Modosa Sánchez

"El candado". Alberto Pancorbo.


En un primer y único arrebato pensó que vomitar todo un mundo ante sus ojos sería el modo más directo de hacer ver lo que no era capaz de expresar de ningún otro modo.
Tenía la piel blanda como una rana y porosa como un elefante, y no sabía parapetarse. Nadar y guardar la ropa. Demasiadas cosas a la vez.

Sabía de antemano que el vómito incontenible era un método agresivo, pero eficaz.
E incontenible. Y franco, y valiente. E incontenible.
Se ponía en riesgo, descubría sus puntos débiles… cuando vomitas, vomitas. Si salpica…

Y vomitó.
Vomitó largo y hondo, sin pensar, para no ocultar pero administrando bien cuáles serían las espinas que dejaría al descubierto. Las antiguas, las que circulan por el torrente sanguíneo desde el principio de los tiempos, son incurables. Quedaron sin desvelar.

Lloraba a la par que desgranaba algunos de sus dolores, sabiendo que enturbiaba el caudal que hasta entonces tan alegremente había corrido a la puerta de su casa. No encontró otro medio.

Ante el silencio creyó estar siendo protegida discretamente.
Y respetó el silencio. Y se sintió protegida y agradecida.

Hoy sabe que hizo mucho más que bien en no decir ni una décima parte de lo que la parte en dos cada vez que los días se acortan.
No sabe hasta qué punto todo eso se volverá como un boomerang en cualquier momento. No sabe contra quién lucha, si es un ejército o el mensajero. No sabe si está luchando.

Se reitera y se atrinchera en el tópico del valor infinito de sus silencios. Admite humildemente que sigue siendo tonta como mata de habas, que abre demasiadas puertas, y a cada puerta que abre, recibe un silencio atronador, una ráfaga de viento que se cuela por los quicios y barre cualquier atisbo de calidez. Una espantá. Un... nada.

Admite que no aprende. Que no hay posibilidad ni medio remota de aprender algo de esta extraña farsa que se llama humanidad. Que ni satisfará nunca las expectativas ajenas, ni los ajenos tendrán ni puta idea jamás de qué es lo que espera.
Si es que alguna vez esperó algo.

Las jugadas posteriores son más de lo mismo.
Esto no es nuevo. Ya no duele.

El rey de Siam tiene el pecho acogedor y generoso, sonrisa paternal y bastantes dedos de frente.
Tener un pilar y dos referentes salva la vida a diario. Varias veces.
Feliz Navidad, again.

Punto de libro


No me voy a hacer las ingles brasileñas.
No voy a llevar medias de cristal ni tacones.

Voy sólo a correrme una juerga descomunal sin tener que pensar en carreras, resbalones y tanga al aire. Tiendo a descalzarme cuando trasnocho. Por lo menos, intentaré ponerme dos pares de calcetines y bragas de pura lana virgen porque hace frío.

Voy a sonreir, a bailar, a poner verde a quien corresponda, a ser malvada con una que es muuuuy tonta y tengo ganas de sacar la bífida de paseo, a abrazar en la tercera copa a mi compañero, a quien nunca agradeceré lo suficiente la ayuda prestada, a confraternizar, a oler a taberna, a guiñarte el ojo de lejos, aunque no sepa ni cómo te llamas ni cuántos años te saco.

Voy a crear historias nuevas que iré desgranando en las incautas orejas de tanto ser humano de cena de empresa, que intentará a su vez contarme lo infeliz que es en su matrimonio...

Me voy a disfrazar de esquimal, pero voy a zorrear en el peor de los sentidos.
Voy a usar el cerebro sin una mínima ayuda de atrezzo.
Y te lo tengo que decir.
Que el que avisa no es traidor.


Viraje



... y que no es plan enviar a la papelera de reciclaje un blog tan trabajado, tan puesto al día, tan documentado y culto, con un diseño tan espectacular, sofisticado y genuino.

Un sencillo viraje, media vuelta, AR.

Ahora voy a dedicarme a dejarme sorprender por las letras ajenas.
Voy a ver si aprendo a atreverme a decir lo que quiero decir desde hace quince mil años y no tengo los bemoles de utilizar los dedos para poner negro sobre blanco una docenita de verdades de las buenas, la mayoría de ellas habitantes de los medios enteros.
Voy a dedicarme a ver cómo lo hacen los demás.

Quiero aprender a escribir, va en serio.
Esto sólo son pajas mentales muy sujetas a los cánones.

El problema fundamental al que me enfrento es que mi libertad de pensamiento, a día de hoy, sigue escandalizando a las mentes mediocres de los humanos de carne y hueso que me rodean.
Allá donde voy se organiza una cohorte de mendrugos dispuestos a escandalizarse porque soy lenguaraz, procaz, provocadora y bruta. Cuando lo único que son capaces de percibir es que soy jodidamente malhablada, sin entender ni de lejos que lo que digo con millones de tacos, coños, pollas y demás cosas, si lo desnudas de vocabulario, es mucho más serio que todo eso.

Y luego viene la etiqueta: es que eres auténtica, tía.
No... soy igual que tú, pero yo me corto menos.
De hecho, me corto muchísimo más, teniendo en cuenta que voy mucho más lejos, claro.
Pero canta mucho.

Si lo escribo, en cambio, puede que de cuatro que han leído, uno lo haya entendido.
Otro lo habrá leído tres veces hasta que lo ha conseguido diseccionar y entender en toda su extensión.
Muchas veces no habrá servido para nada.

Pero me he sentido aquí más entendida, abrigada, protegida, que en el mundo real.
Más identificada con determinadas cabezas. Más afín, más cercana. Sin duda.

Me canso. Cósmicamente.
Voy a dedicarme a leer.
Me retiro a mis silenciosos cuarteles de invierno.

Feliz Navidad, y tal.
Gracias a montones.
Muchas gracias, muchos besos.


El maldito rectangulillo en blanco.

La sensación de soledad.
La necesidad imperiosa de mezclarme en un tumulto y perderme. Que no me encuentre ni dios. Que no me busque y así se ahorra una mala contestación.

Diciembre no es mi mes preferido. Me ahoga la melancolía. Me sumo en una tristeza profunda y espesa como un puré de patatas.
En esta época necesitaría un paréntesis para aislarme absolutamente de todo, porque todo me duele. Quiero llorar, lloraría sin parar hasta la deshidratación.

Odio este mes y me resucitan las pérdidas y la desilusión, se me aparecen los desaparecidos, los traidores, los vampiros del pasado, mis hijas reclaman más, y mis reclamaciones caen en saco roto. Dejà vu.

Siempre lo mismo.

Ya no tiene arreglo. Simplemente tengo que mantener a buen recaudo mi memoria para que mis chicas no caigan en las mismas trampas emocionales que yo.

Perdón por la tristeza, pero mis pajas mentales son mías y me las hago donde me da la gana.
Saludos cordiales.