Modosa Sánchez

"El candado". Alberto Pancorbo.


En un primer y único arrebato pensó que vomitar todo un mundo ante sus ojos sería el modo más directo de hacer ver lo que no era capaz de expresar de ningún otro modo.
Tenía la piel blanda como una rana y porosa como un elefante, y no sabía parapetarse. Nadar y guardar la ropa. Demasiadas cosas a la vez.

Sabía de antemano que el vómito incontenible era un método agresivo, pero eficaz.
E incontenible. Y franco, y valiente. E incontenible.
Se ponía en riesgo, descubría sus puntos débiles… cuando vomitas, vomitas. Si salpica…

Y vomitó.
Vomitó largo y hondo, sin pensar, para no ocultar pero administrando bien cuáles serían las espinas que dejaría al descubierto. Las antiguas, las que circulan por el torrente sanguíneo desde el principio de los tiempos, son incurables. Quedaron sin desvelar.

Lloraba a la par que desgranaba algunos de sus dolores, sabiendo que enturbiaba el caudal que hasta entonces tan alegremente había corrido a la puerta de su casa. No encontró otro medio.

Ante el silencio creyó estar siendo protegida discretamente.
Y respetó el silencio. Y se sintió protegida y agradecida.

Hoy sabe que hizo mucho más que bien en no decir ni una décima parte de lo que la parte en dos cada vez que los días se acortan.
No sabe hasta qué punto todo eso se volverá como un boomerang en cualquier momento. No sabe contra quién lucha, si es un ejército o el mensajero. No sabe si está luchando.

Se reitera y se atrinchera en el tópico del valor infinito de sus silencios. Admite humildemente que sigue siendo tonta como mata de habas, que abre demasiadas puertas, y a cada puerta que abre, recibe un silencio atronador, una ráfaga de viento que se cuela por los quicios y barre cualquier atisbo de calidez. Una espantá. Un... nada.

Admite que no aprende. Que no hay posibilidad ni medio remota de aprender algo de esta extraña farsa que se llama humanidad. Que ni satisfará nunca las expectativas ajenas, ni los ajenos tendrán ni puta idea jamás de qué es lo que espera.
Si es que alguna vez esperó algo.

Las jugadas posteriores son más de lo mismo.
Esto no es nuevo. Ya no duele.

El rey de Siam tiene el pecho acogedor y generoso, sonrisa paternal y bastantes dedos de frente.
Tener un pilar y dos referentes salva la vida a diario. Varias veces.
Feliz Navidad, again.

Punto de libro


No me voy a hacer las ingles brasileñas.
No voy a llevar medias de cristal ni tacones.

Voy sólo a correrme una juerga descomunal sin tener que pensar en carreras, resbalones y tanga al aire. Tiendo a descalzarme cuando trasnocho. Por lo menos, intentaré ponerme dos pares de calcetines y bragas de pura lana virgen porque hace frío.

Voy a sonreir, a bailar, a poner verde a quien corresponda, a ser malvada con una que es muuuuy tonta y tengo ganas de sacar la bífida de paseo, a abrazar en la tercera copa a mi compañero, a quien nunca agradeceré lo suficiente la ayuda prestada, a confraternizar, a oler a taberna, a guiñarte el ojo de lejos, aunque no sepa ni cómo te llamas ni cuántos años te saco.

Voy a crear historias nuevas que iré desgranando en las incautas orejas de tanto ser humano de cena de empresa, que intentará a su vez contarme lo infeliz que es en su matrimonio...

Me voy a disfrazar de esquimal, pero voy a zorrear en el peor de los sentidos.
Voy a usar el cerebro sin una mínima ayuda de atrezzo.
Y te lo tengo que decir.
Que el que avisa no es traidor.


Viraje



... y que no es plan enviar a la papelera de reciclaje un blog tan trabajado, tan puesto al día, tan documentado y culto, con un diseño tan espectacular, sofisticado y genuino.

Un sencillo viraje, media vuelta, AR.

Ahora voy a dedicarme a dejarme sorprender por las letras ajenas.
Voy a ver si aprendo a atreverme a decir lo que quiero decir desde hace quince mil años y no tengo los bemoles de utilizar los dedos para poner negro sobre blanco una docenita de verdades de las buenas, la mayoría de ellas habitantes de los medios enteros.
Voy a dedicarme a ver cómo lo hacen los demás.

Quiero aprender a escribir, va en serio.
Esto sólo son pajas mentales muy sujetas a los cánones.

El problema fundamental al que me enfrento es que mi libertad de pensamiento, a día de hoy, sigue escandalizando a las mentes mediocres de los humanos de carne y hueso que me rodean.
Allá donde voy se organiza una cohorte de mendrugos dispuestos a escandalizarse porque soy lenguaraz, procaz, provocadora y bruta. Cuando lo único que son capaces de percibir es que soy jodidamente malhablada, sin entender ni de lejos que lo que digo con millones de tacos, coños, pollas y demás cosas, si lo desnudas de vocabulario, es mucho más serio que todo eso.

Y luego viene la etiqueta: es que eres auténtica, tía.
No... soy igual que tú, pero yo me corto menos.
De hecho, me corto muchísimo más, teniendo en cuenta que voy mucho más lejos, claro.
Pero canta mucho.

Si lo escribo, en cambio, puede que de cuatro que han leído, uno lo haya entendido.
Otro lo habrá leído tres veces hasta que lo ha conseguido diseccionar y entender en toda su extensión.
Muchas veces no habrá servido para nada.

Pero me he sentido aquí más entendida, abrigada, protegida, que en el mundo real.
Más identificada con determinadas cabezas. Más afín, más cercana. Sin duda.

Me canso. Cósmicamente.
Voy a dedicarme a leer.
Me retiro a mis silenciosos cuarteles de invierno.

Feliz Navidad, y tal.
Gracias a montones.
Muchas gracias, muchos besos.


El maldito rectangulillo en blanco.

La sensación de soledad.
La necesidad imperiosa de mezclarme en un tumulto y perderme. Que no me encuentre ni dios. Que no me busque y así se ahorra una mala contestación.

Diciembre no es mi mes preferido. Me ahoga la melancolía. Me sumo en una tristeza profunda y espesa como un puré de patatas.
En esta época necesitaría un paréntesis para aislarme absolutamente de todo, porque todo me duele. Quiero llorar, lloraría sin parar hasta la deshidratación.

Odio este mes y me resucitan las pérdidas y la desilusión, se me aparecen los desaparecidos, los traidores, los vampiros del pasado, mis hijas reclaman más, y mis reclamaciones caen en saco roto. Dejà vu.

Siempre lo mismo.

Ya no tiene arreglo. Simplemente tengo que mantener a buen recaudo mi memoria para que mis chicas no caigan en las mismas trampas emocionales que yo.

Perdón por la tristeza, pero mis pajas mentales son mías y me las hago donde me da la gana.
Saludos cordiales.


Carolina, mon amour.


Hola, Carol.

No me extrañan tus palabras.

Por lo que me cuentas, y teniendo en cuenta mi pasión por el diagnóstico y mi tendencia poco seria a lo que algún experto denominaría "hacer atribuciones", yo diría que tienes un pedazo de problema que se llama terror. Te cuento lo que veo, pero no te me enfades, va con amor.

Se trata de un terror que genera ansiedades manifestadas en soberbios ataques de nervios con sus lloros, duelos y quebrantos, crujir de dientes y desesperaciones varias, acompañadas de hipos, moqueos, aislamiento social, algún que otro vómito incontenible y no provocado con su subsiguiente irritación gastroesofágica y estado de postración por agotamiento físico y mental. En tu lenguaje-telón, se llama tristeza profunda. En el mío, histeria de la buena. Inmadurez, dado que los treinta y cinco ya no los cumples. Y los treinta y ocho tampoco, qué coño.

Terror fomentado por una muy baja autoestima y una exigencia para con los demás que provoca rechazo de las otras partes contratantes, que provoca a su vez abandono por miedo anticipatorio, que origina sentimiento de culpa, conducta defensiva, evitación, procrastinación, rechazo al compromiso, chantajes emocionales diversos y capacidad asombrosa para echar balones fuera.

La culpa siempre es de los demás.

Terror que va dejando una estela de daños colaterales: te dejo por aquél, que me mira mejor que tú, te dejo porque ya no me dices lo que me decías hace tres meses, y eso quiere decir que... te dejo porque no quiero que nuestra historia se estropee como todas las demás, así que... te dejo porque... te dejo porque no me soporto a tu lado, porque ya no me pareces tan guapo, porque el sexo ya no es tan bueno, porque la tienes grande, porque la tienes pequeña, o mediana, qué vulgaridad, porque me apetece un circunciso que conocí ayer, porque no tenía que haber empezado, te dejo antes de que me dejes tú, porque tu madre es una gilipollas, porque tus calcetines de rombos son terribles y me generan agudizaciones del acné, te dejo porque no me cuidas, te dejo porque no te merezco... te dejo... te dejo para que no me dejes. Esa es la triste realidad. Reconócelo, ahora mismo sólo tienes al pamplinoso de Mauricín al lado, tan amigo, tan siempre presto su hombro... ¿será esto lo del roto y el descosido? y me tienes a mí, pero claro, yo no soy candidata a la cosa sentimental, vaya eso por delante. Excepción hecha de Mauricín (¿cómo le soportas, tía?) a mí me gustan TODOS los hombres.

