Fin y principio.


Eres una puta ingrata.

He intentado guardarte en el corazón y sólo me has llegado a la vesícula biliar.
Tantas veces como hemos sido presentadas he mostrado mi admiración por tí, mi deseo de ser tu amiga, de integrarte en mi vida, de integrarme en la tuya, y todas esas veces me has mostrado tu más fría indiferencia.

Bien... aquí termina mi esfuerzo.

Te has comportado como una provinciana venida a menos, orgullosa y cerrada, has despreciado mi interés y mi esfuerzo, no me has devuelto ni una triste sonrisa.

He ido a despedirme de ti desde un lugar bien alto, con sus míticos bares cantados en canciones desgarradas. Teniéndote a mis pies te he mirado a los ojos, faltos de brillo en este mes de agosto que vacía las urbes y he buscado dentro de mí un sentimiento de pérdida que no he logrado encontrar.
No te niego que me entristece esa indiferencia, ya mutua.
Todas mis ciudades, todas, han dejado algo impreso en mi alma, y de tí sólo puedo decir que has sido una puta ingrata.

...Y dice la gente que ahora eres formal...

Me entristece saber desde ya que no te voy a echar de menos.

Ahí te quedas, querida.
Tanta gloria lleve como descanso dejo.