Es cierto, digan lo que digan los gurús gafapasta y otros supuestos literatos, que se escribe mejor cuando estás tocado.

Si te duele el corazón, si te han decepcionado, si estás en la cuerda floja, si algo te desconcierta, es fácil liarse a parrafazo limpio y sacar en un tiempo no superior a veinte minutos un post medio decente.

Si tienes ansiedad, ya es la bomba. Escribes como si fuera una hemorragia.

El problema (¿problema?) viene cuando las cosas se asientan, cuando aprendes a relativizar, cuando la noche es para dormir tranquila (o no, pero la usas bien), la cuenta corriente deja de correr hacia abajo, aprendes un poco más de matemáticas y llegas a contar hasta diez, el ex marido se convierte en un ectoplasma desprovisto del poder de hacer daño, los amigos te quieren y lo notas, el señor que te okupa media cama dice que también.... las niñas te sacan ya tres palmos y se te cae la baba viendo tanta alegría y tanta hermosura. Y por supuesto, todos los días te quedas con las ganas de desplumar esos pavos con un poco más de celeridad, no nos engañemos. La adolescencia ajena es insoportable. La propia, mágica.

Entonces, si no hay dolor ¿para qué coño vas a escribir, teniendo como tienes a la parroquia acostumbrada al quejío hormonal continuo?

Pues por eso no escribo. Leo, mucho, a todos vosotros.

Pero estoy pasando por eso que llaman una calma chicha que por un lado no quiero que acabe, porque me permite descansar. Por otro lado, por supuesto, necesito aventura.

A ver si me invento la aventura desde la punta de los dedos contra las teclas y nos dejamos de polladas.

Tutto bene.

Se les quiere, ésta es la prueba.

El hambre y las ganas de comer


A estas alturas de la peli me planteo que si yo fuera una escritora de postín pasaría a los libros de literatura con el leit motiv del paso del tiempo como algo realmente terrible. Por suerte para los estudiantes de la ESO, no voy a pasar de irregular quejica virtual. Ellos se lo pierden.

 Puesss... Madrid... "yo me bajo en Atocha" y tal...

Pasar unos días en los Madriles paseando por rincones de antaño es...

...reconocer que las patas de gallo que orlan mis ojitos negros hogaño no han salido por generación espontánea. Cada vez que pasé por el parque del Canal de Isabel II y apoyé mi cabeza en tus piernas en los bancos dejó una huella que ahora veo, ahora que paso por allí y no te veo y no sé cómo encontrarte. Ahora que no se me ocurre poner mi cabeza en ningún otro par de piernas. Ni de coña.

...guardar entre el esternón y las dorsales ese paseo por la Costanilla de San Andrés y recordar un beso de película cuando ya sabíamos que lo nuestro era Amor Verdadero con fecha de caducidad.

...parar en un bareto esquinero a apretarme cuatro cañas bien tiradas y recordar conversaciones boca-oreja que desdecían lo que los ojos gritaban. Ya no me cuesta nada ocultar el mensaje de mis globos oculares.

... someterme al puto hado y doblegarme. 

... reconocer con Sabina que "casi todo sabe a casi nada". 

... no encontrar mis grafitti de tiza en las paredes... y no recordar lo que te puse... y a tí tampoco...

Volver a pisar (sin querer) por donde no se debe es ser gilipollas.

Las cosas no salen como quieres. Soñar es perder (más) tiempo.

Pero eso sí, mañana será otro día y otro día que seguiremos creyendo (porque así queremos creerlo) que volverán a comernos los morros en las esquinas, volverán a jadear en nuestra oreja, volveremos a empotrarnos contra una pared cualquiera sin acordarnos de que llevamos ropa y hay bajocero, volveremos a pensar que aquí mismo vale, pero ya, vamos, volverán las oscuras golondrinas... y volveremos a creer (porque así necesitamos creerlo para seguir respirando) que alguien, a su extraña, incomprensible manera, nos quiere.



"me lo dijo una señora disfrazada de cualquiera
que quiso que la besara como si no la quisiera"



Telarañas




Que yo tengo un blog, joder...

Que tenía mis lectores, mis leídos, mis amigos y conocidos y esta puta vorágine me come la vida, coño.

Que desde que me mudé me agarré a la vida de cada día, a la prosa, al asfalto y a la histeria de Madrid y esto se quedó olvidado y lleno de telarañas, cagontó...

¿Dónde estamos? ¿Qué hacemos? 

[...]


No sé si no estaré sublimando... Sólo me siento bien cuando me siento profundamente sola.
Vamos a ir pensando en un bonito convento de clausura.