Terror a no ser querida, a desvanecerte en la nada, a que no te recuerden, a no ser la princesa de un supuesto, y absurdo, e imposible cuento de hadas. ¿En qué idioma explicarte que los príncipes azules destiñen y te dejan la colada hecha un cristo?

El antepenúltimo,o quizá el anterior, o el otro... quién sabe ya, era un buen tipo. Y el otro, divertido hasta decir basta. Otro de ellos, bien tierno y cariñosón (pa mi gusto, una lapa), buen conversador, educado, atento y bastante espabiladito. Todos te querían. Cada uno como supo. Y por ahí se fueron quedando, heridos de amor y desconcierto, abonando un campo yermo y creando defensas que tendrán que derribar otras.

Terror a que no te quieran porque tú no te quieres.

Supongo que sólo te falta experimentar con algún domador de leonas que empiece por ponerte los límites que nunca has tenido. Que sepa contener tanto exceso visceral. Que te haga crecer y convertirte en una mujer.
Alguien que pueda hacerte ver que tienes las tetas donde las tienes, las patas de gallo en su sitio, como dios manda, qué cojones, y que, a pesar de que lo único que se mantiene intacto es tu puto orgullo, eres alguien a quien se puede querer. Yo te quiero, y si no fuera porque a veces hay que hostiarte, si fueras un hombre me casaría contigo por la iglesia y todo, porque eres noble, franca y fiel, eres una persona leal y coherente casi siempre, eres inteligente y culta, buena conversadora y jodidamente divertida y cabal, y seria cuando toca, y sorprendente casi siempre, y aprendo de ti cada vez que hablamos, y sé que soy mejor porque te tengo a mi lado... Eso es lo que no te da la gana de ver, y mucho menos de mostrar, ocupada como estás en comprobar cómo la ley de la gravedad hace estragos en tus redondeces (¿y por qué no miras las maravillas que está haciendo el tiempo en tu careto, cada vez más dulce, en tu capacidad para relativizar, en tu sonrisa más serena, en tu eficaz gestión del tiempo y de las prioridades?). Ellos quieren personas, no máscaras. No sabría cómo explicártelo más claro y más veces... ¿sabes esa canción de Sabina que no habla del físico de ella, pero le dice "eres mi envenenada medicina"? Escucha y piensa.

En todo caso, a partir de ahora, maromo que putees, maromo que adopto. Que lo sepas. Que a estas alturas de la peli, y viendo cómo está el mercado, o te pones las pilas o te auguro dos tristes opciones: o vestir santos, o desnudar borrachos.

Porque no me jodas... Mauri no es una opción... verdad?
Tranquilízame en ese aspecto, hija, que sólo de pensarlo me ha dado un vuelco el estómago.

¿Cafelito el miércoles?

A tus pies, querida mía.



Epístola de Santa Tormento a sus sufridos etc...


Dicen que para escribir hay que estar jodido.
Es cierto. Es cierto que lo dicen, quiero decir.

Seamos serios. Cuando estás jodido de verdad, no escribes.
No te llega el resuello ni para teclear cuatro chorradas, ni para reflejar las infinitas pajas mentales que se te vienen a la cabeza sin que puedas hacer nada por evitarlo.

Cuando estás jodido falta y sobra todo el tiempo, toda la gente, todo el barullo.
Cuando estás jodido no sabes si tienes que escribir o mejor te duchas porque apestas.
No sabes ni entiendes de los otros, y no quieres saber nada de tí mismo.

¿Es, o no es?

Pues bien... yo estoy jodidita, pero lo de siempre.
Cansada, desbordada, ahogadita, harta, ansiosa, insomne, bulímica pero sin vomitera... lo normal.

Una mudanza, un ex en busca de dinero fácil, unas hijas intentando adaptarse a una situación tan nueva como excitante (todo les ha mejorado, están contentísimas, cómo mola Madrid, qué maja es la gente, mamá...), un compañero intentando adaptarse a las hijas de mi menda y a mi menda lerenda (ahí es ná), una rabia no contenida por no poder ponerme a llamar a todo dios y montar un cocido para setenta en casa, pero no me llega, no me llega el aliento.

No soy feliz, porque eso sería haber claudicado y dedicarme a hacerme la sorda, la ciega y la tonta.
Tengo un colegio con niños verdaderamente problemáticos (o llenitos de problemas, no sé muy bien...). Tengo cierta nostalgia de cosas (no... de personas) que dejé allí y las echo muchísimo de menos, pero tampoco llamo, ni escribo, ni nada... nostalgia de lo que dejé y de lo que tengo aquí y no puedo atender... mi Gato, mi Carlitos, un ratito para plantarles dos besos al Dedos, al Pau, al Insti, al Lagarto, a la Delirium, a la Antígona, a tantos que me dejo... realmente no nos necesitamos, la vida es corta, el tiempo pasa deprisa y todo eso, pero JODER, quiero encontrar mi rato de asueto, subirme a unos tacones rojos y salir a beberme una Mahou a morro... tanto tiempo esperando este momento y el momento se me echa encima sin piedad.

Encontré un piso estupendo, precioso y lleno de luz, muy lejos de mi Madrid añorado, del centro, de las tabernas con el suelo lleno de cabezas de gambas... pero tenemos el Metro.
Me siento como uno más entre los miles de colonos de esto que antes era un descampado en el culo del mundo y ahora, al parecer, es chic de la muerte y un poco catetorri. Pero estoy en Madrid.

Estoy en Madrid, y me lo repito tantas veces al cabo del día que parezco gilipollas.
Estoy aquí, y pienso seguir estándolo, aunque no haga ruido, aunque no os cuente gilipolleces, aunque no lo parezca.
Sigo estando aquí, y probablemente eso haya adormecido mi imaginación y desarrollado mi olfato y mi sonrisa mañanera.
Me gusta cómo huele esta ciudad llena de gente bulliciosa y franca.
¡¡Joder, cómo me gusta Madrid!!
Y me encanta saber que estáis ahí... y que probablemente nos crucemos algún sábado de escapada por la FNAC, o en La Chata, o en...

Nos vemos.
Nos escribimos.
Os besuqueo mogollón.

Homenaje

Y total...
Te miras el periódico en dos minutos para enterarte de que otra de esas voces que te acompañan desde ni sabes cuándo se ha apagado.

Me pregunto cuándo será el día en el que una pueda decir eso de "joé, qué día tan redondo!"

Hoy hace un día espléndido. Pensaba en salir a dar un paseo por el campo (sí, claro, los fines de semana huyo a mi pueblo en busca de silencio, de saber las horas por las campanas del convento y esas tonterías que me son imprescindibles y que tanto he añorado).
Pero ya no me apetece darme el paseo, me apetece rememorar cuando papá ponía el disco de Mercedes Sosa y escuchábamos Alfonsina, las chacareras potentes, la nana del negrito... recuerdo y se me ponen los pelillos de punta. Qué hermosa voz.

Pues nada... otra que se ha muerto.

Joder.
Emociónense con esta mujer de biografía escalofriante.
La versión de Alfonsina es la más hermosa del mundo.

Los tíos tenéis malas pulgas.


Y una empatía escasita, escasita.

Que sí, que estoy ya en el foro, ya tengo colegio con tres niños diagnosticados de hiperactividad medicados. Cola-cao con Lexatín todas las mañanitas... y a mí no me traen ni siquiera un cuartito!! Y también tengo un niño con el síndrome de Asperger, que es una cosa muy tremenda que espero que no tengáis en vuestro entorno cercano. Varios magrebíes, varios latinos (yo los llamaría sudacas con respeto, pero joé... la cosita está mala) y algunos nacionales.

Entre niños y adultos del pasado, tengo un master en disfuncionales, y todavía podré escribir libros variados sobre lo que opino al respecto de meter en una clase a tanta población con problemas tan severos y sin personal especializado. Si los niños acaban tarareando a Sabina (tienen siete años) lo siento, pero que vayan a reclamar al maestro armero. También pienso enseñarles el himno de Riego, la Internacional y el Caralsol... que no digan que no soy plural, y eso.

Layeni y Lavane parecen paletas recién llegadas de una aldea. Todo merece un "halaaaaaa", todo les parece bien, todo les gusta, les sorprende la gente y lo bien que las han acogido en los respectivos coles... andan jodidas porque vivimos en la otra punta de donde tenemos el colegio, pero pasamos las tardes pateando la zona para encontrar alquiler cerquita... qué fuerte, de verdad.

Por eso no escribo, porque estoy muy cansada y aún al llegar a casa hay que lavar y planchar, preparar la cena y la comida del día siguiente, pasar por mil sitios a comprar libros, uniformes, intentar convencer a las autoridades de que mi documentación está en un trastero, pero que no somos narcotraficantes y que nos gustaría empadronarnos en esta ciudad que, siempre lo dije y lo mantengo, me da la vida en la misma proporción que me la quita... somos unas sinpapeles acogidas en los colegios por misericordia...

