moco tendido
no es lo que se dice triunfar.

Pero siempre es mejor que dejar que el miedo te paralice.
Triunfaré. Conjuraré los maleficios. Dejaré de pisar mierda.
Y te lo devolveré multiplicado por millones y trillones.
Te lo juro.

Decíamos ayer...


Los días buenos madrugaba.
Se comía una manzana y salía a correr un rato por ahí, aprovechando la cercanía del monte. Pero no un monte cualquiera. Un monte civilizado, del que habían huído los jabalíes y las culebras. Un bosque preparado para que los seres humanos, superiores en tantísimo, pudieran tirar por la borda los excesos cometidos cada vez que se sentaban ante la mesa.
Aquello de alimentarse había dado paso a la gran cultura de la gastronomía, de la que no todo el mundo participaba.
Pero nuestro Mauricín sí.
Mauricín se cuidaba como un pichón, lo cual incluía un desayuno preparado por Mami consistente en un zumito de naranja lo primero de todo, para darse después una ducha y, pasada media horita, sentarse ante un opíparo (y ovíparo, que había huevos fritos) desayuno con su periódico del día, recién salido del buzón. Un buzón de derechas de toda la vida que recibía el diario, la hoja parroquial y las facturas e informes de los estados financieros del niño y su mamá, que a la postre eran los gestores de la pasta gansa.

Costurera hábil, cocinera aceptable, proba observante de las normas de aquella inmarcesible Pilar Primo de Rivera, que tantos escalofríos produciría en las infinitas fallidas futuras nueras, Mami había sido educada en las monjas y, al ser hija única, había heredado una pequeña fortuna. Malgastaba toda su energía en obtener una sonrisa diaria, sólo una, del tacaño Mauricín, soso por definición, estúpido de profesión. Desagradecido por educación.
Los dineritos de Mami habían sido gestionados con suficiente buen criterio por don Mauricio hasta que el vástago del matrimonio tuvo suficiente edad, y sólo eso, como para hacerse cargo de la administración de los bienes familiares. Y como si de un Scalextric se tratase, firmó doña Mami los poderes para que el Niño se divirtiera con los millones como si fueran billetes del Monopoly.
Coches por aquí, viajes por allá y esa inconfundible imagen de catetillo vestido de marca bien visible, de pies a cabeza, reloj tamaño lata de sardinas, gomina hasta en las cejas y mirada de reojo (a ver si me miran, jo...).
Mauricín era una auténtica golosina para la viborilla de su barrio.

-Vaya cochazo, Mauricín... ya sabes lo que dicen...
- Llámame Mauricio, bonita.
- No me llames bonita que mojo la braga, Mauricín... y con ese cochazo, está claro que no vas a poder resolverlo...
- El qué?

Los días buenos, decíamos ayer, madrugaba...

Tatuaje


Es como prolongar durante horas la sensación de una mala noticia.
Es como una tupida manta de pastor, vieja y áspera.
Es un eterno retorno, tan previsible como inevitable.
Es mirar en todas las direcciones que se te ocurren y no encontrar nada.

Hoy me ha hecho llorar.
Me ha hecho sentirme impotente, terriblemente impotente.
Y se ha apoderado de mí una tristeza honda y viscosa,
una soledad infinita, tatuada, indeleble.
Maldito reloj. Maldito domingo.

Arpía


Claro... ahora que me ha dado por escribir "ficción" (déjenme poner comillas, que las uso poco), resulta que me quedo sin mi sitio para el quejío diario.
Pues no.

Haremos un espacio mixto, de jamón y queso, y allá cada uno con lo que quiera interpretar.

Hablaremos hoy de la bonita expresión "sembrar la insidia".
Clase magistral o cagalera individual, a gusto del lector (sufrido, se me olvidaba).

El diccionario de la R.A.E. dice que insidia es Palabras o acción que envuelven mala intención.
También dice que es sinónimo de asechanza, así que veamos...
Asechanza: Engaño o artificio para hacer daño a alguien.
Coño, la R.A.E., lo bien que se explica... se entiende todito.

O sea, hablar de uno, pero no bien, antes al contrario, buscar la manera de joder a esa persona, por una vía o por otra. Y si para eso hay que mentir, pues vale mentir... ah, que es decir la verdad de forma... torticera ( adj. Injusto, o que no se arregla a las leyes o a la razón.) ?? pues bueno... aceptamos barco como animal acuático...

Hay quien siembra la insidia por deporte, porque eso es lo que ha aprendido en su casa, y ni siquiera es consciente de que toca los huevos, y mucho menos en qué grado.
Lo llamaremos el insidioso congénito. No toda la culpa es suya. Es más frecuente en la mujer que en el hombre... pero eso, miratú, es más cultural que otra cosa, y asistimos bastante ojipláticos a la inversión de la tendencia... pero si nos toca mejorar a las niñas, aunque sea porque los niños empeoran, putamadre.

Y tenemos un segundo grupo, que no siembra la insidia por sistema, sino de forma puntual, metódica y finamente organizada.
Percibes cómo te va acorralando, cómo va creando un grupo de adheridos, cómo se desvelan los intereses creados, cómo genera dinámicas de simpatía/antipatía y mueve todo el cosmos sólo para hacer ver que puede hacerlo.
Este tipo de insidiosos, daremos en llamarlos tontoloscojones.

Argüiré y justificaré el uso descarado de esta nomenclatura lo mejor que sepa, Señoría, se lo prometo.

El tontoloscojones (si es una hembra, es tontaloscojones, pero las características que le aplican son idénticas) es un espécimen que pulula por todas las capas sociales, aunque se deja ver bastante en la zona catetil.

Digamos que son los tontoloscojones vistosos. Gracias a ellos, todos sabemos qué es un tontoloscojones.

El cateto, por definición, es poco hábil cuando pretende sembrar la insidia. Así, se olvida de hablar bajo, de callarse cuando un individuo que no es de su pandi entra en escena, de borrar textos de ordenadores comunitarios, de avisar a sus adláteres de que el objeto de su encono es, aunque no santo de su devoción, sí digno de todo el respeto... y que una parte importante de su trabajo está en manos, fíjatetúquécosas, del objeto de su encono (que hay que ser gilipollas para no ir directamente y decir: oye, TAL , oye, CUAL, oye, TÚ, noséqué...)


Y por no llamar GILIPOLLAS al insidioso consciente (provenga o no de la clase catetil, descrita por ser más paradigmática, pero que no excluye su existencia en la noble clase alta, que el hijoputismo no discrimina), le llamo TONTOLOSCOJONES, y mayormente uso el genérico, porque la verdad es que, en este caso, es una tía.

Es lo que tienen las vacas sagradas... a partir de ciertos momentos, habría que proporcionarles buenos retiros, o buenas movilidades geográficas, que no se acomode ni dios, que no estamos trabajando con melones, aunque algunos lo parezcan. O estamos, o no estamos. Pero de cuerpo presente no, por favor. Un respeto a "los melones", que te van a curar el cáncer dentro de diez años. Si son repetidores, doce. Pero te lo acabarán curando.

Que nada... que compañeros chungos tiene todo el mundo, pero que a mí me ha dolido.
Y he fumado. Sólo uno.
Y estoy jodida, porque yo soy franca y no me gusta que hablen mal de mí sin que se me dé la opción de defenderme. Aunque entiendo que no me la quiera dar. Por si acaso.

Y también porque todo esto no es más que un calentón (suyo, yo soy fría como el hielo para con las féminas) porque no quise casarme con ella. Pero profesionalmente tengo vocación de elemento suelto, solterísima e independentísima. Y en lo demás, cada día más, también.
Y no quisiera cagarme dentro, pero me queda bien poco de convento, y no pienso renovar votos, que voy de nómada en toditos los aspectos de mi vida salvo en la marca de pintalabios y perfume, ahí mi fidelidad es enfermiza, oye.

