Me resulta curiosísimo darme cuenta de lo que me cuesta meter mis escasos enseres en cajas.
Y me pregunto si no será señal de que no quiero mover las cosas, si algo me retiene o es que tengo algo que hacer antes de cerrar definitivamente la casa.
Mi respuesta es que las cosas me importan un pimiento. Morrón.
Lo que me apetece es coger unas bragas de recambio para mañana y salir hacia nowhere.
Ni siquiera los libros... dejaría la casa cerrada tal y como está ahora mismo. Sin más.
Pero las princesas me matarían si llegara al pueblo sin los peluches, el poster del pelanas de Tokyo Hotel, del paliducho de Crepúsculo (jomamáááá no te metas con él, es vampiro y es el chico más guapo del mundooooo), no sé cuántos pares de zapatos, bolsos, barras de labios de colores imposibles, algo de ropa que no les cupo en la maleta (el abuelo se sentó encima para cerrarla, y se fueron rezando el rosario en el AVE para que no reventara por empacho de modelis), los mp3, mp4 y resto de tecnología punta, aunque no funcione, rollo fetichista, supongo, los CDs, el champú que huele a fresa, la caja de zapatos con los huevos de los gusanos de seda....
Joer, qué poco apegada soy...
Y me pregunto si no será señal de que no quiero mover las cosas, si algo me retiene o es que tengo algo que hacer antes de cerrar definitivamente la casa.
Mi respuesta es que las cosas me importan un pimiento. Morrón.
Lo que me apetece es coger unas bragas de recambio para mañana y salir hacia nowhere.
Ni siquiera los libros... dejaría la casa cerrada tal y como está ahora mismo. Sin más.
Pero las princesas me matarían si llegara al pueblo sin los peluches, el poster del pelanas de Tokyo Hotel, del paliducho de Crepúsculo (jomamáááá no te metas con él, es vampiro y es el chico más guapo del mundooooo), no sé cuántos pares de zapatos, bolsos, barras de labios de colores imposibles, algo de ropa que no les cupo en la maleta (el abuelo se sentó encima para cerrarla, y se fueron rezando el rosario en el AVE para que no reventara por empacho de modelis), los mp3, mp4 y resto de tecnología punta, aunque no funcione, rollo fetichista, supongo, los CDs, el champú que huele a fresa, la caja de zapatos con los huevos de los gusanos de seda....
Joer, qué poco apegada soy...
9 comentarios:
A mi mamá le encanta este señor de nombre imposible. Hoy me interesa este valsecillo, porque al fin y al cabo, se titula "que me dejessssss".
Déjame, que me voy.
Yo con las maletas soy un poquitín como tus hijas. No sé hacerlas. Meto, meto y no ternmino. Me da igual irme para una semana que para un mes. Y si es para siempre, ni te cuento...
¿Apegos? No. Falta de pasta gansa.
Besicos,
Yo tengo que aprender a hacer maletas. Siempre se me olvida algo. Las toallas, nunca las meto: ocupan mucho y donde sea habrá. El cepillo es lo que se me ha olvidado esta vez.
Menos mal. Una semana que fui a un pueblo perdido se me olvidaron las bragas: tuve que comprar de esas de encaje negras de cuello vuelto... Siete, para más señas. Las usé.
Conforme cumplo años, meto menos cosas en la maleta, me doy miedo a los cincuenta
muakkk
O sea, que ya estás empezando empaquetar. Eso indica que el traslado y el cierre de la casa son ya inminentes. Bueno, bueno, Tormento, ¡qué emoción!
A mí me da aún una pereza que no veas. Sobre todo porque me reconozco en parte en tus hijas, y no me quiero dejar nada atrás. ¡Y mucho menos los libros, ay, que son como mis hijos y me los querría llevar todos conmigo! Veremos si es posible, que son demasiados y luego llega además la cuestión de acomodarlos. Nada más falso que eso de que el saber no ocupa lugar. ¡Vaya si ocupa!
Sin embargo, cuando por razones de fuerza mayor he tenido que vivir con cuatro cosas también he acabado disfrutándolo. Tenía una sensación de ligereza, de liberación, de punto de partida que no dejó de resultar estimulante. Y al volver a casa y recuperar todos mis trastos lo que se me impuso de entrada fue un sentimiento de agobio, de sobrecarga, de decir: ¡pero cómo se puede vivir teniendo que hacerse cargo de tanta cosa! Hasta que poco a poco volví a acostumbrarme y ahora vuelve a primar el sentimiento de apego.
Me alegro muchísimo de tu vuelta a casa. Y entiendo perfectamente ese extraordinario cóctel de miedo y alegría del que hablabas en el post anterior. Extraordinario y extraño, muy extraño. Pero también vivificante :)
Ánimo con el odioso proceso de las opos, que no se te cruce esta vez ningún examinador capullo, y un montón de besos!
A mi primera casa entré con un camión y salí con una furgoneta. En la segunda entré con una furgoneta y salí con cuatro bolsas en el maletero del coche. De la tercera… No sabes la infinita tristeza que da cuando te das cuenta que todo lo que tienes en el mundo cabe en una bolsa de las medianas de Bulgari, y eso porque los vinilos no se pueden doblar, que si no…. Supongo que fue ese día cuando decidí no mudarme nunca más… Les tengo terror. Hasta a las mudanzas de otros amigos. Es tristeza a borbotones. Y eso que siempre fui yo quien se fue…
No es un tema que lleve bien, lo siento. Un beso enorme.
Jajajaja Lo que pasa por escribir desde el ordenador de una amiga….
Creo que cuando hemos pasado determinadas cosas, jodidas, una le pierde el apego a casi todo, quitando la gente esa que sí está al lado, y que vayamos donde vayamos, seguirán estando cerca. Yo también tengo que ponerme de mudanza, y reconozco que cogería las llaves del coche, el portátil, y lo demás podría facilmente pegarle un petardo a la casa, y prostituir la nueva con el Ikea y lo que se pueda quemar de visa a estas alturas...
No se... a mi es que lo de tirar cosas, y hacer cajas, me resulta terapéutico, y me da un poder de cojones poder mandarlo todo a la mierda, y llevarme esas bragas de las que tu hablas, y poco o nada mas.
Un besazo fuerte, al final... bueno, pues que lo importante se lleva dentro, y lo otro es practicamente sustituible todo.
Lo peor de cualquier viaje siempre es hacer la maleta. Una vez pasado este odioso trámite, carretera y manta, y a disfrutar... hasta que te toque volver a hacerla para volver a puerto.
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