Los tíos reclamáis atención porque claro... de todo esto no sabéis nada porque ni siquiera he enviado un triste mail para dar a nadie señales de vida... pero es que me queda un hilillo, así que aquí quedan cuatro líneas sin el menor interés literario... dejadme en paz, coñio, que no puedo ni con los huevos. Ya os iré contando cuando recupere el tiempo y la inspiración.

Tengo ganas de veros a todos y daros un achuchón.
Un beso grande.
Y si alguien quiere alquilarme un piso GRANDE en la zona de la carretera de Burgos, que lo deje aquí dicho, que me urge con urgencia. Las niñas están agotadas, es una hora de ida y otra de vuelta en metro... mi religión me prohíbe atravesar Madrid en coche por la morning.

Y si alguien sabe recomponer los riñones de esta servidora, que lo diga también.
Y decid algo, ya que me esfuerzo en decirlo yo.
Muás.

Fin y principio.


Eres una puta ingrata.

He intentado guardarte en el corazón y sólo me has llegado a la vesícula biliar.
Tantas veces como hemos sido presentadas he mostrado mi admiración por tí, mi deseo de ser tu amiga, de integrarte en mi vida, de integrarme en la tuya, y todas esas veces me has mostrado tu más fría indiferencia.

Bien... aquí termina mi esfuerzo.

Te has comportado como una provinciana venida a menos, orgullosa y cerrada, has despreciado mi interés y mi esfuerzo, no me has devuelto ni una triste sonrisa.

He ido a despedirme de ti desde un lugar bien alto, con sus míticos bares cantados en canciones desgarradas. Teniéndote a mis pies te he mirado a los ojos, faltos de brillo en este mes de agosto que vacía las urbes y he buscado dentro de mí un sentimiento de pérdida que no he logrado encontrar.
No te niego que me entristece esa indiferencia, ya mutua.
Todas mis ciudades, todas, han dejado algo impreso en mi alma, y de tí sólo puedo decir que has sido una puta ingrata.

...Y dice la gente que ahora eres formal...

Me entristece saber desde ya que no te voy a echar de menos.

Ahí te quedas, querida.
Tanta gloria lleve como descanso dejo.

Observar


Mientras vacacionamos (vacacionáis) en la playa rodeados de amigos, noches locas y copas, la vida sigue un curso paralelo y mucho más lento para otros.

La palabra "esperar" que tanto me exaspera adquiere un nuevo significado cuando me enclaustro en el mundo rural, y el reloj carece de utilidad.
Asomar la gaita en la frutería es encontrarse a siete personas delante de tí que están más interesadas en contarse cómo les ha ido la vida desde el agosto pasado que en ser despachados.

- Pasa, maja, que estás despachada en un pis-pas
- No, luego vengo otra vez, que tienes mucha gente.

Y la "mucha gente" se gira y me mira mal, no sé por qué, pero creo que he dicho alguna inconveniencia de urbanita gilipollas... como si fuera nueva aquí, donde las tiendas abren a las diez de la mañana y antes de comprar las mujeres tomamos café y ponemos verde a cualquiera que se nos ocurra... donde los tenderos paran cuando les sale de las pelotas a tomarse una caña, y si vas a buscarlos al bar te invitan a otra y te dicen que te esperes y que les cuentes... parezco nueva y me siento, si no nueva, extraña. Tanta calma no puede ser buena para mi cabeza, me digo, casi al tiempo que pienso que podría acostumbrarme, y que eso significaría perder tanto como ganar. Seguro que priorizaría malamente.

Sigo mi periplo de compras y salutaciones variadas... con el paso de los años me parezco cada vez más a mi padre, así que soy reconocida por la cara, interpelada, interrogada y demás...

Vuelvo a la frutería tras veinte minutos.
Detrás de mi entran dos ancianos (aquí se llaman viejos, sin tonterías y con respeto), uno me pide la vez y el otro le dice "pues yo detrás de ti".
Leen mi periódico, cada uno a un lado mío, aunque detecto un estrabismo voluntario hacia mi canalillo... éstos aún no han renunciado al jamón. Ni a la jamona.
Sonrío. Les sonrío, e inician un diálogo desolador:

- ¿Y cómo está tu hermano?
- Bah... no conoce a nadie.
- Hay que joderse, oye, qué cosa será ésta... y que no vuelven, ¿eh? Qué jodío debe ser no acordarse de nada... ni familia, ni la mujer, ni los chicos...
- Lo jodío lo tenemos los que sí nos acordamos y vemos que no hay modo de traérnoslos p'acá, cagonlahostiaputa. Ande tendrán la cabeza, qué pena da verlos. Mejor morirse, chico.
- ¡Amos, anda!! No digas eso ni en broma.

Interrumpe la conversación una señora mayor con unas piernas muy gordas y muy hinchadas que pretende salir por entre nosotros con su carro. En la puerta, un padre con dos niños espera a su mujer que compra, y no se retira ni quita la sillita del bebé para que pase la abuela con su carro y sus andares torpes...
Pierdo la prisa, la ayudo, "pido" al orangután con cachorros de orangután que se aparte con cara de comadrona malfollá, me decepciono, me defraudo a mi misma pensando en la santa guerra que da mi abuela y lo bien que tiene la cabeza y no es capaz de apreciarlo, sólo protesta, molesta, siembra la insidia, hace daño, miente... ochenta y ocho años de amargura y unos análisis que ya los quisiera yo. Y sus hijas medicadas por la ansiedad que les genera esta gota malaya y continua. Manda cojones. Evitamos las visitas por evitar a la abuela, y ellas están en medio...

La vida es maravillosa. Se nos pasan los días sin acordarnos de que es un suspiro, de que hay gente que nos necesita... en este pueblo los viejos tienen su sitio y su respeto. Me doy cuenta de que no veo en las ciudades gente tan, tan mayor y funcional.
Nos estamos cargando tantas cosas...

Me siento culpable, desconsiderada y avergonzada como ser social. Y sin embargo, como nieta, hay momentos, cada vez más frecuentes, en los que me pregunto por qué mi familia se pelea continuamente por no responderla mal a ella, que es mayor y no sé qué más... Por qué los niños se llevan rapapolvos por evitar que se los lleve ella, que es quien intriga y malmete, por qué ella disfruta cuando ve que discutimos, que regañamos a los niños, y apoya diciendo "ahí, ahí"... Por qué sus hijas han consentido que las cosas llegaran a este extremo insufrible...

Entonces me llegan noticias de gente feliz, bien avenida, lejana y cercana, entrañable y libre de lazos familiares asfixiantes y también me pregunto... qué es lo que me impide a mí coger mañana mismo un coche, un avión, un tren, y largarme a la playa solita a bebérmelo todo, a bailar, a relacionarme, a dormir de día, a ser posible acompañada de un desconocido espectacular, a gastarme el dinero que honrada y trabajosamente gano en mi persona, mi estómago, mis sentidos, mi piel... la respuesta baila entre "miedo", "responsabilidad" y otros impronunciables vocablos.

Supongo que aquí es donde se recupera la verdadera noción del tiempo, pero me sale muy caro.

Una de música para ellos, de la que ya no ponen en "las arradios". Mi abuelo Navarro me la cantaba para dormirme. Soy una carca orgullosa. Mi abuela la cantaba haciendo las camas... ahora ya no canta.

Y un homenaje a Mari Carrillo, que ha dejado de "olvidar".


A diseccionar, que es gerundio.


Tiene un amigo músico, tocador de varios instrumentos, trompetista de postín, amante del jazz sin solución, líder de su relativamente conocido (en selectos, progres y bohemios círculos de la crema de la nueva y burguesa intelectualidad ) grupo de jazz, director de orquesta de formación, sesudo profesor de conservatorio, director de la banda de su pueblo... nadie empezó en la Filarmónica de Berlín...

Al hablar de música, se pone intelectual que te cagas y dice unos palabros muy raros, identificando en qué tono se ha compuesto la pieza y en qué compás.

Ella, en un escueto castellano adornado por las limitaciones de su nula formación musical, señala sin afectación: es bonito, es feo, me sugiere prisa, enojo, energía, pasión, furia, melancolía, rabia, tristeza, pena profunda, felicidad, cachondeo, angustia...
Dice: esto no es de Fulano... me suena más a Mengano (son pruebas muy difíciles, porque ella de música sabe lo poco que aprende poniendo discos "a la aventura", y si le gustan repite, y si no le gustan, nunca mais).

Pontifica él: "Tú eres músico"
Responde ella, toda sesuda: "ein?"

Y sostiene con una birra en una mano, una patata frita en la otra y su hija subiéndose por su chepa de veraneante en bañador, que ella es músico porque "entiende" la música sin saber nada de ella, en el terreno teórico y técnico, supongo.

Ella simplemente cree que hay que tener orejas de madera para no aflojar el esfínter de manera inconsciente ante determinadas cosas. Y que no se mea encima porque, a pesar de todo, intenta ser una dama.

El quiere que ella aprenda música.
Ella quiere seguir sintiendo la música, sin analizarla ni destriparla, quiere mantener el misterio y la magia que hacen que unas simples ondas (?) la agiten entera.
El insiste.
Ella contraataca: ¿te llevo al Museo del Prado y te explico el Jardín de las Delicias, Las Meninas, los Rubens, los Tiziano...? Venga, y luego, antes del concierto, me das una lección magistral sobre lo que vamos a escuchar, con fusas y difusas incluídas... hay cojones?