Pues nada... que cuando el diablo no tiene que hacer, con el rabo mata moscas. Sin embargo, yo estoy muy ocupada, así que voy a ver si me resbala y no vuelvo a fumar por culpa de una vaca, por muy sagrada que sea.

Mañana* hablaremos de la mamá de Mauricín, o del propio Mauricín, que cada vez que pienso en él me salen granos en las orejas, qué repelencia de criatura, por favor!

(*) Mañana en el sentido en que lo usó Fray Luis, no me jodan.

Jaimeeeeeee---- (3)


Confesaré humildemente, querido gatomío, que este fragmento me ha resultado especialmente evocador, especialmente gozoso, como los misterios del rosario.

MAURICÍN

Ya de pequeñito se le veía así como tontorrón, despistado, medio ido, medio lelo, modorro en su totalidad, la vista perdida en lontananza o barlovento, que para el caso era lo mismo, y un curioso tic que se activaba cuando se le sacaba de su idiocia. Entonces, parpadeaba ciento cincuenta mil veces en dos nanosegundos y parecía aún más imbécil. Una vez parpadeado convenientemente, atendía a la segunda, respondía sin pensar lo que estaba diciendo y convertía una simple pregunta de respuesta sí/no en una conversación para besugos de alto standing.

Mami le defendía, le cobijaba de manera enfermiza bajo el ala, alegando que su chiquitín Mauricín tenía una vida interior muy activa, y una sensibilidad muy desarrollada.
Papi lamentaba el comentario y respondía que lo excesivo en el niño era la ropa interior, y que eso era lo que hacía que su sensibilidad al frío fuera tan exagerada, que mejor sería dejar más suelto al chico, que le diera el aire, que estaba amariconao perdido y más o menos gilipollas en función de la estación del año, aumentando clamorosamente en la primavera, como era de suponer.

Al chico le vino de perlas que mami se sintiera inútil si no cuidaba del chiquitín. Casi cuarenta tacos marcaba el cuentakilómetros de Mauricín y andaba mareando perdices con cara de cateto endomingao y camisa de cuadros de manga larga con vueltita de puño en el buen tiempo, mientras mami le preparaba el menú, le cambiaba cada dos días las sábanas de hilo y le ojeaba mozas de buena posición y mejor trapío que tenían todas las de perder si eran listas, porque no pasarían por el jugoso tálamo de Mauricín.
Lo único que tenía grande aquel cenutrio era la cuenta corriente.
Papi languidecía contemplando el vago redomao que había consentido criar.

No hubo más hijos.

El pequeño tirano con cara de tortilla de patata mal cuajada succionó culpabilidad maternal, acaparó para sí toda la atención y dejó sin sustento sentimental (ni del otro, huelga decir) al pobre papi, que no tardó en encontrar consuelo en los brazos de la dueña de una mercería de barrio, muy fina ella, muy de provincias, manicura rosita perla, muy de tapetes de ganchillo en los brazos del sillón, que tenía la insólita habilidad de recitarse la letanía del rosario en latín en lo que le duraba el éxtasis con don Mauricio padre.

Es de justicia decir que don Mauricio siempre fue un hombre taciturno pero muy cumplidor, y a una hembra no se la podía despachar con faenas de aliño. Se entregaba, sudaba la gota gorda y la mediana, y arrancaba devotos gemidos a Mariví en la trastienda, entre cajas de filtirés, canesús, cintas de terciopelo de cien colores, hiladillos variados, cremalleras, corchetes, fajas tubulares y sostenes corseteros

Mater castissima, ora pro nobis
Mater inviolata, ora pro nobis
Mater intemerata, ora pro nobis
Mater inmaculata, ora pro nobis...
Ay, Mauri!!! Maurimaurimaurimauri!!!!!
Qué ricooooooooooommmmmmmmm!!!!!

Qué felices eran los días de Mariví!
Qué sietemachos se sentía don Mauri, que marcaba el ritmo de sus empellones con cada Mater que exhalaba la dulce, modosa, ardiente e insaciable Mariví!
Aquello era un hombre, y no el zurriago de su hijo!
Aquello eran faenas de dos orejas, rabo, vuelta al ruedo, indulto al astado y vuelta a empezar, por el amor de Dios, Mariví, que no puedo con mi alma!
Y Mariví sonreía, picarona y provocativa, le ponía morritos y don Mauri se reencarnaba todas las veces que hiciera falta, que aquella mujer, gloria bendita, milagrito de última hora, no pedía pan, y daba tanto como quitaba.

Justicia poética!

Jaime... (2)


M'has tocao lo que no suena.
A ver lo que dura :)


Lo cierto es que se sentía algo cansada, algo harta, algo perdida.
No terminaba de encontrar la excusa adecuada para reinventarse, y andaba tropezando consigo misma y sus flecos eternos.
Si la vida hubiera sido más benevolente, le habría proporcionado alguna herramienta cortante para poder dejar atrás tanto...

Pero la vida era rácana para con ella, y, a decir verdad, tampoco ella trabajaba mucho aquello del borrón y la cuenta nueva, así que arrastraba el miedo de uno, la apatía del otro, la desconfianza de alguna, la soberbia y la impudicia de otra, el no pudo ser del único que supo llegar hasta el fondo del meollo y que fue expulsado del paraíso, por si acaso se le ocurría instalarse.

Se le quejaban: no te dejas querer.
Se defendía atacando: para qué?

No estaba claro si era el miedo a ser abandonada el responsable de aquella continua huida hacia adelante. Quizá el problema era un nivel de exigencia perfectamente inasumible para cualquier mortal del sexo opuesto. Leer el pensamiento no es un atributo considerado humano.
Quizá por eso, porque necesitaba sentirse necesitada y no necesitar a nadie, decidió vivir de enseñar.
Nunca echaría de menos a nadie más allá de un rato indefinidamente corto. Y sin embargo, tenía la plena consciencia de que podía hacerse inolvidable para los restos, para un par de veintenas anuales de proyectos de personas.
No había mejor propuesta.

Al fin y al cabo, para follar no hace falta encontrar un príncipe azul... más bien miles de imbéciles eventuales con una buena polla era una solución mil veces más eficaz. Y ya se sabe, que Dios da pañuelo a quien no tiene mocos, así que cuanto más tonto, mejor. Hortelano tonto, patata gorda.

El plano intelectual lo podía solventar por otras vías.
El plano emocional lo resolvía a solas, llorando, pero sólo en el caso de que otras cien mil maniobras de evitación, procrastinación y (de nuevo) huida, no hubieran funcionado.

Pero para pasar a la posteridad necesitaba a los niños.

Así las cosas, configuróse como una especie de personaje esquizoide, de extremos escalofriantes y apariencia sólida, controvertida, eficaz, tajante.
Profesional polémica por sus métodos poco ortodoxos, compañera inquietante, ácida y soberbia, colaboradora y solidaria, hija rebelde, madre atípica, sufridora y empática, relaciones públicas inigualable, militante visceral del partido misántropo (esto va porque no tengo nada claro que exista la palabra misántropa, y Bibiana Aído me parece una cateta de primer orden, y su miembra me traumó), amiga fidelísima, débil y complaciente.
Un caramelito para los estudiantes de último curso de psiquiatría.
Una auténtica perra.

Poderoso caballero...


Yo no sabía nada de esto, pero me apunto a lo que tiene sentido común.

