KING LEAR



Cósimo, con su post altamente recomendable, me ha recordado este poema hermosísimo de José Hierro, el grande. Qué haces que no has hecho una reverencia, insensat@??

Vacía de ideas, rellena de incertidumbre y embebida en nostalgia propia del verano que se me echa encima como manta zamorana, no tengo fuerzas para dedicar el rato diario a mis pajas mentales. En estos momentos, todo es deshojar la margarita.

En mi afán de compartir lo que me conmueve, aquí os dejo un trocito de Hierro, que es un pequeño dios en el altar de mis afectos literarios.


LEAR KING EN LOS CLAUSTROS

Di que me amas. Di: «te amo»,
dímelo por primera y por última vez.
Sólo: «te amo». No me digas cuánto.
Son suficientes esas dos palabras.
«Más que a mi salvación», dijo Regania.
«Más que a la primavera», dijo Gonerila.
(No sospechaba que mentían.)
Di que me amas. Di: «te amo»,
Cordelia, aunque me mientas,
aunque no sepas que te mientes.

Todo se ha diluido ya en el sueño.
La nave en que pasé la mar,
fustigada por los relámpagos,
era un sueño del que aún no he despertado.
Vivo brezado por un sueño,
inerme en su viscosa telaraña,
para toda la eternidad,
si es que la eternidad no es un sueño también.

La tempestad me arrebató al Bufón,
al pícaro azotado, deslenguado, insolente,
que era mi compañero, era yo mismo,
reflejo mío en los espejos
cóncavos y convexos, que inventó Valle-Inclán.

Los brazos de las olas me estrellaron
contra el acantilado y un buen día,
ya no recuerdo cuándo, desperté
y hallé sobre la arena
piedras labradas con primor,
sillares corroídos, lamidos y arañados
por los dientes y garras de las algas.
Entonces, desatado del sueño,
comencé a rehacer el mundo mío,
que se desperezaba bajo un sol diferente.

Y aquí está, al fin, delante de mis ojos.
Oigo como jadea
con la disnea del agonizante, del sobremuriente.
Espera a que tú llegues
y me digas «te amo».
Conservo aquí los cielos que viajaron conmigo:
grises torcaces de Bretaña, cobaltos de Provenza,
índigos de Castilla.
Sólo tú eres capaz de devolverles
la transparencia, la luminosidad
y la palpitación que los hacían únicos.
Aquí están aguardándote.
Quiero oírte decir, Cordelia, «te amo».
Son las mismas palabras que salieron
de labios de Regania y Gonerila,
no de su corazón. Más tarde
se deshicieron de mis caballeros,
hijos del huracán, bravucones, borrachos,
lascivos, pendencieros... Regresaron
al silencio y a la nada.
La niebla disolvió sus armaduras,
sus yelmos, sus escudos cincelados,
aquel hervor y desvarío
de águilas, quimeras, unicornios,
efigies, delfines, grifos.
¿Por qué reino cabalgan hoy sus sombras?

Mi reino por un «te amo», sangrándote en la boca.
Mi eternidad por sólo dos palabras:
susúrralas o cántalas sobre un fondo real,
-agua de manantial sobre los guijos,
saetas que desgarran con su zumbido el aire-
así la realidad hará que sean reales
las palabras que nunca pronunciaste
-¡por qué nunca las pronunciaste!-
y que ultrasuenan en un punto
del tiempo y del espacio
del que tengo que rescatarlas
antes de que me vaya.
Ven a decirme «te amo»;
no me importa que duren tus palabras
lo que la humedad de una lágrima
sobre una seda ajada.

En esa paz reconstruida
-sé que es tan sólo un decorado-, represento
mi papel, es decir, finjo,
porque ya he despertado.
Ya no confundo el canto de la alondra
con el del ruiseñor. Y aquí vivo esperándote
contando días y horas y estaciones.
Y cuando llegues, anunciada
por el sonido de las trompas
de mis fantasmales cazadores,
sé que me reconocerás
por mi corona de oro (a la que han arrancado
sus gemas las urracas ladronas),
por la escudilla de madera que me legó el bufón
en la que robles y arces depositan
su limosna encendida, su diezmo volandero,
el parpadeo del otoño.