El claudica: no me jodas, Anita, que te pones a hablar de diagonales, simetrías y rollos mitológicos y me jodes la visión!

Vale pues. Zapatero, a tus zapatos, somos unos garrulos jugando a saber mucho.





Los ojos de este hombre me tienen completamente gilipollas. Que conste en acta.

Berlanga, tío!!


¿Sabes esa sensación de que ya, de que lo estás viendo venir, que sí, que no, que ay, que me muevo, que te pongas arriba tú, que me falta poquito.... que se escapaaaaaayyyyysssss.... cagonmicalavera...?

¿Y esa mentira piadosa, oh patoso, que me he quedao sin mi cuarto orgasmo porque has perdido el ritmo en doce centésimas de segundo, pero ha sido estupendo, no te preocupesmiamol?

La conoces, ¿eh? No mientassss... TODAS hemos dicho cositas de ésas y nos hemos cagao en su puta madre desde lo más profundo del... eso. No hay excepción. Habría que poner un metrónomo en todas las mesillas de noche conyugales o similares. Tres por cuatro! Ar!

Pues lo mismo.
Doce centésimas me han faltado para olvidarme per secula seculorum... Berlangaaaaaa!!!!!

Pero mentiré... y diré que estoy contenta... y realmente no es mentira.
Vuelvo a casa. Con una mano delante y otra atrás, como preveía, pero la luz al final del túnel ya no es tímida... parece un foco potente. Misión cumplida. Objetivo realista, aprobar. Y a eso hemos llegado, y sólo nos faltaron doce putas centésimas. Y lo pienso celebrar como si fuera la primera de la lista de los que sí han entrado, qué diablos!!
A ver quién curra, viaja, atiende niñas, guisa, plancha y consigue lo que yo... TOMA AUTOCONFIANZA!!
Lo hice de puta madre.

A ver si recupero mi blog, cojones.
Se me está olvidando hasta escribir.

Recta final


Al parecer, y se me confirma por diversas vías, el problema es de autoconfianza.

Mantra para la próxima semana (se ruega a amigos, allegados o recién llegados, da igual, que lo repitan conmigo de aquí al miércoles unas quince mil veces al día):



Tormento, lo vas a hacer de puta madre.

Caña con aceitunas a partir del día 20.

Hoy por hoy, me alimento de mis propias uñas, tabaco e incertidumbre (mmm... qué ricooooo).
Como contrapartida, las cartucheras se han reducido como en un 20% (no hay mal que por bien no venga...)
Toy bien... sólo atacá, en modo pánico, según el vocabulario guasón de Yul.


Muda


Me resulta curiosísimo darme cuenta de lo que me cuesta meter mis escasos enseres en cajas.
Y me pregunto si no será señal de que no quiero mover las cosas, si algo me retiene o es que tengo algo que hacer antes de cerrar definitivamente la casa.
Mi respuesta es que las cosas me importan un pimiento. Morrón.

Lo que me apetece es coger unas bragas de recambio para mañana y salir hacia nowhere.
Ni siquiera los libros... dejaría la casa cerrada tal y como está ahora mismo. Sin más.

Pero las princesas me matarían si llegara al pueblo sin los peluches, el poster del pelanas de Tokyo Hotel, del paliducho de Crepúsculo (jomamáááá no te metas con él, es vampiro y es el chico más guapo del mundooooo), no sé cuántos pares de zapatos, bolsos, barras de labios de colores imposibles, algo de ropa que no les cupo en la maleta (el abuelo se sentó encima para cerrarla, y se fueron rezando el rosario en el AVE para que no reventara por empacho de modelis), los mp3, mp4 y resto de tecnología punta, aunque no funcione, rollo fetichista, supongo, los CDs, el champú que huele a fresa, la caja de zapatos con los huevos de los gusanos de seda....

Joer, qué poco apegada soy...

Tras Humus


Hay una tormenta en el exterior con gran aparato eléctrico.

Me gustan las tormentas, me gustan mucho. El olor, la caída del agua, el ruido, el cambio de temperatura, la sensación de alivio tras el exceso de la baja presión y los iones dando por culo... me gustan las tormentas que limpian la calle y relajan y rebajan tensiones.
No entiendo a quien se mete debajo de la cama... ahora mismo entra un viento en casa que incluso transporta agua y me salpica. Soberbio.

Mis alumnos vinieron esta mañana a buscar sus notas y despedirse de mí. Lloraban.
Los profesores de mis hijas, el martes, lloraban al despedirse de ellas. No volverán.
Mis hijas no lloran, pero sí sus amigas y las mamás de sus amigas. Yo también lloro.

Lloro de miedo, de cansancio, de soledad y de hastío. De oposiciones, viajes, sentimientos encontrados, kilómetros y nostalgia de lo que no fue ni me pudo retener.
Lloro de esperanza, lloro de expectativas, lloro de rabia tanto tiempo contenida.
Lloro porque me miro y me quiero, decidida y valiente, y ME VOY.

Con una mano delante y otra detrás, ME VOY.
Vuelvo a casa, dieciséis años y dos churumbelas después.
A casa... es que no puedo creerlo aún.
Un par de semanas más... un poco más de insomnio y mucho más de incertidumbre y me habré ido, aun cuando hace ya mucho tiempo que no estoy.

Sólo tengo miedo y alegría. Extraordinario cóctel.
Que dios reparta suerte, porque como reparta justicia...

Por cierto... ví a Juan Diego Flórez, le ví en Valladolid, cantando y paseando por la ciudad y creo que he perdido el criterio. Ya no me importa que le falten matices, he renegado de lo que dije en su día respecto a su forma de "no interpretar" más que lo que estrictamente exige la partitura... me he rendido al virtuosismo y al poderío de un señor que mide lo que yo... y que canta y me hace llorar... aunque en estos tiempos feroces, hacerme llorar a mí es casi tan fácil como invitarme a un vino.
Y cuando bebo vino, lloro.

Estoy bien, sólo cansada, cósmicamente cansada, en lo físico, en lo emocional, en lo intelectual... estoy francamente hasta los huevos, pero con vistas al final del túnel.
Un poquito más...


A morir.




Dicen que esta canción no está dedicada a una persona, sino a una sustancia.

No me importa mucho.
Era pequeña y era verano. Los albañiles jóvenes de mi pueblo la cantaban subidos a los andamios y a mí me gustaba escucharles, y ver cómo la gente la ponía una y otra vez en la máquina de discos del bar de la Plaza. Un duro, una canción.

La (s) quiero a morir.
A la una y a la otra.
Si me mantuvieron cuerda en su momento, ahora no lo hacen menos.
Y suscribo todas y cada una de las palabras de esta canción que en esta noche de miércoles me hace llorar sola.

Por desgracia, conocen bien cada guerra.
Ellas cosen y zurcen una y otra vez mis alas. Para seguir subiendo.
Ellas me sostienen, cada vez menos inconscientemente.
Atrapada en un lazo que no aprieta jamás.
Ellas convierten las paredes de mi casa en bosques de lápices de colores.
Y aprendo a pintar transparente el dolor con sus sonrisas.

Sólo puedo sentarme, sólo puedo charlar,
sólo puedo enredarme, sólo puedo aceptar
ser sólo suya.

Podéis destrozar todo aquello que veis.
Reconstruyen a la velocidad del rayo.
Nada se nos resiste.

Mi más sincero agradecimiento a Herr Zheimer, don Alphonse, que sabe de fotos más que yo. Como de otros miles de cosas.


Alternativa


Yo sé que mis intenciones pueden ser juzgadas de cien maneras, y que mis decisiones afectan a alguien más que a mí.

Por eso quise tender una mano que aliviara el dolor que produce mi decisión, más como daño colateral que por voluntad explícita de herir.

Ante mi mano tendida y mi voluntad negociadora, la otra parte contratante ha reaccionado mordiéndola con saña y rabia nada contenidas.

Todo el mundo sabe dónde estoy y dónde quiero estar.
La otra parte contratante también.

- "Vete tú, aquí no te necesita nadie, pero las niñas se quedan aquí".
- "Ellas no quieren quedarse, lo sabes perfectamente".
- "Ellas no tienen nada que decir en este asunto".
- "Pues yo creo que ellas son TODO lo que hay que decir de este asunto".

Es todo lo que he conseguido.

¿Algún letrado en la sala?
Se impone la vía militar, me temo.
Esto de luchar por los sueños es como darse contra la pared, coño.



Esta noche no quiero ir a la cama.
El ritual instintivo de pasear la punta de mi nariz por las sábanas en busca de tu rastro se me atraviesa en los medios. No quiero reconocerte en olores y no encontrar albergue para mis manos.
Alargo el tiempo en busca de un sueño que, lo sé de antemano, será corto, sucio y oscuro.

Mi tendencia al caos se exacerba. Desbordo márgenes y me salto a la torera biorritmos y conductas de sentido común. Desordeno las letras de tu nombre y busco cómo adormecer esta adolescencia tardía que nos coloca en el sitio que no es.

