Memo


¿Te acuerdas de aquel hostión que me dejó la mano fatal por querer patinar? Hoy hace un mes del talegazo. Hoy ha sido el primer día sin muñequera, sin dolor y sin la sospecha de tener algo roto y estar aguantando como cosa tonta. Aprovechando, me he planchado dos lavadoras.

¿Te acuerdas de la gripe? Vuelvo a tener un trancazo de cojones.

¿Te acuerdas de aquella profesora de tu hija que te la quería meter doblada y no pudo? Pues hoy lo ha vuelto a intentar y les ha enchufado un power point sobre el desarrollo del feto en el vientre de la madre... el resto, el trasfondo, el TUFO ya te lo puedes imaginar.
Y también puedes ir imaginándote que mañana mismo monto en cólera y escribo una carta a su inspector para moverle un poquito la silla... yo soy mu democrática, pero no creo que eso implique permitir que me toquen los huevos impunemente. Y me los está cociendo ya, la buena señora.

¿Te acuerdas de Mauricín? Pues Mauricín sigue en estado latente, intenta hacerse un hueco, pobre infeliz, entre la maraña de estultos reales, tangibles, con voz (y voto, que es lo más inquietante!). Realmente, Mauricín se convierte sin yo quererlo en blanco de mis iras. Que se joda.

¿Te acuerdas de los otros? Pues hoy he conseguido ir a saludar a un par... no damos para más, tristemente.

¿Y te acuerdas de esa decisión firme de volver a casa al final del curso? Pues todo el trabajo hecho a lo largo de seis meses de robarle tiempo al sueño, a las churumbelas y a Yul se ha ido a la mierda misma, gracias al estreñimiento de Esperanza Aguirre y sus lameculos.
Tengo que empezar de cero. Otra vez.

Echo de menos el tiempo que nunca tuve.
El de las manicuras, los masajes, las revistas frivolonas y las horas muertas hablando por teléfono, la peluquería, la librería, la exposición, el teatro o el cine...

¿Te acuerdas de cuánto me gusta la pintura? Pues el domingo fue un orgasmo visual de primer orden. El que ande por Barcelona que vaya sin falta a ver la exposición de Sorolla (MNAC), gratuita, descomunal, emocionante, emotiva, impresionante, despampanante... por favor, que no se la pierda nadie. Yo repetiría cien veces. Arriba, una muestra un poco pachucha...

Tengo la sensación de equivocarme cada vez que respiro.


Des-encaje de tobillos


Anita (Tormento) tenía un rectangulillo en blanco donde, cuando le parecía bien, que era todos los días al principio, más espaciado después, dejaba un escupitajo.
Escupitajos graciosos, dolientes, incisivos, ácidos, agrios, conmovedores, francos, tristérrimos, divertidísimos, superlativos o minimalistas... escupía ad libitum, que para eso el rectangulillo en blanco era suyo.

Anita (Tormento) solía pasearse por otros rectangulillos que otros escupidores habían puesto al sol para que lucieran, y la tal Tormento dejaba comentarios, unas veces referentes al fondo y otros a la forma.
La cosa es que adecentaba su casita y visitaba otras casitas, y tenía una ciber vida social la mar de aparente, no numerosa, la verdad, pero francamente estimulante, la gente discurre por ahí que es una alegría, visto lo que hay en modo "tangible", la virgen!

Anita, la pobre, tenía un curro, unas churumbelas que necesitaban una madre (y un padre, aunque fuera bajo la misma apariencia que la madre), una cocina para ella solita, un sentido poco mesurado de la responsabilidad, una necesidad imperiosa de beberse la vida, una cuenta corriente bastante exigua, un mono de tabaco como para una boda...
Le sobrevino una gripe, y luego una cagalisis que casi se la lleva a eso que los que volvieron (supongo que alguno habrá vuelto para denominarla así) denominaron "mejor vida". Notejode...

