Levitar


Mi querido Heriberto... cuánto tiempo sin tí...

No recuerdo desde cuándo estás en casa, lo cual quiere decir que probablemente llegaras antes que yo.

Tengo presente la sensación de los sábados por la mañana, siendo muy pequeña, que me despertaba sobresaltada por el volumen y los enérgicos primeros compases del concierto nº 1 para piano y orquesta de Tchaikovski, sonido asociado mágicamente al olor del pan tostado y a papá llegando a avisarnos de que no había cole pero sí pan tostado con mantequilla, corre, corre, que se enfría y ya no está tan bueno.
Recuerdo a papá dirigiendo como tú nuestros mini movimientos para ponernos las zapatillas y la bata para desayunar. Recuerdo imitarle, con una cucharilla por batuta, y una curiosa sensación de sentirme traspasada por la música.
He escuchado ese concierto dirigido por otros. Pero los otros no saben. Quizá tú lo hagas algo menos allegro, pero mucho más maestoso, veramente maestoso, como quiso el maestro: allegro e molto maestoso.
El vinilo sigue en la casa familiar. Nadie se atreve a llevárselo. No vale la pena grabarlo porque chisporrotea. A veces lo miro, lo saco, lo pongo al trasluz... dónde está todo lo que me dio?

Te recuerdo tiempo después en otro vinilo, ya se hablaba de grabación digital.
Suite nº 3 de J.S. Bach, que siempre me dio ganas de llorar y lo sigue haciendo, pero es tan excelsa que no me sustraigo. Es más de finales de la adolescencia. Como no sé música, sólo podría explicar las sensaciones físicas y las emociones que me transmite. Tchaikovski es euforia, Bach es serenidad teñida de tristeza difusa.
Tchaikovski celebra por las mañanas, aun hoy, la victoria de una noche perfecta. Bach, en cambio, me sirve para relajar la rabia y convertirla en lágrimas más pacíficas.
Tampoco me gustan las versiones de otros... no sé si es vicio, fidelidad, costumbre... la seguridad, básicamente, de que tú me ibas a gustar.
Cuenta mi madre que cuando se quedó embarazada de mí, embarazo criminal por otra parte,
estaba de moda aquella canción que llamaron aquí "Con su blanca palidez", y que cada vez que la oía en la radio se ponía a vomitar. Yo no puedo oir esa canción porque lloro sin remedio desde que era un microbio.
Resulta que está inspirada en esta suite de Bach... me hubiera gustado verte el careto cuando la escucharas... puede que tú tambiién vomitaras un poquito, Heriberto de mis euforias matutinas y mis melancolidas nocturnas.

Realmente, no me sé concentrar en un concierto dirigido por otro. Soy una pija.
Y me estoy quedando sin ídolos.
Soy una pija vieja y revenida.


Sufridos lectores... les ruego se den el gustazo de pinchar y escuchar estas dos maravillas que necesitaba hoy, febril y tristona que estoy.
Acéptenme el regalo.







3 comentarios:

Los viajes que no hice dijo...

A mí me pasa lo mismo con Karajan. Cuando pongo algo de música clásica en la radio, ha de estar dirigido por él preferentemente.

Cosas de infancia, como que Alfredo Kraus ocupe el primer puesto del escalafón por delante de Pavarotti, Domingo, Carreras y todos los demás.

Vintage dijo...

uffffffff bonito tema has sacado
Para mi es la cortesana del barroco
Marais interpretado por Jordi Savall

Karajan es IMPRESIONANTE
muakkkkkkkkkkkkkkkkkkkk

Ana dijo...

VIAJES, compartimos pues un par de manías. Mi ranking también está encabezado por don Alfredo.

Es un privilegio poder disfrutar de estas cosas, eh??
Un beso.

BOLERO, no creo que haya un director tan carismático.
Los que le admiramos igualamos en número a los pobres músicos que le odian por su carácter fortísimo... creo que era un genio con mucho genio, cosa bastante habitual, por cierto.
Disfruta de Marais y de Savall. Tampoco tú tienes mal gusto!!
Un beso.