Quizá un discurso con las leyes de la termodinámica por argumento fundamental nos definiría como sistema, con un funcionamiento perfectamente estudiado y, en principio, previsible. Y yo siempre sería la beneficiada. Al fin y al cabo, mi temperatura de lagartija de diciembre me garantizaría ganar siempre.

Cuando necesito un discurso exacto como una fórmula física es cuando me encuentro con una competencia verbal francamente lamentable. Y mi conocimiento de la termodinámica tampoco da como para un ensayo...
En todo caso, asumiendo mi tendencia entrópica, siempre me consuela saber que la tercera ley no permitirá que me congele.
No del todo.

Total... que cada vez que te vas es como un arañazo, un padrastro, un orzuelillo. Un momento, pero jode que no sabes ni te enteras. Un momento, un breve espacio, un mínimo paréntesis que me descangalla el chiringo y me pone a parir.
Ahora creo que sí que me he entendido.


El sitio.


Es de todos conocido ese bonito lugar común de que el tiempo lo pone todo en su sitio.

Es menor el número de personas que sabe de mi capacidad de sentenciar y condenar (normalmente al ostracismo o al etiquetado de subnormalidad profunda con agravantes de mala follá) desde una especie de tribuna llamada blog donde me escribo encima sin más censura que la propia, que puede parecer poca pero a mí siempre me resulta excesiva.
Hasta escribiéndome encima me contengo. El día que deje de contenerme,será otro, y con toga, el que me sentencie a mí por atentar contra el honor de algún/a malnacid@.
Pero antes habré bailado sobre su tumba.

Hoy ha sido un día extraño, con capítulo social a reseñar.
Hacía más de cinco años que no coincidía con "alguien" muy especial, en el mejor de los sentidos.
Alguien con suficiente rapidez dialéctica como para aguantar el tirón y cerrarme la boca con razones incontestables o impertinencias mejor paridas que las mías propias.
Alguien que se partió (lo partieron) en dos y se retiró a los cuarteles de invierno a recomponerse, y nunca más volvió.
Alguien a quien no eché de menos cuando se esfumó (en el sentido de sfumato leonardesco), pero tampoco nunca de más, alguien que siempre estuvo en su sitio, alguien elegante e irreprochable.
Alguien con el punto justo de descaro, elegancia y saber estar.
Sus excesos míticos están en boca de todos menos en la suya. Un tipo con clase, de esos tipos con estilo incorporado de serie, no trabajado, no afectado, un caballero.
Alguien que, de haber estado cerca en un determinado momento, hubiera sido un gran pilar.
Pero no era el momento, ni suyo ni mío, no tocaba. El diálogo hubiera sido imposible entonces. Hoy era el día.

Creo que he recuperado a mi alguien. Ahora que ya lo que toca es desligarse, entiendo que perderé más de lo que quisiera reconocer, y es que perderé algo que nunca fuí consciente de tener: el respeto de gente a quien yo también respeté siempre.
Y me reconforta. Y me halaga ese "es que tú impones". Gracias, querido. Entiendo bien la intención, y la agradezco en lo que vale, pero no me gusta imponer.

Sin saberlo, mantenemos una línea de acción asombrosamente paralela y discreta, resumida en grandes sentencias: El mejor desprecio es no hacer aprecio. Somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios. Valemos más por lo que callamos.

No saben vivir sin nosotros. Pero nos hacen la vida imposible. Cuentan los tiempos en función de lo que tardas en escribir un post o pasarte por un lugar determinado a dar señales de vida... vale... que hablen de tí, aunque sea bien.
Supongo que les cuesta trabajo encontrar algo malo en lo que apoyar la insidia, la insania, la envidia, la putada de ver pasar el tiempo y verte mejorado, enderezado, florecido, floreciente, renacido, remozado, reconciliado. Que se jodan una y mil veces. Que se muerdan la lengua y se envenenen mientras te pagan una birra tras otra. Penintentiam Agite! Penitenciagite, que decía el pobre Salvatore en El nombre de la rosa!!
¡Doblen el espinazo, miserables! ¡Ríndanse ante la evidencia de su injusticia y su cortedad de miras! Jódanse y admiren el resultado de la purga, lenguaraces! (joder, cariño, lo que me cuesta poner el primer signo de admiración/interrogación!!)

Es el tiempo.
Lo pone todo en su sitio.
Y si no, pregunta a mi contador de visitas, por empezar desde algún sitio.

Por cierto... la señora de la foto de mi perfil no es cualquier foto en blanco y negro escogida al azar.
Es Isadora Duncan.


Necrológica a bote pronto


Pues me entero tarde, aunque por el excelente canal del Lagarto.
Y se me queda esa cara de "coño, que me han robado la cartera". Incluso me llevo la mano al pecho, se me descuelga la mandíbula, intento recordar que lo estábamos esperando desde hace muchos, muchos años... pero no por eso deja de joder.

Sería una estupidez decir que duele. Jode. Jode y mucho porque gracias a este tipo de sensibilidad extrema y vida salvaje, gracias a sus canciones, a mí (y a tí también) se me fijaron en el entendimiento situaciones, sensaciones y getas que no se me olvidan, que reaparecen asociadas a diferentes canciones suyas, y me llevan a tiempos más amables, menos responsables, bastante más alcohólicos, risueños, promiscuos, nocturnos. De jugar con las flores de todos los jardines, cuando aún nadie te puede quitar la corona de reina y te ríes sin saber que, antes o después, el miedo te cercará, las responsabilidades te bajarán del pedestal y pasarás directamente a Cenicienta. Ésa es la secuencia real, y no al revés.

Antonio Vega se ha muerto (ni nos ha dejado, porque nunca estuvo, ni ha fallecido, que es una palabra super hortera, ni nada de eso. Se ha muerto) y nos ha dejado así como con cara de pasmo, vaya mierda, pobre hombre, qué artistazo... ahora viene cuando todos le glosarán y dirán lo magnífico que era... esas cosas, venga homenajes, venga festivales, venga, que ahora no va a protestar...

Va el tío y sin hacer ni ruido (como casi siempre) va y se muere, con dos cojones.
Pues nada... un señor tan independiente, un outsider tan discreto y tan outsider que ni lo pregonaba (que es lo que hacen los outsider: nena, soy un outsider y si te acercas a mí, tu vida será un infierno del que yo no te salvaré, porque me importas una mierda, pero no me dejes, oh, yeah).

A mí me hacía llorar. Siempre. Me transmitía una sensación de soledad tan grande, tan profunda, que me aplastaba la congoja. Era como un desamparo contagioso. La voz, el gesto ausente, la hermosura abstracta y aplastante de sus letras... era un personaje etéreo, inasible, descarnado, indefenso a simple vista, era un espíritu libre, yo diría que estaba tocado por dones varios.
Uno, el de hacerme llorar. Otro, el de poder entender quince cosas diferentes en una misma canción. Otro, el de construir unas melodías sencillas pero hermosas.

Se nos mueren los ídolos... y no me veo apuntándome a La Oreja de Van Gogh, al Canto del Loco, a Tokyo Hotel, a Jana Montana o como diablos se escriba...

Nos agarraremos a Joaquín, que aguanta algo mejor, y rezaremos a San Jack Daniels para que nos lo conserve un tiempito aún...

Descanse en paz, señor Vega, don Antonio, y espérenos sentado.

Ooooommmmmmmmmmmmmmm


Soy de ese tipo de personas que lee, ve pelis, se pasa las horas muertas mirando un punto fijo dándole vueltas a cualquier cosa... vamos, que moverme, lo que se dice moverme, me muevo poco.

O mejor dicho, no me muevo lo suficiente como parecerme a la Charon Estón, o a la Mónica Beluchi y compañía.
Soy sedentaria y me eslomo ordenando mis cosas, cocinando para la Yeni y la Vane y comiéndomelo yo, disfruto comiendo, me engorda sólo pensarlo... pero lo del gimnasio, no sé si no tengo tiempo (que no lo tengo) o es que no me estimula enfundar mis lorzas y mis cartucheras en una malla y ponerme a hacer cosas absolutamente ridículas, pudiendo leer, o ver pelis, o mirar un punto fijo intentando levitar (que no levito, claro... estoy redonda!)

Total... que de endorfinas ando tope deficitaria, y llevo tres semanas de baja con una ansiedad del carajo. Me endiñaron ansiolíticos y antidepresivos, que supongo que para el caso es como si me hubieran mandado calabacines en forma de supositorio.
Como no estoy deprimida (que yo sé lo que es, por desgracia) y la ansiedad no me da la gana de enmascararla con pastillas que me secuestran los sueños, he decidido ser una tía proactiva (¿de dónde saca la gente los palabros éstos?) y hacer algo por mi persona.

Y... bueno... la señora de la entrada me dijo que el profesor de TACHÍ pensaba que eso era un poco difícil para mí (a ver... tengo dos carreras universitarias sacadas jugando al mus en la cafetería de las facultades, y ganando en un porcentaje altísimo de las vacas, que hay que decirlo todo. Tengo un cociente intelectual que es como una etiqueta de anís del Mono, pero es jodidamente alto... y peso tantos kilos como que me sobran seis, no veinte, vaya... que no me siento un ser humano de movilidad reducida, sólo una tipa con el culo gordo, un hipotiroidismo cabrón que me descompensa los cuartos traseros y un par de partos a la espalda...)
La cosa es que, lejos de desanimarme, decidí que el profesor de TACHÍ es más tonto que un bocao en la polla a las siete de la mañana, y que tendría que relajarme de otro modo, y que aunque lo que me apetecía era partirle las piernas al TACHÍ de los huevos, mejor mantener la calma ésa que no tengo y que se me pierde por ahí de vez en cuando. Demasiadas cosas en la cabeza y un reloj tan tacaño... y eso de no poder dar dos hostias a tiempo, qué malo es, joder.