Que un hijoputa de este calibre se chotee hasta de su madre, me parece el colmo del despropósito. Que una cosa es ser tolerante y otra muy distinta, ser gilipollas.
Y yo ya he entendido eso de los límites, y a éste, que paga por cientos, no le daba yo ni la hora. Por cabrón y por chorizo, por chulo y por cateto (será "Cachuli" la mezcla de "Chuli" y "cateti"? Dios... otra paja mental repentina!)
De todos modos, lo tengo fácil... yo no veo la tele, pero como tengo la peor suerte del mundo, fijo que si la enciendo, me aparece el careto de este mamón.

Que no, hombre, que no puede ser tanta gilipollez, tanta frivolidad, tanta corrección política.
Entre estos elementos y las hienas despreciables de Telecinco, este país parece una república bananera, joer.
Apagad la tele y coged un libro, queridos.
Que se note de dónde eran Lope, Calderón, Quevedo, Cervantes, Muñoz Molina, Clarín, Lorca, Machado...

Jaime...


Mientras Lope se quejaba de que Violante (Yolanda para los amigos) le mandaba hacer un soneto, somos unos cuantos los que recibimos reprimendas por no sentarnos a escribir "en serio".
Creo que me puede precisamente el pudor del que prescinde el personal cuando viene a comentar aquí...

Bien... aquí una mini-producción que dedico a mi gato del alma, padre de ese hijo nuestro que una bruja mala encerró en una torre.
Con amor, Gato, y en la confianza de que, antes o después, nos reiremos (más aún, y en público) de la bruja, del amo del calabozo y del cuento en general, y tendremos más hijos. Total, sólo es ponerse...

MALA SUERTE

No sabremos nunca si la pobre era así de nacimiento o las circunstancias de la vida fueron conformando aquello que al primer golpe de vista era una persona, sí, tenía por lo menos esa pinta, cabeza, tronco y extremidades, pero más bien era un dolor de tripa encubierto.
Sus rasgos no dejaban concretar demasiado su edad, pero yo siempre pensé que tendría tres o cuatro años más de cuarenta.
Tenía los ojillos pequeños y esquivos, llevaba gafas bastante pasadas de moda y bastante sucias siempre, sujetas sobre una nariz con una base ancha, carnosa y desagradable a la vista, como la nariz de un borracho. Labios finísimos, dientes muy pequeños, aspecto como de ratón. De rata, sería más preciso.
No era rubia, ni morena, ni castaña... tenía el pelo de un color milagroso, como la chupa del dómine Cabra, tan entrañable como repugnante. Un pelo de alambre de color indefinido.

No pronunciaba. Las escasísimas veces que la escuchamos hablar era realmente complicado entender bien lo que decía, porque suplía la articulación de algunas consonantes con otros sonidos. El efecto era curioso, porque si no la mirabas, la entendías. Pero si mirabas sus labios cuando hablaba, se generaba una distorsión entre lo que veías y lo que oías que te sacaba de la conversación para no poder recuperarla más.

Olía mal. Olía a viejo, a húmedo, a cueva, a encierro.
Olía a tristeza y a pan de ayer, a desabrigo y a tocino rancio.
Apestaba su amargura a cien mil kilómetros de distancia.
Una vez que entraba en tu campo sensorial no podías despojarte de aquel olor ponzoñoso que te llenaba de congoja y te hacía arrugar la nariz, como cuando te arriman el amoníaco, o hueles una mierda de perro por la calle. Ofendía.

Molestaba, jodía, intrigaba, mentía, interrumpía, daba polculo continuamente. Vivía del cuento, de la buena fe de los que la rodeábamos. A su paso sembraba un chaparrón de silencio denso e incómodo, como una arcada colectiva, un regüeldo de ajo.

Uno a uno nos fue minando la moral con su desfachatez y su afectación de enferma imaginaria e histérica, capaz de todo. Estoy segura de que sería capaz de vender a su madre, de acostarse con su cuñado o de desfalcar al mismísimo Winnie the Pooh.
Cuando quisimos darnos cuenta, no teníamos otra conversación que ella, y por supuesto hablábamos mal. Muy mal.

No discutíamos, ni siquiera le dirigíamos la palabra, pero eso no parecía importarle demasiado. Nunca tuvimos el valor de enfrentarnos a su aspecto manso, nos daba miedo y cierto asco, como ese asco que te entra cuando tienes que encajar la mano de alguien que te la ofrece fría, sudada y blanda. Mano pescao. Toda ella era así. Blanda, fría, repugnante como un sapo lascivo, como una trucha pasada de fecha, maloliente, fría y viscosa.

No la echábamos de menos cuando faltaba meses de forma fraudulenta, no la necesitábamos para nada.
No pregunté por ella en junio, en la cena de fin de curso. Era una insociable. Lo raro es que hubiese acudido a una reunión donde demasiado bien sabía que no se la iba a recibir con vítores.
No la encontré en septiembre, a la vuelta de vacaciones de verano.
Y tampoco pregunté, la verdad.

Hoy he tenido un pensamiento tenebroso, tanto tiempo sin verla, pero al girar la cabeza me he distraido solita, viendo al señor Juan, y se me ha ido el santo al cielo.
Me emociona ver al señor Juan, el conserje, regar un montículo que se ha inventado en el patio del cole, y que debe de abonar más que el resto de la zona de jardín, visto el buen ritmo al que crece un arbolito nuevo que parece un haya. Y los pensamientos que adornan el pie del árbol también están tremendos de flores, a pesar de los fríos nocturnos.
Tiene buena mano para las plantas, el señor Juan, y un sentido del humor un tanto negro, a mí a veces me escandaliza, porque tiene muy poco respeto por los feos, por los minusválidos, por los muertos. Cuenta unos chistes que rompen con todo lo establecido, con todo lo políticamente correcto... cachondísimos pero muy bestias. Con esa voz un puntito aguda, un puntito dulce de anciano rijoso y pasota, te compara un paralítico con una cucaracha en menos que canta un gallo. Y no se despeina, entre otras cosas porque no le importa lo que pienses, pero además porque es calvo como bola de billar.
El señor Juan es un buen tipo que siempre que le pides un favorcito te lo hace y con sonrisa en los labios, que es como mola que te hagan un favor.
A mí me ayudó a descargar el acuario, y le tengo encargado que engrase las bisagras de la estación meteorológica, que con el rocío se oxidan. También me vigila el huerto y me presta herramientas. Lo tiene todo niquelao.

María y yo nos guiñamos el ojo todas las mañanas, dejamos a nuestros alumnitos jugando al fútbol en el patio y nos quedamos embelesadas contemplando cómo el señor Juan cuida de nuestro nuevo árbol, y mientras tanto nos calentamos las manos con un cafelito con leche, buenísimo para la garganta, dicen.

María siempre dice mientras sorbe su cortado con mimo para no quemarse, que fue de una patada en el chichi de una de sus cien mil sustitutas de falsas bajas.
Yo creo que fue la toalla que le hizo tragar la de música, pero también dudo si no sería el de inglés cuando le arreó aquel gancho de izquierda... quizá le tocó alguna vértebra vertical, que diría mi cuadrilla de futuros médicos... quizá un empujoncito tonto, o una grapadora traicionera que escupe a las sienes... vete a saber... un colegio es un lugar de alto riesgo, saben?

Qué lindo crece el árbol.
Eso es lo que importa.

SOS


Algunas veces vivo y otras veces
la vida se me va con lo que escribo.
Algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo
que te arañe el corazón...

Me preocupa este nuevo acceso de sabinitis aguda, la verdad.