Después del cuasi cólico miserere se dió un hostión como un piano de cola. Se torció el pie. Y dos semanas más tarde, como no le pareció suficientemente arriesgado el deporte de andar con tacones en un parquing de suelo impoluto generador de esguinces, se subió a unos bonitos patines que se autorregaló con lo que no se fumó.
Porque dejó de fumar!! (para luego volver, aunque sólo en horas lectivas, hayqueserdelgénerotontocoñio)

Y subida en unos patines se jodió una muñeca. La derecha, concretamente, que era la buena, porque la izquierda le servía, concretamente, para aquello tan hermoso de la simetría. Only.

Anita siente un profundo cansancio, juega a las mamás pero también a los papás. A las maestras y a la Elena Francis de los papás de los alumnos, a conciliar elementos de subversión, a frenar embestidas de cabestros (y cabestras, que hay que ser políticamente correcto y no olvidar nunca a las miembras... joder con las miembras!)

Anita ha dejado el rectangulillo abandonado a su suerte y no sabe bien qué hacer, cómo mantenerlo, cómo hacerlo de nuevo activo, movido, entretenido... algo que le ha generado tantas alegrías, ahora comienza a ser una obligación.

Hay quien dice que es buena señal... que empiezas a tener vida personal...
Si la vida personal es madrugar, pintarte el rabo del ojo en el atasco, pencar, malcomer, pelearte hasta con los perros de la calle, pensar qué haces de cenar en el atasco de vuelta, atender a las hijas con las sobras de persona que te quedan y caer en coma en la cama sin haber tenido ni el tiempo, ni las ganas ni las fuerzas para hacer algo que te gusta... entonces sí. Tengo una puta mierda de vida personal que hace que no atienda mi rectangulillo en blanco... por no hablar del triangulillo. Rubio platino con mechas azul eléctrico, quién lo dudaba??

A pesar de los pesares, en una incansable búsqueda de la belleza, Anita busca la parte positiva siempre. El otro día, de incursión en la sección de música clásica con el compulsivo, paciente, sibarita y quincenal hombre de sus sueños, encontró un disquito barato y escondido, y se enamoró como adolescente hormonada de esta pieza, de este tenor (Flórez, Juan Diego) recién estrenadito, poderoso como un dios y un pelín verde aún en algunas cositas sin importancia... seguro que ustedes ya la conocen, pero nunca es tarde si la picha es buena.
Y Anita, aunque lleva muuuucho retraso, se va encontrando unas pichas maravillosas.
Dios... creo que esta última frase me va a generar un número inusualmente alto de visitas...
Bueno...

Es de una gracia y una ligereza que me tienen sorbido el seso. Con ese.

Anita (Tormento) me pide que les diga que acepten esta hermosura como obsequio reparador por una ausencia no deseada.
Y que les besa a todos ustedes, en los morros a ellos, en los mofletes tersísimos a ellas.
Y que promete volver de los infiernos, como Eurídice pero sin vuelta atrás. Que mi Orfeo no es tan gilipollas.

Esto le pasa a cualquiera, hombre.


Si nos remontamos a la noche de los tiempos, veríamos a una joven de unos veinticinco años fregando las escaleras como antaño, a cuatro patas, esponja, cubo, bayeta y esas espumillas que se ponían para no joderse las rodillas.
La particularidad es que esa joven está embarazada de nueve meses y no parece lo más adecuado dedicarse a ese menester. Pero antaño la mano de obra escaseaba, así que dejemos a la joven fregar las escaleras.

Dentro del hogar, el padre de la joven se lía un cigarrillo sin saber que dieciocho meses después estará muerto. Cáncer de pulmón.
La madre de la joven está quejándose. De cualquier cosa, es lo único que hizo en su vida.
La hermana de la joven arregla primorosamente su armario. No en vano tiene veinte años, está en la flor de la vida y piensa ir a dar un paseo después de misa con sus amigas. Para eso es domingo.