Ven pronto, el plazo ya está a punto
de cumplirse. Y no me traigas flores
como si hubiese muerto.
Ven antes de que me hunda
en el torbellino del sueño,
ven a decirme «te amo» y desvanécete en seguida.

Desaparece antes de que te vea
nadando en un licor trémulo y turbio,
como a través de un vidrio esmerilado,
antes de que te diga:
«Yo sé que te he querido mucho,
pero no recuerdo quién eres».

De "Cuaderno de Nueva York" 1998

11 comentarios:

Cósimo dijo...

Gracias por la mención.
No dejo de pasar por su blog, aunque no haga comentarios, crea que sigo paseando un ratito por aquí.

Me ha emocionado Hierro, no conocía este poema, en realidad la poesía no ha sido nunca mi fuerte, aunque siempre recuerdo a Hierro, sentado en aquel bar de barrio en el que, dicen, solía trabajar, y es una imagen que me ha recordado muchas veces que debería acercarme más a los poetas.

Estos versos son magníficos, absolutos. Muchas gracias por postearlos.

Luna dijo...

Es uno de mis poetas favoritos junto a Pessoa.
Un día especial y un poeta especial.

relax, relax en la medida de lo posible.

besos

Ana dijo...

CÓSIMO, le recomiendo a Hierro contra las heridas del alma y por el placer de la belleza. Es un grande.
Pase cuando quiera, comente cuando le plazca... aquí no hay obligaciones.
Un beso.

LUNA, ya está.
Ha sido duro, los nervios no son buenos compañeros de viaje, pero ya se acabó...
Ahora es cuando me voy a relajar, si puedo!!
Un beso, y gracias por tu energía positiva. Ha llegado, te lo aseguro.
Muá!!

Los viajes que no hice dijo...

Yo tampoco conocía este poema. Y los dos últimos versos son desgarro puro.

Luna dijo...

Pues ahora a descansar y disfrutar te lo tienes merecido.
Besos.

NoSurrender dijo...

Hierro era mucho Hierro, sí.

A ver esa margarita, Tormento. Que nos tienes en ascuas!

Besos!

Miss.Burton dijo...

No conocía el poema, la verdad... prefiero en vida que me digan que me aman, sea la dimensión del sentimiento la que sea, incluso si fuese mentira, que vivir sin oir esas dos palabras...
Una, que es romántica, y tonta de cojones....
Un besazo, es brutal el poema... Me encntó lo de los acantilados..
Que pases buen veranito... supongo currando como aquí la maja...

Ana dijo...

Me he desayunado con una margarita que me ha dicho NO.

Dénme un momento, que me repongo y juro en arameo...
Volveré.
Besos a todos.

Rodrigo Rincón dijo...

Si, ¡qué carácter! Para relajarse poemón tremendo en todos los sentidos.
Me quedo con el final, ebriedad de los sentidos, lucidez en la inconsciencia...

d2 dijo...

Gracias, por lo que se ve a ti y a cosimo. He disfrutado

Antígona dijo...

¡Mierda, Tormento! ¿Cómo que NO? Esa margarita debe de ser una inepta estúpida y gilipollas que no sabe reconocer la flor que tiene delante.

Lo siento, niña. Pero vete tú a saber. ¿No dicen aquello de que no hay mal que por bien no venga? Pues a lo mejor aún están por descubrirse los bienes que se deriven de este mal.

En cuanto al poema, precioso, por supuesto. Precioso, conmovedor y tristísimo. Porque aferrarse a las palabras cuando lo que importan son los hechos sólo prueba la desesperación del Rey Lear y la conciencia de su derrota. La mentira es el único consuelo, tan precario, para los derrotados.

Ánimo, guapa, y a disfrutar del verano, que en eso nadie te va a decir que no.

¡Un beso de gigante!