Os llaman la atención los símiles que utilizo a veces para no decir abiertamente lo que sí digo bajo recursos estilísticos sobados y manidos.
Si Quevedo levantara la cabeza me daría una colleja king size.
Os gusta que os transmita mi emoción, y a mí me gusta hacerlo, porque no me cuesta trabajo y es agradable saber que os puedo conmover.
Os gusta reir conmigo, o de mí, o de mi forma de contar las cosas.
Y a mí me gusta saber que puedo dibujar una sonrisa al final del día, que buena falta nos hace a todos, que no?

Pero hoy no tengo un símil para explicar que me estoy dando cabezazos contra la pared, y que esta pared es dura, rugosa, con aristas... y no dejo de darme cabezazos contra la pared de manera obsesiva.
Porque esta pared no tendría sentido sin mis golpes.
Y me pregunto cuándo sacará brazos y me contendrá, y me albergará, y entenderá que intento dar sentido a su existencia, que es lo que ando buscando.
Me pregunto si las paredes tienen la facultad de semejante cosa, y mucho me temo que la respuesta es un no rotundo.

También pienso que yo sí podría vivir sin más golpes.
Volver al desierto, plácido y muelle, cicatrizar, crear callo, anestesiarme y mantener las constantes vitales. Y sólo eso.

Venga... propón un símil, a ver si me sale un post decente, que hace mucho que no escribo nada potente.
No vale el tenis, el frontón, la pelota vasca ni similares.
Tropezar con la misma piedra sería demasiado fácil.
Estrújense el cerebro mientras me plancho el corazón.
Les espero.


Secuencia infernal


Todas las mañanas levanto un castillo con torreones, almenas, puente levadizo,enormes chimeneas, foso, banderas y caballerizas.

A mediodía más que castillo es un adosado de medio pelo con las camas sin hacer.
Por la tarde se me convierte en una choza, y al final del día tengo la sensación
de pasarme la vida fregando los platos de otros.

Al día siguiente, vuelve a ser un castillo.
Y por la noche, una choza infecta.

Y así desde el origen de los tiempos.
Y hasta el final.

Quinto y sexto.


Manuel y Víctor nacieron ayer, a las cuatro de la tarde, los dos.
Curiosa sincronización de la que (supongo) mi madre no habrá dejado aún de echar pestes. Una posibilidad entre millones...

Son preciosos, los dos, y estoy tan cansada en todos los aspectos de mi prosaica vida, que no tengo un ápice de inspiración para darles la bienvenida. Hasta estos tres minutos son robados a Morfeo, que me montará la típica escenita de celos.

Qué pena!
Ya os daré lo vuestro y lo del inglés, cariñitos.
Dejadme que me sobreponga, que no puedo ni con las uñas.

Preciosos. Son preciosos. Sólo tengo fotos, pero son preciosos.
No damos para más...


Cuidado!


- Buenas...
- Hola, dígame.
- Vengo a recoger el alta y (en un susurro) a pedir hora para el gine.
- P'AL GINECÓLOGO???
- (zorra, sólo te ha faltado decir coñólogo... diez personas detrás de mí...)
- Sí...
- Pues mira, tienes suerte, toma el alta y sube, que hay una cancelación y te puede ver ahora mismo.
- Ahora??? (malas cartas... yo iba con el tiempo pegado, pero bueno... si no, hay espera hasta marzo)
[...]
- Señora Tormento?
- Sí...
- Padentro!!!
- Siéntate... qué te pasa?
- Pues se podía haber leído el post anterior, doc!
- Pues cuenta, cuenta.

Y le pongo en antecedentes.
Me mira de hito en hito y me dice que si no se me ha ocurrido pensar que estoy embarazada, con sonrisa paternal, el modorro.
- No estoy embarazada. Las posibilidades a mi alcance ya las he eliminado yo solita.
- Tienes cuarenta del ala.
- Síííí (joder... tampoco hay que ensañarse).
- Pues esto es lo que pasa cuando se tienen años, reina. Pero pasa, pasa, que te miro en un momento.

Yo me pregunto por qué diablos dicen "te miro" si lo que hacen es palparte las anginas por el lado que no es.
No miran nada, realmente dirigen la vista hacia un punto indeterminado entre la pared y el cristal de sus gafas.
Miro al techo... espero... no, daño no me hace, pero risa tampoco me da. Tiene más años que las pirámides. Juntas las tres más grandes, Keops, Kefrén y Micerinos, o como se diga.

- No tienes quistes... esto está bien... esto también... las tetas....
- Las tetas me las miraron hace diez días, por favorrrr!!
- Vaaaaaleeeeeee...... qué carácter! seguro que no tienes un poquito de SPM?
- (Cabrón...) Ni gota. Por eso vengo.

Que nada... que me estoy haciendo mayor, que cuidadín con embarazarme, falsas alarmas, no pasa nada, relaja... ahora los nervios los focalizarás "ahí"...

- Oiga, pues me va a ir ligando las trompas en un momento, no?
- Para qué?
- Doctor!! Para vivir tranquila (no le voy a decir pa follar a gusto, aunque me hubiera entendido antes, claro)
- Déjate de tonterías, no necesitas más que tener cuidado.
- Pues anda que no hay Marías Yessicas de los Cuidados por ahí sueltas! Y Jonathan de los Cuidados? Pa completar plantillas de cadenas de montaje durante seis mil años.
- Que tranquila, que seas responsable y que te vayas a tu casa y no le des más vueltas. Tienes los años que tienes y el cuerpo va avisando. Estamos?
- Estamos apañaos!!

Mañana robo la plastificadora del cole.
No tengo nada más que añadir.

O sí... que a mí, con los años, me pasa lo que a Joaquín... molamos mucho más.
Pa muestra, un botón.

Puntitos


Lo malo de tener una mala salud de hierro es que siempre estás tocada y nunca tienes nada.

Hace diez días que se me quebró la voz, y ayer intenté incorporarme al cole. A los diez minutos de conversación volví a quedarme muda. No hay nada funcional. La exploración es normal (sí, como estas tetas, recuerdan?).

Como soy una enferma de tiroides, o me afinan la dosis con un cuidado inmenso, o me dan unas depresiones que me incapacitan para todo lo que no sea llorar.
Como no tienen ni puta idea de qué hacer conmigo, pero bajo ningún concepto lo van a reconocer, me suben las dosis hasta el borde del infarto, parezco una pastillera, apretando las mandíbulas y con los ojos como platos, que un día se me saldrán de las cuencas y los llevaré colgando sobre las mejillas.
Y vuelta a empezar... entonces me bajan la dosis y me pillo una depre la mar de romántica, me siento super desgraciada, a lo Marguerite Gautier, y me doy leña hasta límites que alguno que otro de los de por aquí ya conocen. Entonces te arrean un año de antidepresivos que te quitan las ganas de revolcarte con los hombres, que es la única gracia que tiene esta vida de perro chungo, y me ponen japiartificialdelamuerte hasta que deciden que hala, maja, que ya te lo has pasado bien suficiente tiempo...

La última de esta delirante secuencia es que he estado supuestamente embarazada durante una semana.
No me digan que no vivo una vida apasionante, un capítulo delirante por día, y algunos días, DOS.
Las analíticas decían que por fin estaba relativamente bien... quizá un puntito acelerada, pero eso es garantía de mantener la depre a buena distancia. Como una rayita, dice el cabrón del médico, como si todos tuviéramos que saber y aprobar...
Los síntomas no hablaban de embarazo ni por asomo, la cabeza no era capaz de hacerse a la idea de semejante desmán... lo que me faltaba. Pero como, al parecer, estoy un puntito sobredosificada, pues los nervios han trabajado que pa qué te cuento...

