Cada pelota a su tejado


- Que te llaman al teléfono, reina, y agárrate los machos que la clienta está que trina.
- Coño! Por?
- Tú ponte.

- Sííííííí?
- Tú eres la maestra de mi niña?
- Su niña es Mari Manipuloatodiós?
- La misma que viste y calza.
- Usté dirá...
(rollo)
- Oiga, pásese esta tarde por aquí, que esto es muy gordo y no es para hablarlo por teléfono.
- Irá mi marío
- Vale, le espero.


- Buenas tardes
- Buenas tardes

(cuarto de hora de lugares comunes y vaguedades)

- Cuénteme qué le pasa a la niña
- Pues que cada mañana monta un pollo descomunal porque no quiere venir al cole, ha faltado más de la mitad de los días porque dice que le duele la cabeza, o la tripa, o que no puede respirar. De hecho, su madre no ha venido porque hoy está malísima de la tripa.
- Coño!
- Que dice que las compañeras la tratan mal...
- Coño!
- Que la otra profesora es mejor que usted...
- COOOOOOOÑÑÑÑÑÑIIIIIIOOOOOOOOOOO!!! Y eso cómo lo sabe?
- Que se lo han dicho
- Quién?
- Sus superamigasdelamuerte de la otra clase.
- Vale. Le va diciendo a la niña que ha tenido la mala suerte de estar en una clase de muchachos que curran como leones, y las comparaciones son odiosas, pero claro...
- Es que yo no puedo decirle eso... se pone enferma cuando no le gusta algo que le dicen: dolores de cabeza, vómitos y tal.
- Fiebre?
- Ni gota
- Eso es Cuentitis Aguditis, y afecta mucho a los papás, sí.
- Coño!
- Eso ya lo había dicho yo antes.
- Y qué hacemos?
- Yo, seguir en mi línea. Ustedes, hacer de padres y ponerla mirando p'Albacete pero ya.
- Es que yo no soy su padre biológico, y la madre la protege mucho.
- Y quién paga las facturas del super, quién la consuela cuando está tocadita, quién la ayuda a hacer los deberes, quién la trae y la lleva al/del colegio?
- Yo
-Pues permítame, pero quien hace de padre es usted. Sólo se ha ahorrado los empujones pertinentes para fabricarla, usteyamentiende...
- Ya...
- El problema de su hija es la madre, hermoso. Usted verá lo que hace, pero yo no puedo hacer nada.
- Ya lo ha hecho. Acabo de abrir los ojos.
- Coño!
- Me va a tocar educarlas a las dos
- Pues que haya suerte, chavalote!!
- Me voy mucho más tranquilo, la verdad.
- Pues yo, ni te cuento.

Jo, Pablito!!

Pues bien, majo.

El miércoles va y cumple años el hombre de mis sueños, bien lejitos de mí.
El viernes va y hace quince años que hipotequé mi vida junto a un tontoloscojones.
El sábado, hoy mismo, si mi hermano no hubiera muerto a destiempo, habría cumplido treinta hermosos años.
Y llego a casa y si no había tenido bastante, me entero de que te has ido para no volver...

El otoño, dicen...
Yo lo llamo mala suerte.

Espérame muchos años, pero espérame, que no hay ojos como los tuyos, elegancia como la tuya, dentro y fuera de la pantalla... y yo soy mucho más gata que la Elisabeth, aunque mis ojos no sean de color violeta, y mi tejado está mucho más caliente que el de ella, y a mí también me han rechazado... espérame, no más de treinta años, pero espérame.

Tú espera y calla, no me repliques que no tengo el horno pa bollos.
Te prometo que no te vas a arrepentir.

Que no me hagas caso cuando le digo ternuras a Pacino, o a Robert Mitchum (bueno... ahí quizá hago aguas, ves? la vena canalla, y tal) que yo sólo te quiero a tí. Aunque a veces no te recuerde... es que soy un poco masculina, sabes? Y tiendo a mirar a siete sitios a la vez y no quedarme en ninguno. Pero tú eres tú, y ni siquiera miré a Robert Redford cuando compartía pantalla contigo... sólo tenía ojitos para tí, Pablito!

