Observar


Mientras vacacionamos (vacacionáis) en la playa rodeados de amigos, noches locas y copas, la vida sigue un curso paralelo y mucho más lento para otros.

La palabra "esperar" que tanto me exaspera adquiere un nuevo significado cuando me enclaustro en el mundo rural, y el reloj carece de utilidad.
Asomar la gaita en la frutería es encontrarse a siete personas delante de tí que están más interesadas en contarse cómo les ha ido la vida desde el agosto pasado que en ser despachados.

- Pasa, maja, que estás despachada en un pis-pas
- No, luego vengo otra vez, que tienes mucha gente.

Y la "mucha gente" se gira y me mira mal, no sé por qué, pero creo que he dicho alguna inconveniencia de urbanita gilipollas... como si fuera nueva aquí, donde las tiendas abren a las diez de la mañana y antes de comprar las mujeres tomamos café y ponemos verde a cualquiera que se nos ocurra... donde los tenderos paran cuando les sale de las pelotas a tomarse una caña, y si vas a buscarlos al bar te invitan a otra y te dicen que te esperes y que les cuentes... parezco nueva y me siento, si no nueva, extraña. Tanta calma no puede ser buena para mi cabeza, me digo, casi al tiempo que pienso que podría acostumbrarme, y que eso significaría perder tanto como ganar. Seguro que priorizaría malamente.

Sigo mi periplo de compras y salutaciones variadas... con el paso de los años me parezco cada vez más a mi padre, así que soy reconocida por la cara, interpelada, interrogada y demás...

Vuelvo a la frutería tras veinte minutos.
Detrás de mi entran dos ancianos (aquí se llaman viejos, sin tonterías y con respeto), uno me pide la vez y el otro le dice "pues yo detrás de ti".
Leen mi periódico, cada uno a un lado mío, aunque detecto un estrabismo voluntario hacia mi canalillo... éstos aún no han renunciado al jamón. Ni a la jamona.
Sonrío. Les sonrío, e inician un diálogo desolador:

- ¿Y cómo está tu hermano?
- Bah... no conoce a nadie.
- Hay que joderse, oye, qué cosa será ésta... y que no vuelven, ¿eh? Qué jodío debe ser no acordarse de nada... ni familia, ni la mujer, ni los chicos...
- Lo jodío lo tenemos los que sí nos acordamos y vemos que no hay modo de traérnoslos p'acá, cagonlahostiaputa. Ande tendrán la cabeza, qué pena da verlos. Mejor morirse, chico.
- ¡Amos, anda!! No digas eso ni en broma.

Interrumpe la conversación una señora mayor con unas piernas muy gordas y muy hinchadas que pretende salir por entre nosotros con su carro. En la puerta, un padre con dos niños espera a su mujer que compra, y no se retira ni quita la sillita del bebé para que pase la abuela con su carro y sus andares torpes...
Pierdo la prisa, la ayudo, "pido" al orangután con cachorros de orangután que se aparte con cara de comadrona malfollá, me decepciono, me defraudo a mi misma pensando en la santa guerra que da mi abuela y lo bien que tiene la cabeza y no es capaz de apreciarlo, sólo protesta, molesta, siembra la insidia, hace daño, miente... ochenta y ocho años de amargura y unos análisis que ya los quisiera yo. Y sus hijas medicadas por la ansiedad que les genera esta gota malaya y continua. Manda cojones. Evitamos las visitas por evitar a la abuela, y ellas están en medio...

La vida es maravillosa. Se nos pasan los días sin acordarnos de que es un suspiro, de que hay gente que nos necesita... en este pueblo los viejos tienen su sitio y su respeto. Me doy cuenta de que no veo en las ciudades gente tan, tan mayor y funcional.
Nos estamos cargando tantas cosas...

Me siento culpable, desconsiderada y avergonzada como ser social. Y sin embargo, como nieta, hay momentos, cada vez más frecuentes, en los que me pregunto por qué mi familia se pelea continuamente por no responderla mal a ella, que es mayor y no sé qué más... Por qué los niños se llevan rapapolvos por evitar que se los lleve ella, que es quien intriga y malmete, por qué ella disfruta cuando ve que discutimos, que regañamos a los niños, y apoya diciendo "ahí, ahí"... Por qué sus hijas han consentido que las cosas llegaran a este extremo insufrible...

Entonces me llegan noticias de gente feliz, bien avenida, lejana y cercana, entrañable y libre de lazos familiares asfixiantes y también me pregunto... qué es lo que me impide a mí coger mañana mismo un coche, un avión, un tren, y largarme a la playa solita a bebérmelo todo, a bailar, a relacionarme, a dormir de día, a ser posible acompañada de un desconocido espectacular, a gastarme el dinero que honrada y trabajosamente gano en mi persona, mi estómago, mis sentidos, mi piel... la respuesta baila entre "miedo", "responsabilidad" y otros impronunciables vocablos.

Supongo que aquí es donde se recupera la verdadera noción del tiempo, pero me sale muy caro.