El SPM (Síndrome Pre Menstrual para ellas, Su Puta Madre para mí) no había hecho acto de presencia en estos últimos días, de ahí la ausencia de mis posts más melancólicos y desangelados. Espero que lo sepan apreciar en lo que vale!

Total... que ahora no sé si estoy menopáusica, hipertiroidea, impermeable o acústica...
En todo caso, descartado el disparate de una barriga a los cuarenta, hasta una verruga en la punta de la nariz me parece un mal menor que celebraré fumándome un pitillito en cuanto acabe con esto.
O sea, ya.

Por la gloria de sus benditas madres, señores,
mantengan a los médicos lejos de sus augustas personas!!

Y me da igual que la música no tenga nada que ver... o sí.
Esos escenarios son mi casa, y hoy la echo de menos, con Joaquín o sin él.

Interferencias.


El tedio dominguero acostumbra a convertirse en cabreo.
Cuando uno se aburre, o bien se deprime y se lamenta o bien se dedica a molestar al prójimo, a buscar que alguien te haga caso.

A mí me cabrea estar aburrida, y aunque reconozco que a veces busco un poco de aburrimiento, luego no sé qué hacer con él...
Me pongo a filosofar conmigo misma. Eso que yo denomino pajas mentales.

Me doy cuenta, tirando de un par de hilos, de lo que llega a mentir(se) la gente. De lo zafias que son las mentiras y de lo poco que avanzan. Patitas cortas.
Me doy cuenta también de lo absurda que es la vanidad, y de la necesidad de protagonismo de algunas personas.

Nos vamos a morir igual, ricos o pobres, famosos o anónimos.
Así que me ahorro el esfuerzo de perdurar (sólo soy un accidente) de mentir(me) (pa qué?) y de hacerme rica (con llegar a fin de mes estaría más que satisfecha).

Sólo pido un poco de coherencia, a saber: no mientas, no alardees, no aspires a que te haga caso. Eso es iniciativa mía, y pocas cosas me estimulan, cada vez menos. Pero cuanto más esfuerzo ajeno detecto por captar mi atención, con más intención giraré la cabeza hacia el lado contrario.

Sobre mis intereses decido yo. Sola.
Como en el resto de asuntos de la vida.
Por decisión propia.


Justicia


Me preocupa bastante, más que nada porque va a tocar la fibra sensible de muchos de nosotros.

La iniciativa de Garzón, digo. Nadie queda a salvo.

No entraré en si es o no justo que determinadas familias recuperen y entierren a sus seres queridos en mejor lugar que una triste fosa común en una cuneta. Es justo. Justo y necesario para que tanto los vivos como los muertos descansen en paz. Es justo reivindicar la memoria de todos los que fueron condenados al olvido.

Digo todos, que todos hicieron el hijoputa. No en vano estamos hablando de una guerra civil que se llevó por delante un millón de almas. Que no se nos olvide.

Yo no tengo dudas sobre mis principios. Sé muy bien de qué lado estoy, por convicción personal, por haber estudiado bien en profundidad aquella época, porque soy afortunada y la educación que he recibido ha sido respetuosa para con mi forma de pensar.
Sé muy bien de qué lado (justo el contrario) estuvieron mis abuelos, sé lo que sufrieron ante tanto desmán, básicamente porque si eres un adolescente tampoco tienes la cabeza en cargarte a tu vecino, y sin embargo es lo que toca... eso, o que el vecino te mate a tí.

Mi abuela materna fue "reclutada" con dieciséis años para hacer de tabernera-lavandera y vete a saber qué más de las tropas "nacionales". Presenció la matanza de los italianos en Guadalajara, abandonados a su suerte. Conserva colgada del cuello una medalla de plata de un tal Piero que murió en sus brazos. Veinte años tenía Piero, tú dirás...
Antes, los rojos habían intentado matar en dos ocasiones a su padre (permítanme, queridos lectores, que utilice el lenguaje que ha utilizado ella toda la vida cuando nos contaba estas cosas). Se tuvo que echar al monte y vivió de bellotas y pájaros durante un mes. Al volver, lo volvieron a coger, lo ataron a un árbol y por arte de birlibirloque se zafó de las cuerdas, echó a correr y pasó otra buena temporada en el monte, temporada en la que le dieron por muerto.

Pasados los años, cuando está lúcida y no da por culo, mi abuela dice que las ideas políticas sólo sirven para hacer daño. Que buena vecindad y buenos modales, que en eso se basa todo. Que nunca más el horror de la guerra y las humillaciones que presenció en la posguerra.

Mi abuelo paterno fue reclutado por el bando republicano (lenguaje que utiliza mi padre, más respetuoso con las modas) a la tierna edad de dieciocho años. Era de los pocos que sabía leer y escribir, así que Líster, el general Líster, un hombre con un temperamento fortísimo, le nombró escribiente. Pero eso no le libró de entrar en combate.
Una vez, llegó una carta a manos del general. Mi abuelo presenció cómo, después de leer las noticias que le llegaron, supuestamente malas a juzgar por la reacción posterior, el general, sin inmutarse, sacó la pistola y mató de un tiro al mensajero.
El abuelo pensó que si era capaz de cargarse a sangre fría a un pobre chaval que venía derrengado por traerle la carta rápidamente, qué no le podría hacer a él... así que en plena batalla del Ebro se atravesó el río a nado y se pasó de bando... supongo que el no tener fundamentación política y el miedo a morirse por el cabreo de otro conforman un cóctel difícil de controlar. No le juzgo. El miedo es el gran eximente.

A la segunda mujer de mi abuelo paterno, los rojos la torturaron, la humillaron, la metieron en checas con agua hasta las rodillas durante meses, la acusaron de facha y luego, cuando la soltaron, la cogieron por banda los otros... y la acusaron de roja, le afeitaron la cabeza, la hicieron fregar el suelo de la iglesia de rodillas, la insultaban por la calle y la escupían... no les parece demencial? Todo esto sucedió en un pueblo que HOY tiene dos mil habitantes.

Todos hemos tenido abuelos, y todos tenemos historias como éstas que me estremecen más hoy que la primera vez que las escuché.

Siempre pensé que no era asunto mío, que era agua pasada, hasta que a los veinte años, un muy buen amigo mío me espetó que mi abuelo había formado parte de esas cuadrillas de represores de la posguerra que señalaban con el dedo a los rojos y les humillaban, como habían hecho con Julia, la segunda mujer de mi abuelo. Y que su madre había sufrido esa humillación de manos de mi abuelo. Me dolió más el rencor de mi amigo que el supuesto dato sobre el abuelo. Me dolió saber que su madre había pasado ese trago, se lo infligiera el abuelo o Rita la Cantaora... qué más me daba! Cargaba sobre mí en aquel momento, prolongando medio siglo más el horror, el rencor, la división, voluntaria o no, de un pueblo que puede perfectamente representar a todo un país.
Su hija y mi hija son amigas del alma. No quiero que nada ni nadie del pasado pueda torcer eso.

Me jode la iniciativa de Garzón no por la iniciativa en sí, que probablemente, bajo otros parámetros, sea justa, aunque dolorosa y no niego que un puntito peligrosa si no tienes la cabeza en su sitio y los sentimientos suficientemente atemperados.
Me jode porque las iniciativas estelares de este señor acaban en nada por defectos formales, por escaso dominio de las técnicas jurídicas, por la prisa, por el interés en que trascienda, que supera al interés por hacer justicia (coño... pero no es por eso por lo que le pagan?) Me jode porque está siendo alimentado desde los medios de comunicación (sí... existen las dos Españas de Machado, bien reflejadas en los medios de comunicación), me jode porque hará brotar más lágrimas, más dolor, más rencor.