Y la profesora de yoga decidió que para la ansiedad me iba a ir muy bien ir a sus clases. Pos vale.

Y oye... que ayer fui a mi bautizo de yoga.
Qué decir... es como querer hacerle un nudo a la pata de un banco. Un relax mortal, eso sí. Si me quejo de que me sobran kilos, hubo un momento en el que tuve la sensación de ser tan pesada que era incapaz de moverme.
Pero la inquietud máxima fue en un momento crucial de la clase.

Situación: Anita, rodeada de otras doce señoras de su edad y para arriba se ve a cuatro patas, metiendo el hombro izquierdo por debajo del brazo derecho, pegando el moflete al suelo, levantando hacia el techo el brazo derecho una vez que apoyaba el hombro izquierdo, y girando la cabeza hacia ese brazo que miraba para arriba.
La pregunta fue: para qué lado me voy a dar la leche? He perdido la orientación, estoy completamente retorcida sobre mí misma y esto tiene pinta de irreversible... si no viene la seño, hay que avisar al cuerpo de bomberos (oh, yeah!) para que me desanude. Que -ven -gan, que -ven -gan!!!
Unos nerviosssss..... una risa floja... un pedo que quiere salir, un apretón de glúteos, por dios, aquí no, hoy no, que es mi primer día, coño, Anita, controlando esfínteres!!
El pedo volvió a su sitio, si es que lo tenía, pero fue perfectamente contenido. Entre que me caigo y no me caigo, no me caí.
Conclusión: puedo más de lo que pensaba, aunque mi flexibilidad ha caído en picado como los tipos de interés. Mis abdominales son de mantequilla, pero hoy tengo agujetas, luego entonces... aún hay futuro para mí.
Y he dormido como hacía años que no. Y sin valeriana siquiera, ni un polvete en esta cuaresma que me gasto, ni contar ovejas... caer en el catre y entrar en coma profundo.
Virguero, el yoga.
Que se joda el de TACHÍ, y que tiemble la Charon Estón.

Teclas caídas?

Sois todos unos cabrones.

Y esta frase no es para epatar, si es que esa palabra pedante y hortera existe, que ojalá que no.
Es que sois unos cabrones!
El Instigador se la envaina (espero que sólo para cambiarse el disfraz).
El Dedos ha desaparecido como por ensalmo, da igual que lo busques por un lado o por el otro.
A la francesa, hala!!
De Carlitos Satán ya ni hablamos... ahí tiene el blog hecho un solar.
Coco está haciendo de Nemo o de Dori... espero que no lo pesquen para pescadito frito...

ELLAS van escribiendo sacando el tiempo de debajo de las piedras, pero vaya galvana que tenemos!!
Esto qué coño es? La primavera??

PROPUESTA: Hacemos un fondo común de seis euretes y fundamos una editorial??
A ver si así...
Siesquetenemosunegoooooooooo.....

...


Hasta en las mejores familias (o incluso en las mejores familias con más motivo, que en habiendo recursos, donde comen tres comen seis) existe un fantasmilla de sábana blanca y sonrisa candorosa que propone cosas. O que toca los cojones, según se mire.

A veces dice que te tires de cabeza, que venga, que adelante. Y te tiras. Con mejor o peor fortuna, pero allá que vas porque no puedes hacer otra cosa, porque no piensas, porque sabes que pensar, calcular riesgos, prever consecuencias futuras puede acabar con el encanto de cagarla a conciencia, a calzón quitao. ¿Hablamos de amor? ¿O quizá de inversiones en bolsa? En todo caso... ¿cuál es la diferencia?

Otras veces te invita amable y tímidamente a recular: descártate, que no se puede jugar con tanta baraja en la mano... y entonces no puedes evitar calcular, pensar, evaluar... qué duro es el descarte! ¿Hablamos de amor?

Mami llevaba unos días un tanto mustia. Ni siquiera los mimos de su cuarentoncito malcriado habían conseguido sacarla de un estado melancólico que le había sustraído el interés por los cafés con las amigas, la misa de ocho y las tiendas de telas carísimas.
Quizá el fantasmilla familiar le estaba proponiendo un descarte... había estado tan pendiente de putear al niñato que se le había pasado la madre, y había sido poco insidioso con ella... ¿tendría el fantasmilla de la familia ganas de cambiar de víctima?

Don Mauricio, inmerso en las mieles de la trastienda de la mercería de barrio no terminaba de entender el cambio de humor de su legítima, aunque tampoco le preocupaba en exceso. Él atendía a quien le atendía, y no era (nunca lo fue) el caso.

Mauricín, el gilipollas, el pijo Mauricín, estaba perplejo.
Mami era la única hembra con un comportamiento que él podía entender, que mantenía cierta coherencia, cierta dinámica uniforme. Y ahora le hacía aguas.

Si el patrón por el que él juzgaba al resto de las mujeres comenzaba a mutar, no sabría cómo conducirse.

¿Y si Mami estuviera proyectando planes para él? Realmente no sería la primera vez, ya que, si echaba la vista atrás, veía meridiana y tristemente claro que su vida no había sido sino un continuo complacer a la autora de sus días, hasta el punto de que desechaba estos pensamientos por evitar la sensación asfixiante que se apoderaba de la boca de su estómago y le impedía respirar.
Era una marioneta en sus manos, y lo sabía. Pero lo sabía en la parte más oscura de su miserable persona, esa parte que no dejamos traslucir nunca, ni siquiera nos atrevemos a mirar en la más íntima de las soledades.
Cuando no nos gustamos, no nos miramos...
Hasta el día en que toda esa miseria se convierte en entidad independiente, tangible, otro individuo con el que puedes incluso chocarte en el pasillo de la casa, y nos mira a la cara con esa sonrisa de colmillo retorcido:

- Te voy a crujir
- No puedes, eres yo.
- Sactamente. Y tú eres tu superyó. O sea, un gilipollas.
- Ya empezamos...
- Mauricín, eres un gilipollas!

René

... y sin embargo, me siento muy identificada con ella, ocultando inmensidades tras una apariencia cotidiana, olor a cocina, manos de madre, bayeta y zapatillas, hablando mal a propósito para no levantar sospechas ni generar animadversión (¿más?) - las palabras de más de tres sílabas suelen generar desconcierto entre el gentío o populacho- intentando no pensar en voz alta, manteniendo distancias mucho más frías de lo que quisiéramos, sujetando las ganas de soltar cuatro latinajos que pusieran a cada uno en su sitio. Stultorum numerus, y tal...

Midiendo cada uno de los pasos, de puntillas sobre los charcos de vacuidad ajenos, todo para no morir de tedio...

Luchando por no dejar del todo de ser la niña repelente e imposible que sabía más de lo que le correspondía. Bien caro salió. Tirando de mí hacia atrás para no encontrarme demasiado pronto con la dama oculta tras la apariencia de una portera. Triste diezmo. Caminar por el margen, o fuera del rebaño, te significa. Vivir con ello te espolea y te consume a partes iguales.

La batalla contra el desaliento es desigual, el enemigo consigue adeptos a ritmo frenético.
La propia y legítima defensa se convierte en ataque demoledor: sonrisa de medio lado y silencio. Es lo bueno de saberse fuera de aquí sin haber llegado aún a ninguna parte.

Contra la amargura contagiosa, sembrar la incertidumbre.

Memo


¿Te acuerdas de aquel hostión que me dejó la mano fatal por querer patinar? Hoy hace un mes del talegazo. Hoy ha sido el primer día sin muñequera, sin dolor y sin la sospecha de tener algo roto y estar aguantando como cosa tonta. Aprovechando, me he planchado dos lavadoras.

¿Te acuerdas de la gripe? Vuelvo a tener un trancazo de cojones.

¿Te acuerdas de aquella profesora de tu hija que te la quería meter doblada y no pudo? Pues hoy lo ha vuelto a intentar y les ha enchufado un power point sobre el desarrollo del feto en el vientre de la madre... el resto, el trasfondo, el TUFO ya te lo puedes imaginar.
Y también puedes ir imaginándote que mañana mismo monto en cólera y escribo una carta a su inspector para moverle un poquito la silla... yo soy mu democrática, pero no creo que eso implique permitir que me toquen los huevos impunemente. Y me los está cociendo ya, la buena señora.

¿Te acuerdas de Mauricín? Pues Mauricín sigue en estado latente, intenta hacerse un hueco, pobre infeliz, entre la maraña de estultos reales, tangibles, con voz (y voto, que es lo más inquietante!). Realmente, Mauricín se convierte sin yo quererlo en blanco de mis iras. Que se joda.

¿Te acuerdas de los otros? Pues hoy he conseguido ir a saludar a un par... no damos para más, tristemente.