Una de música para ellos, de la que ya no ponen en "las arradios". Mi abuelo Navarro me la cantaba para dormirme. Soy una carca orgullosa. Mi abuela la cantaba haciendo las camas... ahora ya no canta.

Y un homenaje a Mari Carrillo, que ha dejado de "olvidar".


A diseccionar, que es gerundio.


Tiene un amigo músico, tocador de varios instrumentos, trompetista de postín, amante del jazz sin solución, líder de su relativamente conocido (en selectos, progres y bohemios círculos de la crema de la nueva y burguesa intelectualidad ) grupo de jazz, director de orquesta de formación, sesudo profesor de conservatorio, director de la banda de su pueblo... nadie empezó en la Filarmónica de Berlín...

Al hablar de música, se pone intelectual que te cagas y dice unos palabros muy raros, identificando en qué tono se ha compuesto la pieza y en qué compás.

Ella, en un escueto castellano adornado por las limitaciones de su nula formación musical, señala sin afectación: es bonito, es feo, me sugiere prisa, enojo, energía, pasión, furia, melancolía, rabia, tristeza, pena profunda, felicidad, cachondeo, angustia...
Dice: esto no es de Fulano... me suena más a Mengano (son pruebas muy difíciles, porque ella de música sabe lo poco que aprende poniendo discos "a la aventura", y si le gustan repite, y si no le gustan, nunca mais).

Pontifica él: "Tú eres músico"
Responde ella, toda sesuda: "ein?"

Y sostiene con una birra en una mano, una patata frita en la otra y su hija subiéndose por su chepa de veraneante en bañador, que ella es músico porque "entiende" la música sin saber nada de ella, en el terreno teórico y técnico, supongo.

Ella simplemente cree que hay que tener orejas de madera para no aflojar el esfínter de manera inconsciente ante determinadas cosas. Y que no se mea encima porque, a pesar de todo, intenta ser una dama.

El quiere que ella aprenda música.
Ella quiere seguir sintiendo la música, sin analizarla ni destriparla, quiere mantener el misterio y la magia que hacen que unas simples ondas (?) la agiten entera.
El insiste.
Ella contraataca: ¿te llevo al Museo del Prado y te explico el Jardín de las Delicias, Las Meninas, los Rubens, los Tiziano...? Venga, y luego, antes del concierto, me das una lección magistral sobre lo que vamos a escuchar, con fusas y difusas incluídas... hay cojones?

El claudica: no me jodas, Anita, que te pones a hablar de diagonales, simetrías y rollos mitológicos y me jodes la visión!

Vale pues. Zapatero, a tus zapatos, somos unos garrulos jugando a saber mucho.





Los ojos de este hombre me tienen completamente gilipollas. Que conste en acta.

Berlanga, tío!!


¿Sabes esa sensación de que ya, de que lo estás viendo venir, que sí, que no, que ay, que me muevo, que te pongas arriba tú, que me falta poquito.... que se escapaaaaaayyyyysssss.... cagonmicalavera...?

¿Y esa mentira piadosa, oh patoso, que me he quedao sin mi cuarto orgasmo porque has perdido el ritmo en doce centésimas de segundo, pero ha sido estupendo, no te preocupesmiamol?

La conoces, ¿eh? No mientassss... TODAS hemos dicho cositas de ésas y nos hemos cagao en su puta madre desde lo más profundo del... eso. No hay excepción. Habría que poner un metrónomo en todas las mesillas de noche conyugales o similares. Tres por cuatro! Ar!

Pues lo mismo.
Doce centésimas me han faltado para olvidarme per secula seculorum... Berlangaaaaaa!!!!!

Pero mentiré... y diré que estoy contenta... y realmente no es mentira.
Vuelvo a casa. Con una mano delante y otra atrás, como preveía, pero la luz al final del túnel ya no es tímida... parece un foco potente. Misión cumplida. Objetivo realista, aprobar. Y a eso hemos llegado, y sólo nos faltaron doce putas centésimas. Y lo pienso celebrar como si fuera la primera de la lista de los que sí han entrado, qué diablos!!
A ver quién curra, viaja, atiende niñas, guisa, plancha y consigue lo que yo... TOMA AUTOCONFIANZA!!
Lo hice de puta madre.

A ver si recupero mi blog, cojones.
Se me está olvidando hasta escribir.

Recta final


Al parecer, y se me confirma por diversas vías, el problema es de autoconfianza.

Mantra para la próxima semana (se ruega a amigos, allegados o recién llegados, da igual, que lo repitan conmigo de aquí al miércoles unas quince mil veces al día):



Tormento, lo vas a hacer de puta madre.

Caña con aceitunas a partir del día 20.

Hoy por hoy, me alimento de mis propias uñas, tabaco e incertidumbre (mmm... qué ricooooo).
Como contrapartida, las cartucheras se han reducido como en un 20% (no hay mal que por bien no venga...)
Toy bien... sólo atacá, en modo pánico, según el vocabulario guasón de Yul.