Ciao, bello... es ahora cuando eres inmortal.
Ha sido un placer de los buenos, de esos de confianza ciega, de saber que nunca ibas a defraudar.
Es que además de guapo, has sido coherente, serio, comprometido, fiel...
Un hombre de los que ya no nos quedan sino en las fotos en blanco y negro.
Un par de años menos que mi abuela, fíjate... y siempre atractivo, siempre una sonrisa en los labios, siempre esos ojos tremendos, y eso que los ojos azules me dan una grima espantosa!

Te voy a echar mucho de menos, que lo sepas.



Desabrigo

Te echo de menos.

Como se echa de menos la cama en casa de mamá, el tacto de esas sábanas, la blandura de aquella almohada.

Te echo de menos como si realmente no hubieras sido, o como si ya no fueras a ser nunca más.
Sin remedio, ni solución ni vuelta atrás. Te echo de menos.
Echo de menos la hospitalidad de tu cuerpo, la sonrisa abierta de par en par, la complicidad, el calor de tus manos y el fuego de tus palabras. La calma trufada de emoción a duras penas contenida antes de cada encuentro.

Te echo de menos como el día que las princesas aprendieron a andar, y me soltaron la mano y me quisieron dejar atrás. Y empecé a echar de menos el dolor de riñones de sujetarles la manita.

Echo de menos un muro de contención, una sensación extraña y confortable de saber que alguien me conoce bien y me cuida mejor.
No hay forma de devolver tanto.

Pero no te preocupes.
Es una sensación de desabrigo pasajera, sólo es que hoy habría hecho quince años que me casé, y a pesar de que lo intento todos, todos los malditos días, despegarse de según qué marañas es complicado y cansa.

Seguro que mañana, después de haber dormido un poco, estoy mejor.

Es... "melancolida".


Albóndigas


Un kilo de albóndigas es una tarde entera. Sesenta y dos albóndigas, concletamente.
Me gusta cocinar cuando estoy sola, dejo a la cabeza ir hacia donde quiere ir, el pequeño lujo asiático de cada lunes y cada martes (cuando me queda tiempo, claro).

El caso es que redondea que te redondearás, metiendo previamente las manos en ese amasijo de ingredientes pringosos (qué gustazo me da!) hasta conseguir una plastuza homogénea, he estado pensando. Ya... que es un mal deporte... pero engancha, eh?

Hacer albóndigas es como la vida misma... dar vueltas a todo hasta que le encuentras la forma, el tamaño, el aliño y la salsa que quieres. Configurarse el entorno a medida para que la vida sea algo más amable.
Para poder comérsela a gusto.

Todo ha venido porque el hombre de mis sueños (felicidades, milagrito mío) ha pasado una temporada nada envidiable en la que ha visto cómo una serie de personas han reaccionado de formas curiosas ante la adversidad más adversa: quien le tocó los cojones en su día le ha salvado los ídem, y quien tuvo su confianza ciega le ha hecho una pirula muy maja ( los refranes aquí han sido definitivos: cria cuervos, en el pecado lleva la penitencia, gato escaldado del agua caliente huye, de donde no hay no se puede sacar, que lleve tanta gloria como descanso deja, el que la hace la paga, de aquellos polvos, estos lodos, que le den por culo ¡ay!, esto no es refrán... pero pertenece a la sabiduría popular, no?)

Yo no sé cómo hace albóndigas el resto del mundo, la verdad. Mi madre, todas del mismo tamaño, una perfección.
Yo, como pienso cuando amaso, resulta que si me pilla pensando en lo que no debo, aplico mi santa ira sobre la albóndiga y sale una cosa espectacularmente amorfa, espachurrada y eso, y entonces, cuando les cae a las princesas en el plato, dicen: LA DEL CABREO!!! ESTA ES LA ALBÓNDIGA DEL CABREO DE MAMÁ!!! Y suelo sugerir que me la den a mí, no sea que les siente mal :)

Todos tenemos un traidor (o dos, si somos gente de esa que dicen de buena fe, que al final es gente TONTA, o INGENUA, y me incluyo sin problema, lo asumo y lo prefiero a lo otro).
No hay biografía que se salve de una buena putada. De esas que excusas contar porque es larga, farragosa, implica a demasiada gente, revuelve las tripas y rasga un poco el zurcido del lagrimal.