¿Y te acuerdas de esa decisión firme de volver a casa al final del curso? Pues todo el trabajo hecho a lo largo de seis meses de robarle tiempo al sueño, a las churumbelas y a Yul se ha ido a la mierda misma, gracias al estreñimiento de Esperanza Aguirre y sus lameculos.
Tengo que empezar de cero. Otra vez.

Echo de menos el tiempo que nunca tuve.
El de las manicuras, los masajes, las revistas frivolonas y las horas muertas hablando por teléfono, la peluquería, la librería, la exposición, el teatro o el cine...

¿Te acuerdas de cuánto me gusta la pintura? Pues el domingo fue un orgasmo visual de primer orden. El que ande por Barcelona que vaya sin falta a ver la exposición de Sorolla (MNAC), gratuita, descomunal, emocionante, emotiva, impresionante, despampanante... por favor, que no se la pierda nadie. Yo repetiría cien veces. Arriba, una muestra un poco pachucha...

Tengo la sensación de equivocarme cada vez que respiro.


Des-encaje de tobillos


Anita (Tormento) tenía un rectangulillo en blanco donde, cuando le parecía bien, que era todos los días al principio, más espaciado después, dejaba un escupitajo.
Escupitajos graciosos, dolientes, incisivos, ácidos, agrios, conmovedores, francos, tristérrimos, divertidísimos, superlativos o minimalistas... escupía ad libitum, que para eso el rectangulillo en blanco era suyo.

Anita (Tormento) solía pasearse por otros rectangulillos que otros escupidores habían puesto al sol para que lucieran, y la tal Tormento dejaba comentarios, unas veces referentes al fondo y otros a la forma.
La cosa es que adecentaba su casita y visitaba otras casitas, y tenía una ciber vida social la mar de aparente, no numerosa, la verdad, pero francamente estimulante, la gente discurre por ahí que es una alegría, visto lo que hay en modo "tangible", la virgen!

Anita, la pobre, tenía un curro, unas churumbelas que necesitaban una madre (y un padre, aunque fuera bajo la misma apariencia que la madre), una cocina para ella solita, un sentido poco mesurado de la responsabilidad, una necesidad imperiosa de beberse la vida, una cuenta corriente bastante exigua, un mono de tabaco como para una boda...
Le sobrevino una gripe, y luego una cagalisis que casi se la lleva a eso que los que volvieron (supongo que alguno habrá vuelto para denominarla así) denominaron "mejor vida". Notejode...

Después del cuasi cólico miserere se dió un hostión como un piano de cola. Se torció el pie. Y dos semanas más tarde, como no le pareció suficientemente arriesgado el deporte de andar con tacones en un parquing de suelo impoluto generador de esguinces, se subió a unos bonitos patines que se autorregaló con lo que no se fumó.
Porque dejó de fumar!! (para luego volver, aunque sólo en horas lectivas, hayqueserdelgénerotontocoñio)

Y subida en unos patines se jodió una muñeca. La derecha, concretamente, que era la buena, porque la izquierda le servía, concretamente, para aquello tan hermoso de la simetría. Only.

Anita siente un profundo cansancio, juega a las mamás pero también a los papás. A las maestras y a la Elena Francis de los papás de los alumnos, a conciliar elementos de subversión, a frenar embestidas de cabestros (y cabestras, que hay que ser políticamente correcto y no olvidar nunca a las miembras... joder con las miembras!)

Anita ha dejado el rectangulillo abandonado a su suerte y no sabe bien qué hacer, cómo mantenerlo, cómo hacerlo de nuevo activo, movido, entretenido... algo que le ha generado tantas alegrías, ahora comienza a ser una obligación.

Hay quien dice que es buena señal... que empiezas a tener vida personal...
Si la vida personal es madrugar, pintarte el rabo del ojo en el atasco, pencar, malcomer, pelearte hasta con los perros de la calle, pensar qué haces de cenar en el atasco de vuelta, atender a las hijas con las sobras de persona que te quedan y caer en coma en la cama sin haber tenido ni el tiempo, ni las ganas ni las fuerzas para hacer algo que te gusta... entonces sí. Tengo una puta mierda de vida personal que hace que no atienda mi rectangulillo en blanco... por no hablar del triangulillo. Rubio platino con mechas azul eléctrico, quién lo dudaba??

A pesar de los pesares, en una incansable búsqueda de la belleza, Anita busca la parte positiva siempre. El otro día, de incursión en la sección de música clásica con el compulsivo, paciente, sibarita y quincenal hombre de sus sueños, encontró un disquito barato y escondido, y se enamoró como adolescente hormonada de esta pieza, de este tenor (Flórez, Juan Diego) recién estrenadito, poderoso como un dios y un pelín verde aún en algunas cositas sin importancia... seguro que ustedes ya la conocen, pero nunca es tarde si la picha es buena.
Y Anita, aunque lleva muuuucho retraso, se va encontrando unas pichas maravillosas.
Dios... creo que esta última frase me va a generar un número inusualmente alto de visitas...
Bueno...

Es de una gracia y una ligereza que me tienen sorbido el seso. Con ese.

Anita (Tormento) me pide que les diga que acepten esta hermosura como obsequio reparador por una ausencia no deseada.
Y que les besa a todos ustedes, en los morros a ellos, en los mofletes tersísimos a ellas.
Y que promete volver de los infiernos, como Eurídice pero sin vuelta atrás. Que mi Orfeo no es tan gilipollas.

Esto le pasa a cualquiera, hombre.


Si nos remontamos a la noche de los tiempos, veríamos a una joven de unos veinticinco años fregando las escaleras como antaño, a cuatro patas, esponja, cubo, bayeta y esas espumillas que se ponían para no joderse las rodillas.
La particularidad es que esa joven está embarazada de nueve meses y no parece lo más adecuado dedicarse a ese menester. Pero antaño la mano de obra escaseaba, así que dejemos a la joven fregar las escaleras.

Dentro del hogar, el padre de la joven se lía un cigarrillo sin saber que dieciocho meses después estará muerto. Cáncer de pulmón.
La madre de la joven está quejándose. De cualquier cosa, es lo único que hizo en su vida.
La hermana de la joven arregla primorosamente su armario. No en vano tiene veinte años, está en la flor de la vida y piensa ir a dar un paseo después de misa con sus amigas. Para eso es domingo.

El marido se afeita en el cuarto de baño. Ha sido el último en levantarse... trabaja mucho, así que los fines de semana intenta desaparecer del mundanal ruido madrileño y sale por patas a refugiarse en casa de su suegra, que siempre, desde que murió su madre demasiado joven, hace ya demasiado tiempo, le ha tratado como a un hijo. O sea, lo ha cebado, que las mujeres Greenland sólo demuestran el cariño cocinando.

La joven fregona entra en la cocina-comedor-salón-salita de la casa de pueblo. La sigue el padre de su marido, que vuelve de pescar y trae media docena de truchas.
La joven rompe aguas sin pedir permiso ni nada.
La madre grita todo aquello de virgensantísima y tal...
El suegro de la joven se caga en su histeria y le dice que son las truchas, coño, que vienen directas del río.
El padre de la joven, navarro de pro y blasfemo de rancio abolengo suelta unas catilinarias, se caga en toda la cúpula celestial, la patena y otros adminículos litúrgicos, además de en la viga que sujeta la capaelcielo y se cala la boina... vámonos!!
La joven reclama a su hermana que le ponga unos rulos... no puede parir con ese aspecto.
La madre de la joven empieza a llorar... en su línea.
La hermana de la joven también llora... será porque se le ha jodido el plan del vermutito?
El padre de la joven, la madre de la joven, la joven y el padre del marido bajan las escaleras recién fregadas.
El marido da vueltas por la casa buscando la corbata. Un ingeniero no puede asistir al parto de su señora si no va convenientemente vestido, coño!
La hiposa cuñada le grita: la llevas puesta, gilipollas!!
Entre el SEAT 600 blanco del ingenierete y el milquinientos cojonudo del navarro, la elección es clara... a ver quién tiene pelotas de llevar la contraria al Navarro!

El médico del pueblo no quiere tener problemas con el papá de la joven, bruto él y con antecedentes de huesos rotos por un quítame allá un gol del Madrid. La envía a la capital de la provincia, y si sale con barba, San Antón, y si no, la Purísima. Se lava las manos como Poncio y aquí paz y después gloria.

A medio camino, una media hora, digamos, la joven cree morir... o parir. El papá Navarro de la joven le asegura que si pare en ese puto pueblo, coge a la criatura y la deja en la cuneta... los de ese puto pueblo son unos hijos de perra. APRIETA LAS PIERNAS, CHICA!! dice el papá de la joven. La joven obedece, como siempre.
El marido de la joven puede palpar sus testículos junto a la nuez.

Al acabar el accidentado viaje, el marido de la joven es destinado al fumadero.
La madre de la joven, a la capilla, junto con la hija pequeña.
El Navarro se entera de que la comadrona está felizmente comiendo en un restaurante de postín.
Va al restaurante.
Le quita el tenedor de la mano.

- Tira, Huete, que mi chica está de parto.
- Oiga!!
- Ni oiga ni hostias. O vienes o te traigo de los pelos.