No, no creo que seamos suficientemente adultos como para que nos toquen a los muertos y todo lo que se desenterrará con ellos. Eso es lo que me preocupa.



Estamos esperando...


Cada vez que suena el teléfono se me sube el corazón a la boca.

Manuel está a punto de nacer, le quedan escasos diez días, quizá menos teniendo en cuenta que su hermano Pedro fue ochomesino, según mi padre por la fea costumbre de mi hermana de hacerse veinte kilómetros diarios en bici hasta el penúltimo día. El pobre estaba hasta el gorro de llevar los morros contra el sillín, dice papi.
Manuel será mi quinto sobrino.

Está previsto que para una semana más tarde, nazca Víctor, que será el sexto, hermano de Anita (mis sufridos lectores veteranos quizá recuerden que nació en el baño de su casa, hay nombres que imprimen carácter y yo lo avisé) y de Marcos.

Manuel será, como Pedro, un superviviente. Un niño que tendrá que aprender rapidito, que no tendrá más remedio que espabilarse, conquistar cotas de autonomía a una velocidad de vértigo y sufrir los horribles guisos (por llamarlos de alguna manera) de su madre, que odia cocinar pero se sube al tobogán con su hijo, y se tira de cabeza tantas veces como haga falta. Tendrá (tiene) un hogar sólido, una gata Leonor, un hermano encantador, absolutamente encantador, que me ha prometido regalarme unos tacones verdes cuando se haga "un pelín famoso" y mucho sentido del humor. No en vano, al padre de la criatura le llamamos Flanders. "Pedro, ponte los pantaloncillos!
Adoro a ese niño, antes de llegar, porque supone una victoria doble, triple, cuádruple... una victoria absoluta e inesperada después de cuatro abortos y un cáncer superado, todo en la persona de su madre.
Manuel tendrá que mamar mientras su madre cuelga un cuadro, lee un libro sobre aislamiento térmico para esa casa que están construyendo con sus manos o juega con Pedro. Llevará, como Pedro, pijamas de color rosa heredados de las primas, léase las princesas, por mucho que Flanders eche pestes... menuda es mi hermana! y aprenderá bien prontito a decir palabrotas y, sobre todo, la palabra que sirve para todo lo que no consigue de mamá: TIANA!!
Es una gran suerte, porque una madre tan ocupada como esta, tiene que dejar a los niños con alguien... y de eso me beneficio yo, menos de lo que quisiera, pero encantada.
Estos niños se dejan malcriar, Pedro me dice: ya verás cuando se entere mi mamá... que ella no me deja!!!

Víctor, por el contrario, será un niño corteinglés,vestido a la última moda, probablemente no herede nada de sus hermanos, mucho menos de sus primos. Le bañarán con productos de última generación para que su piel no sufra y le lavarán las sabanitas a diario. Semanalmente irá al médico para que le digan lo guapo que es, cuánto ha engordado y cuál es su percentil, o como diablos se diga. La medicina privada tiene un filón con estas madres, la verdad.

Nunca llevará una mancha, un moco, una caca pisada en los zapatos, le pondrán vídeos de Baby Einstein desde el primer día que llegue a casa, fabricarán una burbuja a su alrededor y me regañarán cuando le pegue el primer estrujón, como me regañan cuando digo "mecagüen", que es palabrota. Nunca estará sin su padre o sin su madre. Siempre, uno de los dos presentes.
Sus padres crearán la tercera marionetilla: "dile a la tía Ana cuántos años tienes, báilale a la tía Ana la canción de nosequé, no te imaginas lo bien que ha comido, que hoy le he puesto dos puerros en el puré, no digas palabrotas delante de los niños, cuidado, no le estrujes así, ven, hijo, que la tía Ana te ha arrugado toda la camiseta..."
Sus hermanos tendrán celos horribles y les afearán la conducta, porque HAY QUE QUERERSE.
Me dan pena estos tres mosqueteritos... aunque si el gen no les traiciona, tendrán tiempo de mandar a sus padres a hacer puñetas, pisar un par de charcos y mearse en la bañera, como todo hijo de vecino.

Yo intentaré ser justa, pero tampoco me voy a esforzar, creo que esto o nace, o nada.
Víctor será perfecto. Manuel será un jipi como su hermano.

Yo me aproximo más al modelo Manuel, por aquello de que tus hijos no son tus hijos, que no vienen de tí, sino a través de tí, y todo aquello de un poema que ni sé de quién es...

Da igual, que vengan bien, que sean motivo de alegría, que sea una hora cortita, que son mis hermanas, tú.

Y un préstamo, que son muy miradas y algo habrá que regalarles...

Miscelánea, creo, a nueve dedos.


A mí es que me quitas de trabajar y soy un desastre.
O me pones a un hombre a mano (pero no cualquiera, claro) o me da por meterme en la cocina.

Me han retirado de la circulación tres días, por enmudecimiento repentino, fiebre y tal... enfermedad profesional, podría decirse. Se me ha averiado la herramienta de trabajar, así que descanso, ibuprofeno, mucha agua y todo eso.

Como tengo horas por delante, me he metido en la cocina a hacer el oso.
Me he cortado PERO BIEN un dedito... espero que no me alarguen la baja por eso, pero por si las moscas, no he ido al médico. Ya me coso yo, si eso, que tengo una formación muy completita y sé dar puntos (points).

Pensaba hoy, en un rato muerto, en enterarme de una santísima vez cuál era el origen, las causas y las consecuencias de la crisis esta que nos está jodiendo PERO BIEN a todos en general, excepto a los malditos bancos.
Realmente, cuando vas y te lees el artículo de ese señor que explica tan bien lo de las hipotecas subprime, los ninjas, los bancarios y los banqueros, los fondos estructurados (joder, qué derroche de medios para endosarle el muerto a cualquiera, qué falta de ética tan acojonante!) te das cuenta de que donde mejor está el dinerito es bajo el ladrillo, bajo el colchón... en cualquier caso, bajo la influencia propia, carajo, que pillas a un geta de éstos que luego se van a comer aire desestructurado a cien mil dólares la burbuja (euros, euros, éstos prefieren pagar en euros, que son más caros, los muy...) , a esos restaurantes que a todos nos suenan namás que de oídas, que parece que por heredar el jersey de tu hermana estás cometiendo sacrilegio... y es que te dejan rodeando tu cuerpo serrano con un bidón... y no hay bidones para todos!!
A todos estos los echaba yo al pilón de mi pueblo con el traje más caro que tuvieran, por mamones y por muertos de hambre.

Por otra parte, una vez leído el artículo, te das cuenta de que hay gente encantadora por el mundo, que entiende y te ayuda a entender, porque oigan... ustedes entienden algo de lo que dicen los periódicos o la radio? Porque una, que de tonta tiene lo mismo que de monja de clausura, escuchalee con atención y dedicación, y cuanto más atiendo, más me cabreo... es que hablan para que no entendamos, o qué?
Yo, de momento, he sacao todo mi dinero de la cuenta, exactamente seiscientos euros limpios después de hipoteca, luz, agua, gas, teléfono, extraescolares, comedor escolar...

No, ya... que lo que yo hago no sirve. Que no ayudo. Que no soy solidaria.
Lo han sido ellos conmigo? Les importa algo mi dinero o mis apuros? Entonces???
De todos modos, me van a limpiar el forro en cuanto puedan, porque una parte de lo que hipotéticamente el Estado les podrá "dedicar" en conceto de garantías, ES MÍO.
Y preferiría gastármelo en ponerles un pedazo pleito a cada uno de ellos, por mamones.
Y lo que sobre, para pagarle un puñadito de neuronas a Sarita Palin, la pobre... me da una penitaaaa....