El marido se afeita en el cuarto de baño. Ha sido el último en levantarse... trabaja mucho, así que los fines de semana intenta desaparecer del mundanal ruido madrileño y sale por patas a refugiarse en casa de su suegra, que siempre, desde que murió su madre demasiado joven, hace ya demasiado tiempo, le ha tratado como a un hijo. O sea, lo ha cebado, que las mujeres Greenland sólo demuestran el cariño cocinando.

La joven fregona entra en la cocina-comedor-salón-salita de la casa de pueblo. La sigue el padre de su marido, que vuelve de pescar y trae media docena de truchas.
La joven rompe aguas sin pedir permiso ni nada.
La madre grita todo aquello de virgensantísima y tal...
El suegro de la joven se caga en su histeria y le dice que son las truchas, coño, que vienen directas del río.
El padre de la joven, navarro de pro y blasfemo de rancio abolengo suelta unas catilinarias, se caga en toda la cúpula celestial, la patena y otros adminículos litúrgicos, además de en la viga que sujeta la capaelcielo y se cala la boina... vámonos!!
La joven reclama a su hermana que le ponga unos rulos... no puede parir con ese aspecto.
La madre de la joven empieza a llorar... en su línea.
La hermana de la joven también llora... será porque se le ha jodido el plan del vermutito?
El padre de la joven, la madre de la joven, la joven y el padre del marido bajan las escaleras recién fregadas.
El marido da vueltas por la casa buscando la corbata. Un ingeniero no puede asistir al parto de su señora si no va convenientemente vestido, coño!
La hiposa cuñada le grita: la llevas puesta, gilipollas!!
Entre el SEAT 600 blanco del ingenierete y el milquinientos cojonudo del navarro, la elección es clara... a ver quién tiene pelotas de llevar la contraria al Navarro!

El médico del pueblo no quiere tener problemas con el papá de la joven, bruto él y con antecedentes de huesos rotos por un quítame allá un gol del Madrid. La envía a la capital de la provincia, y si sale con barba, San Antón, y si no, la Purísima. Se lava las manos como Poncio y aquí paz y después gloria.

A medio camino, una media hora, digamos, la joven cree morir... o parir. El papá Navarro de la joven le asegura que si pare en ese puto pueblo, coge a la criatura y la deja en la cuneta... los de ese puto pueblo son unos hijos de perra. APRIETA LAS PIERNAS, CHICA!! dice el papá de la joven. La joven obedece, como siempre.
El marido de la joven puede palpar sus testículos junto a la nuez.

Al acabar el accidentado viaje, el marido de la joven es destinado al fumadero.
La madre de la joven, a la capilla, junto con la hija pequeña.
El Navarro se entera de que la comadrona está felizmente comiendo en un restaurante de postín.
Va al restaurante.
Le quita el tenedor de la mano.

- Tira, Huete, que mi chica está de parto.
- Oiga!!
- Ni oiga ni hostias. O vienes o te traigo de los pelos.

La comadrona asiste a la joven en tacones, sin guantes, sin bata... a pelo, mismamente.
Una niña. A las cinco de la tarde, hora taurina que imprime carácter.
El abuelo materno dice que es preciosa.
El ya padre, con su corbata y todo, dice que es un escuerzo. Pero que prometió ponerle el nombre de su madre y lo cumplirá, aunque su madre era guapísima.

Aquella noche, de vuelta al pueblo, el joven conducía el milquinientos y se tragó un jabalí que estaba en la carretera. El abuelo materno volvió a proferir su sarta de cagamentos irrepetibles. La abuela materna lloraba, no se sabe muy bien si por el coche o por la boca diabólica de su santo. Que lo era, coño, que lo era. Y se lo llevó el puto tabaco a los dieciocho meses.

Bueno... que la niña era yo y que de todo esto hace hoy cuarenta y un años.
Con unos inicios tan movidos, creo que es bastante normal que mi vida sea un acelero continuo.

Y que cumpla muchos más.