La comadrona asiste a la joven en tacones, sin guantes, sin bata... a pelo, mismamente.
Una niña. A las cinco de la tarde, hora taurina que imprime carácter.
El abuelo materno dice que es preciosa.
El ya padre, con su corbata y todo, dice que es un escuerzo. Pero que prometió ponerle el nombre de su madre y lo cumplirá, aunque su madre era guapísima.

Aquella noche, de vuelta al pueblo, el joven conducía el milquinientos y se tragó un jabalí que estaba en la carretera. El abuelo materno volvió a proferir su sarta de cagamentos irrepetibles. La abuela materna lloraba, no se sabe muy bien si por el coche o por la boca diabólica de su santo. Que lo era, coño, que lo era. Y se lo llevó el puto tabaco a los dieciocho meses.

Bueno... que la niña era yo y que de todo esto hace hoy cuarenta y un años.
Con unos inicios tan movidos, creo que es bastante normal que mi vida sea un acelero continuo.

Y que cumpla muchos más.



Mira a ver si te piras.


A ver, que parece que no nos terminamos de enterar...
No sé qué coño haces merodeando por aquí, pero no eres bienvenida.
Se te ve de lejos, no disimulas, dejas rastro, preguntas por mí... muy mal... se supone que vas de muy lista por la vida, coño, hazlo mejor!

Hace bastante tiempo que he borrado tu número de teléfono fijo y móvil. El de tu trabajo, también.
He eliminado de mi lista de direcciones los seis mil correos electrógenos que tenía tuyos. Unos con nick (varios nicks) y otros escondiéndote tras unos títulos nobiliarios con apellido ajeno. No has sido nunca tú. No te eres suficiente, qué lástima!

He recordado, ya con un cóctel bien preciso de tres partes de indiferencia y dos de desprecio profundo, que te pusiste mucho más que en medio en algunas ocasiones, concretamente TRES en un solo año, que para decir que eras mi amiga, me parece excesivo, la verdad, aunque sólo te salió bien una... un 33,3333333 por ciento tampoco es como para que te sientas muy orgullosa... te follaste al más pringao, reina. No abundaremos... con pringao ya tenemos un retrato más que certero.

Y a los otros no te los pudiste apretar, y mira que te lo curraste, pero es que no quisieron ellos... joer, qué golpe al ego ¿no? Se te desconchó el barniz, se te vio el cartón...
Mis amigos, entre otras cosas, son inteligentes, y tienen un buen gusto que lo flipas. Y contra eso, hijamía, tú no puedes más que darte cabezazos contra la pared.

Has intentado por todos los medios indisponerme con ellos.
Has intentado molestarme, demostrarme un poder que no tienes, competir conmigo.
Has intentado... ¿qué coño querías? Bueno, me da igual, ahora ya te puedes ir yendo a tomar por culo con toditas mis bendiciones, hisopazos y parabienes, así te ahogues en una pila bautismal, grandísima puerca con tetas de cabra y morros de serpiente, cobarde indecente, insidiosa de pacotilla.
Sigue engañándote mientras puedas creer tus propias patrañas.
Sigue escondida. Callada. Mírate al espejo de vez en cuando y deja de joder la marrana al prójimo.

Cuando mi doctor te vio, le faltó tiempo para bautizarte.
Verdulera Chic.
El tipo más certero a este lado del Ebro. Balas de plata.
Al otro lado del Ebro, me siguen queriendo y cuidando los mismos de antes y algunos más.
Pooooorrrrrrrqueyolovalgo!

Geniallllllll.......sensuaaaalllllllllllllllllllllllll.....................


Fumo desde los trece.
Soy una fumadora social de las que, en reunión, se enciende uno con otro y se solaza viendo las volutas ascender. Hago virguerías con el humo, y me lo trago todo. El humo, digo, ¡guarro!

Cuando me quedan tres cigarros en el paquete voy pitando en busca de otro. La idea de pensar en quedarme sin tabaco me genera una ansiedad tal que me tengo que echar un pitillito para paliarlo... y ya sólo quedan dos.

Soy hija de fumadores empedernidos, de los que llevaban a los cinco niños atrás al pueblo y fumaban desde el primer al último minuto con media rendijilla abierta... fumo desde antes de nacer, coño.
Mis hermanas lo dejaron, una por embarazo concienzudo y otra por novio coñazo que incluso pretendió fumar para joder la marrana y casi se nos muere del globazo... los Flanders son "asín".
Después de que se hubieron fumado la provincia de la Jara enterita, ahora reniegan del tabaco y te dicen eso de "anímate, mujer, que no es para tanto, se pasa mal unos días, luego ya está resuelto".

Joder, si ánimo no necesito, lo que necesito es echarme un cigarrito!!
La gripe, la tos, el agobio, el andandará mi resuello, el qué mal hueles, cariño, dicho en la lengua del imperio o expresado en careto de PUAJ, cualquiera besa esa caverna pestilente (ahora voy entendiendo algunas cosas)... todo esto me colocó sobre la plataforma... una... dos... hop! si me fumo uno más, reviento. O Yul me deja por otra menos maloliente. Y no.

Curiosamente me molesta el humo de los demás que ni te cuento... pero el mío no.

He dejado el tabaco... no es la primera vez que lo intento, supongo que tampoco será la última, pero me doy cuenta de que voy aprendiendo a defenderme de las trampas que me pongo a mí misma. Aun así, el paquete de tabaco lleva en el bolso once días y no lo pienso tirar... un buen rebote, de los míos, sólo podría resolverse, a día de hoy, previo cigarrito para aflojar la tensión.

Recurro a: agua a mansalva para contrarrestar los ataques a la nevera, gomas para jugar con las manos, palitos de naranjo entre los dientes cuando tecleo, chupa-chups (Cruyff no era tonto, aunque un poco chulo para ser holandés) y una cosa muy curiosa que se llama quitómetro y que te contabiliza hasta las canas que ya no te saldrán por culpa del tabaco... está muy bien porque ya sé que mañana, por ejemplo, sólo tendré un ataque de esos de "QUIERO QUE SE MUERA EL CABRONAZO QUE DIJO QUE EL TABACO ERA MALO DESPUÉS DE QUE MEDIA HUMANIDAD ESTUVIERA AMORRADA A LA BOQUILLA, COÑOJODER! PÁSAME EL TABACO, EL CENICERO Y LA BOTELLA DE TEQUILA, CAGONMIPUTONABO"
Sólo uno...

Y el quitómetro este, también te deja firmar con todo este título nobiliario: No fumo desde hace 1 semana, 4 días y 6 horas. En este tiempo he dejado de fumar 168,76 cigarrillos y me he ahorrado 24,05 Euros.

¿Qué me puedo comprar con 24,05?? Si ahorro un poco más, un cartón.
Y cada día, a la misma hora, te pone en la pantalla un aviso de un nuevo logro: ocho días, nueve días, diez días... y oye... que parece una gilipollez...(LO ES, Anita, a quién pretendes engañar, hijamía, que aquí viene gente de nivel?)

Que nadie dijo que hubiera que estar contento, eh? Vale que hay que dejarlo, pero tengo todo el derecho del mundo a estar jodida, cabreada, nerviosa y (confieso) llorar un poco, a escondidillas de las princesas.
Pero cada día que paso sin fumar, mola.

Amnesia


«El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquél que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio
Las ciudades invisibles, Italo Calvino.



La gota malaya



Yo no sé qué es, pero me maravilla su poderío.
¿Qué tipo de mecanismos son los que desencadenan cada viernes (barruntado ya el jueves) la sensación de agobio, tristeza profundísima, impotencia, desazón, cabreo, indignación, rechazo hacia TODO lo divino y lo humano?
¿Qué diablos es esto que me convierte en una piltrafa, absolutamente incapaz de sentir nada más que odio profundo hacia todo lo que no sea yo, y una compasión enfermiza hacia mi persona?
¿Alguien sabe cómo se llama esto, y si hay algo que hacer al respecto?
El hecho de haber dejado de fumar por evidente obligación me hace hasta llorar.
Y lo que me apetece, de verdad de la buena, es mandaros a todos a tomar por culo con una caña rajá.
Pero no lo haré, porque luego me tocará arrepentirme, pedir perdón y haceros la pelotilla.
Y vosotros no habéis leído nada, no sea que me lo recordéis.

Ya se, ya sé... no me olvido de que tengo unos temas pendientes y unos personajes en busca de acción.
Estoy resolviendo problemas, problemas de los de verdad, de los que hace tiempo se enquistaron, y estoy con el bisturí, jroña que jroña, pasándolo muy malamente, pero supongo que para bien, al fin.
Creo que podré volver a casa a final de curso. Volver... no sé si debería decirlo o mejor guardarlo en silencio... si no lo dices no existe, así que... estoy pensando/actuando/buscando VOLVER.
Por eso Mauricín y sus estupideces sin fin, que van tomando cierto cuerpo en mi cabeza, está un pelo descuidado.
Supongo que si yo me saco brillo, conseguiré algo más interesante que lo que he hecho hasta ahora. Con lo uno y con lo otro.

Y ahora, déjenme que me dedique a la autocompasión, autocomplacencia, automedicación, auto....loscojones.




Cada día cantás mejor, querido mío.