Un sustito


- ESTAS TETAS SON NORMALES!! grita un médico por el pasillo, blandiendo mamografía, dirigiéndose con un genio espectacular hacia mí, tumbada en una camilla con el objeto de las radiografías al aire y los congojos a la altura del garganchón.

- Me oyes? Estas tetas son normales!!
- Vale... y qué quiere que yo le diga?
- Ya nos conocemos... tú...
- Sí, yo le monté un pollo estupendo hace cuatro años.
- Qué te dije hace cuatro años?
- Que dejara de llorar, que usted era el tío que había tocado más tetas de la ciudad, y que me olvidara, que yo no tenía nada, y que mi ginecólogo no tenía ni puta idea.
- Bien...
- Que no tenía antecedentes ni factores de riesgo, que no quería volver a verme.
- Mi diagnóstico de entonces sólo cambia en que ahora soy el médico que más tetas ha tocado de toda España.
- (Supongo que no cuenta las repetidas...)
- Por qué has venido?
- Usted me ha llamado!! Me avisaron anoche!!
- Coño, hija, te estoy diciendo que estas tetas son normales, yo no te he llamado. Habrá sido el incompetente de....
- Pues usté dira...
- Pues te examino y te confirmo lo de entonces.

Me examina y me confirma (joer, otra vez) que "estas tetas son normales".

Y con ese genio entrañable que tienen algunos seres humanos, me sonríe y me hace el gesto con las dos manos de que me vaya de ahí pitando.

- Que no vuelvas!!
- Se lo juro!!

Confirmao: un gilipollas puede acojonar a todo un ejército.

Las tetas bien, gracias. Son normales, pero he pasado una nochecita toledana.
Cabrones.

Aire


Hacía mucho tiempo que no tenía una sensación tan desagradable. Como un muro de las lamentaciones.

Y no me encuentro con los cimientos suficientes como para sujetar tanto quejío.
No me siento halagada, más bien instrumentalizada.
"Se lo cuento, y me desahogo".

Me hago una revisión a fondo por si tengo que preocuparme: no hay mucho más que cansancio de todos los tipos.

Cansancio físico propio de mi condición de zascandil con tendencia a la anemia. Demasiado trabajo incluso para un molino de viento como yo. Fuera de casa, dentro de casa, trabaja, trabaja, trabaja, cuida niños, cuida hijas, edúcalos a todos, da ejemplo, prepara clases, repite mil veces lo mismo para nada, consuela a los que te vomitan, cura a los que se desgarran las rodillas jugando al fútbol, regala ropa que ya no te sirve, busca a los que la necesitan, jura que no, que no tienes mantas, que sólo tienes lo que llevas... salva las vidas de los que sacan medio cuerpo por las barandillas de un segundo piso, no te infartes que no tienes tiempo, reparte collejas a los que, desde la misma barandilla, escupen a los de abajo, prepara comida para mañana mientras haces la cena de hoy, ve al médico, ve al banco, ve a la farmacia, mima a las princesas, pon las pilas a las princesas, descarta piojos en una cabeza que pica demasiado, echa gasolina, echa cuentas (no, polvos ni uno), hurga por ahí adentro para encontrar un par de sonrisas que alguien puede necesitar, relaciónate, marca distancias, acorta distancias, orienta padres, tranquiliza padres, tranquiliza a tus jefes que te tienen tanto miedo como curiosidad, tranquilízate tú si eso...

Cansancio (fatiga, dicen los finos) mental, de darle vueltas al cómo hacerlo mejor. Motivar, dar autonomía, establecer límites, atender, marcar el paso, subir, bajar, volver, programar, repetir, animar, respetar, exigir, relacionar, clasificar, ordenar... pensar.

Y lo hago, lo hago todos los malditos días, no me quedo mirando lo mal que estoy, lo cansada, lo aburrida, lo hastiada, lo malos que son los demás que no aprecian mis desvelos, que no ayudan, que no empatizan... no tienen obligación. Tampoco, es cierto, delicadeza.
Lo hago porque creo en lo que hago y porque tengo claro qué es lo que quiero y a dónde quiero llegar. Lo hago porque no entiendo que pueda hacer otra cosa que actuar y luchar contra mis fantasmas y contra los ajenos. Lo hago porque si no lo hiciera yo, no lo iba a hacer nadie por mí.
Lo hago porque mientras lo hago pienso en mí, en que HAGO cosas.

Podría meterme en la cama como las gallinas y dejarme morir un poco cada día, quizá más lozana, quizá un cadáver más hermoso, quizá más glóbulos rojos, quizá más hierro en el torrente sanguíneo, más reservas de tiroxina, más neuronas para continuar siendo una máquina de cuidar a otros.
No quiero gratitud, no me muevo por ni para eso.
Quiero respeto.
Quiero que en algún momento, alguien pueda entender que soy una persona con una capacidad limitada de acarrear mierda, y que con la mía tengo mucho más que suficiente.
Quiero descansar, quiero que llegue la noche y no me duela nada, quiero poder sonreir al final del día, quiero hacer recuento y no tener más de una decepción diaria, quiero resultados, quiero silencio, quiero que cada palo aguante su vela, que cada cerdo tenga su San Martín, que cada perro se lama su cipote, quiero encontrarme en el espejo y gustarme, quiero tener un rato para llamar a mis princesonas y cenar con ellos y que me cuenten cómo les va, quiero juntar a mis TRES amigos en casa y cenar juntos y contarnos cosas super importantes, como por ejemplo que ayer se me rompió una uña, o que X. tiene un preciosísimo tatuaje nuevo, un árbol precioso, precioso, precioso, o que D. se ha comprado un casco de la moto de color rosa chicle, yoquesééééé...
Necesito un break del tipo DESAPAREZCO y que no me busque ni dios.

Pero no sé por dónde empezar, del mismo modo que no sé cómo acabar...

... E per poi farle cantare
le canzoni che ha imparato,
io le costruirò un silenzio
che nessuno ha mai sentito...



Valor

Me llegó por un par de vías.

Me gustó, me identifiqué inmediatamente, me hubiera gustado escribirlo a mí y todo eso, pero había algo que no me cuadraba. Me descolocó la autoría. Estaba atribuido a Neruda y... que no, que yo amo a Neruda y no recordaba haberlo leído, y ni siquiera le reconocía en el texto. No era mi Pablo.

Y es que este poema que os coloco no es suyo, aunque como difusor de rumores, internet se ha revelado como un cotillo harto eficaz.
Realmente, es de una señora que no tengo el gusto de conocer, que se llama Martha Madeiros

Aclarada la duda, se me antoja asociarlo a una canción que es un himno a la vida.



Muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito,
repitiendo todos los días los mismos trayectos,
quien no cambia de marca.
No arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.

Muere lentamente
quien hace de la televisión su gurú.

Muere lentamente
quien evita una pasión,
quien prefiere el negro sobre blanco
y los puntos sobre las “íes” a un remolino de emociones,
justamente las que rescatan el brillo de los ojos,
sonrisas de los bostezos,
corazones a los tropiezos y sentimientos.

Muere lentamente
quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo,
quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño,
quien no se permite por lo menos una vez en la vida,
huir de los consejos sensatos.

Muere lentamente
quien no viaja,
quien no lee,
quien no oye música,
quien no encuentra gracia en si mismo.

Muere lentamente
quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.

Muere lentamente,
quien pasa los días quejándose de su mala suerte
o de la lluvia incesante.