Recordando hoy a mis traidores, albóndiga en mano, me doy cuenta de que no he perdonado (he olvidado porque tengo la cabeza tan llena de cosas buenas que hay que hacer sitio) y no pienso hacerlo. Ni siquiera he deformado la albóndiga, no te digo más.

Que no pasa nada, que a todo cerdo le llega su San Martín.
A tus cerdos y a los míos, por lo pronto, les han dejao solos, como a los de Tudela.
Solos y buscando, solos con su miseria a cuestas.
No hay castigo más cruel que saber que estás solo por ser un cerdo.
Y que, si te descuidas, te hacen picadillo para albóndigas.

Premio (merecido, qué coño!)



Gracias, Cósimo.
Envidio su bosque, porque echo de menos el mío.
Pero el esfuerzo de replantarlo me resulta hoy absolutamente inabarcable.

Y realmente me ha halagado y me ha regalado usted la oreja, que es algo que se agradece.

Leí su mensaje ayer a las doce de la noche, cuando aún tenía un puchero en el fuego y una lavadora centrifugando...

Gracias, y permítame que haga extensivo este regalo al montón de mujeres que, con vocación o sin ella, viven para los demás y se olvidan de ellas mismas... para que recuerden algo que a mí me costó horrores y muchas lágrimas aprender: que la caridad bien entendida empieza por uno mismo.

Sólo así se pueden hacer las cosas con alegría.
De eso se trata.


Enseñar


Las caras de las madres son, claro, un aleluya indisimulado.
Empezó el colegio, y por tanto, la calma, la rutina, el cafelito después de aparcar a las criaturas.
No hay día en el que me sienta más importante que cuando libero a veintisiete familias de su "tormento" particular.
Sabrá la gente que existen los condones? Por qué les estorban, si son hijos suyos? No ven que esos niños son, en grandísima parte, producto de sus desvelos, disposición, esclavitud, incapacidad de dejarlos crecer y madurar, incapacidad de marcar límites que les ayuden a de-li-mi-tar su campo de actuación?
Cuesta horrores hacer entender que un hijo no es un brazo. Es independiente del propio ser, por muy hijo y por muy bien parido que haya sido. Individuos. El propio nombre lo indica... o eso creo yo.
Lo peor de mis niños son sus padres.


De puertas para adentro lo curioso es ver cómo, tras casi tres meses de no-vida académica, te reencuentras con tus veintipico y alguno nuevo (dos, de momento) y se mantienen los hábitos, conservados hasta el punto de que, a pesar de que es el primer día, curran todos como si estuviéramos en pleno febrero...
Yo no necesito recordar continuamente una norma, no me desespero porque hacen lo que quieren, básicamente porque hacen lo que quiero yo.
Y yo que había programado un día light me veo haciendo dictados improvisados y largas operaciones matemáticas para repasar... porque piden más!!!
Nada de contar qué han hecho en vacaciones. NO!! quieren currar!!
La diferencia es que han crecido y están algo más morenos.
Contentos, risueños, expectantes...

Adoro mi trabajo. Me regala sus caras y sus cerebros en crecimiento, aprovechando, sorbiendo, vampirizando conocimiento, desbordando curiosidad... no podemos pedir más.

El presidente de mi tribunal de oposiciones me sugirió (nada amablemente, por cierto, fue grosero, chulo y patán como sólo un maestrillo frustrado puede serlo) me sugirió, decía, que dejara la profesión... que me cuestionara mi vocación, que quizá debería dedicarme a otra cosa.

Sólo se me ocurre la alternativa de puta de lujo, pero me pilla vieja y gorda, contestona y malhablada, los tacones me aprietan cada día más, y me siento más cómoda en delantal que con escote palabra de honor. No he sabido nunca poner cara de viciosa ni coquetear con la melena (eso debe ser porque no la tengo) y tampoco me ha hecho falta, la verdad.
Igual es que tengo cerebro y poco miedo a nada.
Así que lo lamento. Soy maestra y LO DISFRUTO como loca.