Muere lentamente,
quien abandona un proyecto antes de iniciarlo,
no preguntando de un asunto que desconoce
o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.

Evitemos la muerte en suaves cuotas,
recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor
que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos
una espléndida felicidad.

Levitar


Mi querido Heriberto... cuánto tiempo sin tí...

No recuerdo desde cuándo estás en casa, lo cual quiere decir que probablemente llegaras antes que yo.

Tengo presente la sensación de los sábados por la mañana, siendo muy pequeña, que me despertaba sobresaltada por el volumen y los enérgicos primeros compases del concierto nº 1 para piano y orquesta de Tchaikovski, sonido asociado mágicamente al olor del pan tostado y a papá llegando a avisarnos de que no había cole pero sí pan tostado con mantequilla, corre, corre, que se enfría y ya no está tan bueno.
Recuerdo a papá dirigiendo como tú nuestros mini movimientos para ponernos las zapatillas y la bata para desayunar. Recuerdo imitarle, con una cucharilla por batuta, y una curiosa sensación de sentirme traspasada por la música.
He escuchado ese concierto dirigido por otros. Pero los otros no saben. Quizá tú lo hagas algo menos allegro, pero mucho más maestoso, veramente maestoso, como quiso el maestro: allegro e molto maestoso.
El vinilo sigue en la casa familiar. Nadie se atreve a llevárselo. No vale la pena grabarlo porque chisporrotea. A veces lo miro, lo saco, lo pongo al trasluz... dónde está todo lo que me dio?

Te recuerdo tiempo después en otro vinilo, ya se hablaba de grabación digital.
Suite nº 3 de J.S. Bach, que siempre me dio ganas de llorar y lo sigue haciendo, pero es tan excelsa que no me sustraigo. Es más de finales de la adolescencia. Como no sé música, sólo podría explicar las sensaciones físicas y las emociones que me transmite. Tchaikovski es euforia, Bach es serenidad teñida de tristeza difusa.
Tchaikovski celebra por las mañanas, aun hoy, la victoria de una noche perfecta. Bach, en cambio, me sirve para relajar la rabia y convertirla en lágrimas más pacíficas.
Tampoco me gustan las versiones de otros... no sé si es vicio, fidelidad, costumbre... la seguridad, básicamente, de que tú me ibas a gustar.
Cuenta mi madre que cuando se quedó embarazada de mí, embarazo criminal por otra parte,
estaba de moda aquella canción que llamaron aquí "Con su blanca palidez", y que cada vez que la oía en la radio se ponía a vomitar. Yo no puedo oir esa canción porque lloro sin remedio desde que era un microbio.
Resulta que está inspirada en esta suite de Bach... me hubiera gustado verte el careto cuando la escucharas... puede que tú tambiién vomitaras un poquito, Heriberto de mis euforias matutinas y mis melancolidas nocturnas.

Realmente, no me sé concentrar en un concierto dirigido por otro. Soy una pija.
Y me estoy quedando sin ídolos.
Soy una pija vieja y revenida.


Sufridos lectores... les ruego se den el gustazo de pinchar y escuchar estas dos maravillas que necesitaba hoy, febril y tristona que estoy.
Acéptenme el regalo.







El trancazo.



Mi preadolescente princesa está malita, y hemos pasado la tarde entera (entera!) en la consulta del médico.
Confirmo mi tesis de que la generación de entre treinta y cuarenta años está creando otra generación que los meterá en el asilo antes de que se jubilen. Tremendo esperar con una docena de pequeños salvajes gritando a sus madres! Mi princesa decía "no lo soporto, vámonos que ya no me duele nada". Es que es muy exquisita ella, es amiga del silencio, la paz, la calma, la lectura y la música horrible de los Tokyo Hotel. Lo normal pa sus años, vaya.

Aparte de eso, ha aparecido una nueva doctora en nuestra vida.
Sostiene que los maestros tenemos una cajita en la que guardamos todos los virus, y que en cuanto empieza el cole, abrimos la cajita y les llenamos la consulta de niños con mocos, toses y demás miasmas.
Le he explicado amablemente que si eso fuera cierto, seríamos extraordinariamente selectivos, y abriríamos la caja con un poco más de criterio. Sé de tres que estarían siempre malos por designio de mi menda lerenda, pero eso es ciencia-ficción. De momento.

Es curioso, pero los médicos y los maestros (yo no lo sabía) tenemos muchas cosas en común, y son muy solidarios con nosotros, sobre todo cuando vamos con las gargantas rotas. Yo soy una de esas enfermas con una malísima salud de hierro, llena de puñetas que no me matarán. A veces me ordenan guardar reposo cuarenta y ocho horas, en silencio absoluto. Como si fuera posible, notejodeeeee.

Esta encantadora doctora no receta medicamentos, así que apunten:

- El catarro se cura con agua, muuuuucha agua, mucha hidratación y mucho descanso. Si hay fiebre, ibuprofeno siempre con el estómago lleno (PLIÑ! PAREADO!).
El paracetamol es más tóxico (esto depende del médico, y de los regalitos de los laboratorios, supongo...)
- Llagas en la boca: enjuagues con bicarbonato para cambiar el ph de la mucosa y cabrear a los gérmenes para que se vayan con la música a otra parte.
- Activen sus defensas. Vitamina C a saco: zumos de naranja, kiwis, tomates y pimientos. Mi princesa ha dicho que verdes las han segao, y que zumos, vale, pero de lo otro, nanay.
- Defensas, más defensas: al parecer, un Actimel combinado con un yogur de esos que hacen que te cagues vivo (Activia, Bio y demás zarandajas) crean una sinergia entre ellos que te ponen las defensas que ni atropellándote con apisonadora te borran del mapa.

Así que nada... de la consulta ya no se va a la farmacia, señores, sino al supermercado.
Y yo, que soy aficionada a los remedios de abuela, estoy bien contenta, y le he regalado mi receta estrella: la garganta se cuida con una infusión templada (templada he dicho, no calentita, no, a la temperatura del cuerpo como mucho) de la hierba que más rabia te dé, manzanilla estupenda que antiinflama, poleo, romero, tomillo o una mezcla de todas ellas, a gusto del consumidor, a la que hay que añadir una cucharada sopera de miel y un buen chorro de limón.

Y a hacer gárgaras!

Perros


Que os den una dosis de vuestra propia medicina.

Que os apliquen la máxima crueldad.
Que os arranquen de cuajo la inocencia.
Que os roben la mejor etapa de vuestra vida.
Que os ensucien la mirada y os arranquen las manos.
Que os violenten y os rompan todos los esquemas.
Que no podáis ni sepáis defenderos.
Que aprendáis de nuevo qué es lo que está bien y lo que está mal,
recordando así lo que habéis hecho, hijos de puta.

Que tengáis miedo, que os atenace y os silencie hasta desangraros.
Que perdáis el norte. Que os den una brújula viciada.

Que os déis cuenta de lo que habéis hecho, por fin,
y lloréis y penéis el resto de vuestra vida, hijos de perra.

Que os reencarnéis cien mil veces, cien mil vidas,
y las paséis SABIENDO la clase de mierda que sois.

Que no encontréis el perdón. Ni siquiera el vuestro propio.
Que quien os quiere se avergüence eternamente de vosotros.
Que os nieguen y os repudien.

Que publiquen vuestra cara, vuestros datos, vuestros trabajos,
perros docentes, perros policías, perros espías, perros picoletos.


Madrugar y encontrarse esto a las ocho de la mañana no es forma de empezar el día.
Pero esta cuadrilla inmensa, esta jauría de perros indecentes, hoy no hará daño a ningún niño.