Y me quito el disfraz de maestra para llegar a casa, ponerme el de reina madre y escuchar el primer día de cole/instituto de mis princesas.
Y me reitero una y mil, y mil millones de veces, en que no hay nada más maravilloso que dejar espacio para crecer, para moverse, contemplar cómo construyen su vida, su entorno, sus esquemas de conocimiento, sus hábitos, sus manías.
Dejar respirar y a la vez no permitir que el exceso de aire les ahogue... ahí está el difícil equilibrio que diferencia la educación del adoctrinamiento, del aborregamiento y de la nefasta sobreprotección...
Echar a la calle ciudadanos del mundo, y no del barrio, o de la ciudad, o del país determinado y determinante.
No hijos de padres que se sienten culpables y por ello se someten.
Carne de psicólogo.
Exigir espíritu crítico, compañerismo, sentido de la justicia, tolerancia, pero no para todo ni en cualquier caso. Aplicar sentido común.

A mí no me parece difícil, aunque sí es cierto que agota física y mentalmente.
El secreto está en hacerlo con mucho amor.

Y no, de mi libro no sé nada.
Si esto le llega a pasar a Paco Umbral, que dios tenga en su gloria, se monta un pitote formidable. Como yo no soy Paco Umbral (aunque también me gustan las bufandas/chales/pasminas y demás lienzos) sólo os puedo remitir a la Casa del Libro, que es el único sitio donde las malas lenguas dicen que se puede encontrar.


Gracias


... por rellenar los espacios vacíos con colores contundentes,
... por no conformarte con lo que se ve,
... por preguntar "¿tanto le quieres?"
... por sacarme de lo negro con sonrisa desdentada, perpetua, rápida, fácil.

No puedo vivir sin tí.
Y contigo no hay quien viva, Princesilla.


No puedo más.

Debería dormir más...


A veces, cuando todo es negro y feo, pienso en tirar la toalla y descansar.

Renunciar al porcentaje de lo bueno que me corresponde, e instalarme en ese limbo de insensibilidad absoluta que ya conocemos bien.
No sentir, no oler ni paladear, no emocionarme, no esperar, no gritar de placer ni llorar de alegría.
No reirme hasta el dolor de costillas, no reconocer mi debilidad mirándote a los ojos, no entrelazar nuestras manos ni dejar pasar las horas conjurando a Morfeo, empapándonos de nosotros mismos. No compartir libros, horas, risas, mares y cielos, piel, metas. No escuchar-te ni escuchar-me.

Dejar ir, dejar pasar, atrincherarme tras mi miedo y darle el poder de encontrar mil excusas para no aventurarme en nada más que no sea comer, dormir, dejar pasar el tiempo.
Vegetal, roca, pez.
Sola. Juana de Arco frente al ejército inglés, ingenua, iluminada, boba, ciega y sorda.

Es tentador convertirse en piedra dura y gris, poco atractiva para cualquier uso. Pesada, áspera, ruda, fea.

Este pensamiento recurrente es recurrentemente contrarrestado con la convicción (que siempre llega un rato más tarde que el derrotismo) de que lo hermoso, lo bello, lo cierto, es así hoy a base de creerlo y de construirlo. De sortear mil escollos.
Y que sortear escollos es duro, pero apasionante, un reto que no puedes dejar de aceptar, un deporte que curte, que encallece la maldita hipersensibilidad, y que te recuerda que hay que ser del género tonto para sortear mil escollos y que al final el objetivo sea convertirse en escollo uno mismo.

Yo no soy tonta.
Pero a veces necesitaría dinamita y sólo tengo mechero, y entonces todo se ve negro, feo, lleno de escollos, dificil, complicado, imposible, descabellado, sin sentido, sin futuro ni esperanza.
Y me cuesta un mundo entender que sólo conseguiré salvar los escollos si comprendo que nada es imposible.
Opción dos: en lugar de volar el pedrusco, quizá rodearlo...
A ver si es que sí que soy tonta...

Eran tan fáciles los símiles de árboles...